LUCAS EVANGELISTA
Médico Griego[1]
Horacio Bojorge S.J.
I.-SAN
LUCAS MEDICO GRIEGO: UNA SEMBLANZA-
1.- De
origen gentil, sirio-antioqueno.
2.- Médico
de formación griega.
3.-
Evangelio-Hechos, un programa intelectual al servicio de la certeza (asfáleia)
II.- SAN
LUCAS Y EL UNIVERSO MENTAL DE LA MEDICINA GRIEGA.
1.- Lucas y
Dioscórides.
2.- El
prefacio de Dioscórides a su obra Materia Médica.
3.-Lucas y la
medicina empírica: el trípode empírico.
4.-Lucas y
la medicina neumática.
5.-Salvación
y salud (sotería-hugiéia).
III.- Lucas
ANTE LOS MILAGROS DE ORDEN BIOLÓGICO.
1.- El
prologo del Evangelio como programa metódico.
2.-La
Credibilidad de hechos increíbles.
3.- Un
certificado de defunción.
4.- Una
partida de nacimiento.
I SAN LUCAS, MEDICO GRIEGO: UNA SEMBLANZA
“San
Lucas fue de nacionalidad sirio de Antioquía, médico de profesión, y habiendo
sido primero discípulo de los apóstoles, después acompaño a San Pablo hasta su
martirio. Sirvió al Señor sin tacha. Se
mantuvo célibe y no tuvo hijos.
Murió de
ochenta y cuatro años en Beocia[2] lleno del Espíritu Santo. Cuando ya se habían escrito los Evangelios de
Mateo en Judea y de Marcos en Italia, este santo, movido por el Espíritu Santo,
escribió el suyo en Acaya, al principio del cual dice que ya se han escrito
otros, pero que tiene por muy necesario exponerles a los fieles griegos de la
gentilidad con todo rigor la tradición de la economía (del plan de salvación),
para que no sucumbieran a la atracción de las fábulas judías, ni se apartaran
de la verdad seducidos por las invenciones hueras de la herejía.
Por
este motivo comenzó su narración desde la concepción y el nacimiento de Juan
(Bautista), con quien comienza el Evangelio, precursor de Nuestro Señor
Jesucristo y que estuvo asociado a Él en la obra de la purificación evangélica,
así como en la vía del Bautismo del Espíritu y de la Pasión. Después, el mismo
Lucas escribió los Hechos de los Apóstoles”.
Esta semblanza que nos hace de San
Lucas la más antigua tradición eclesial, ha resistido el análisis crítico
bastante airosamente. Los embates de la
crítica han dado lugar a una revisión del grado de certeza mayor o menor con
que pueden afirmarse sus diferentes rasgos.
El testimonio de la tradición nos parece abonado por la convergencia de
argumentos. Y si con la discusión, el
retrato de Lucas no se ha enriquecido con nuevos rasgos, éstos se han visto
reforzados y han ganado en solidez y nitidez.
El retrato de Lucas es apenas un
bosquejo trazado con escasas pinceladas.
Es nuestro
intento aquí retocar esta escueta imagen y reconstruir la semblanza interior de
este hombre, prestando especial atención a su perfil intelectual. ¿Qué pudo darle su origen, su formación, su
educación, sus estudios? ¿Qué grado de disciplina y de método tuvo o pudo tener
la mente de este hombre? ¿Cómo calibrar el valor de su testimonio y de su
capacidad crítica ante el hecho cristiano?
1) Lucas era sirio de Antioquía y de
origen gentil
Esta
no es una afirmación directa y explícita de la Sagrada Escritura. Es un dato de la tradición que reposa sobre
buenos indicios escriturísticos que abonan su verosimilitud.
La
filiación cultural griega del autor del tercer Evangelio y de los Hechos es un
hecho aceptado por quienes han analizado su lengua y su estilo. El autor de esas obras es el más helénico y
clásico de todo el Nuevo Testamento.
Su
vinculación con Antioquía se deduce sobre todo de los Hechos de los
Apóstoles. Allí Lucas se muestra
particularmente al tanto del desarrollo de los acontecimientos en esa
ciudad. A partir de Hechos 16,10 la narración
pasa bruscamente a hacerse en primera persona del plural: “intentamos
inmediatamente pasa a Macedonia”. Es
la primera sección nosotros en los Hechos, y sugiere que el autor, Lucas, se
implica a sí mismo entre los actores. En
algunos códices antiguos[3],
hay, ya en el capítulo 11,27, una frase en primera persona, precisamente en
relación con Antioquía:”bajaron unos profetas de Jerusalén a Antioquía y
había una gran alegría mientras nosotros estábamos reunidos”[4].
Los datos indirectos de los Hechos
no significan naturalmente que Lucas sea nativo de Antioquía.[5] Estrictamente, inducen a pensar que tuvo allí
su primer y decisivo contacto con el cristianismo. Lucas sabe que allí fue donde los discípulos
de Cristo empezaron a llamarse “cristianos”.
Su conversión parece haber tenido lugar allí al encontrarse con los
chipriotas y cirenenses que, junto con otros cristianos de origen judío (entre
los cuales sin duda figuras apostólicas de primera magnitud como Pedro), se
dispersaron después de la muerte de Esteban.
Su conversión al cristianismo, sugiere el prólogo de la Vetus Latina,
fue anterior a su contacto con Pablo y podría situarse desde el año 38 en
adelante, si el martirio de Esteban tuvo lugar entre el 36-37.
Lucas parece haberse encontrado con
el cristianismo en Antioquía. En una
época de gran movilidad y facilidad de comunicaciones, ello no implica su
origen antioqueno como consecuencia necesaria, pero lo hace verosímil. Por lo menos es probable que fuera nativo de
Siria, provincia de la cual Antioquía era capital. Pudo también provenir de Frigia u otras
provincias vecinas del mundo helenístico.
Sabemos además que en el mundo griego-romano, los médicos se movían y
viajaban mucho. Algo más tarde Galeno,
nacido en Pérgamo, viaja por razones de estudios a Smyrna, Corinto y
Alejandría.
Antioquía
Antioquía, la vieja capital
residencial de los Seléucidas, la odiada Babilonia para el nacionalismo
macabeo, fundada en el 301 a. C. por Seleuco Nicator en memoria de su padre
Antíoco, era en tiempos romanos la residencia del procónsul de Siria. A orillas del Orontes, cerca del mar, sobre
la encrucijada de todas las rutas más importantes del Asia, era un ganglio
central de la administración y el comercio.
Las ruinas
de una muralla romana y de sus defensas dan testimonio, aún hoy, de la
importancia que tuvo. Su muralla tenía
un perímetro de unos 20 kilómetros, estaba rodeada por un foso y reforzada por
360 torreones de hasta 25 metros de altura.[6]
A unos 250 ó 300 km por la excelente
calzada romana, en la vecina provincia de Cilicia, se encontraba Tarso, la
ciudad natal de Pablo. La distancia por
mar entre Antioquía y Tarso no es mucho mayor de la que separa Montevideo de
Buenos Aires.
Si Antioquía era la ciudad
administrativa y comercial, Tarso era la capital universitaria de Cilicia. Su fama cultural rivalizaba en el mundo de la
época con Alejandría. Sus escuelas eran consideradas incluso superiores a las
de Atenas.
Lucas no
tuvo que ir lejos a buscar su Alma Mater[7]
A juzgar por la excelente formación
y educación de que gozaron Lucas y Pablo, es probable que ambos fueran de
familias pudientes. En dos ciudades provincianas y vecinas como aquéllas, donde
la población no alcanzaba cifras exageradas[8]
existía la posibilidad de que Lucas y Pablo, o sus respectivas familias, se
conociesen de antemano.
Lucas Sirio
La afirmación del Prólogo marcionita
de que Lucas fue “sirio” de Antioquía, puede entenderse en dos sentidos. Primero como una simple referencia geográfica
a la Provincia natal: Siria. O bien como
una referencia étnica griega, siria o judía.
En último término, la etnia no es un factor decisivo desde el punto de
vista cultural. No era empero
indiferente para facilitar un contacto del Lucas sirio con el judaísmo, y
dentro de él con el movimiento cristiano[9]. La procedencia étnica siria explicaría muy
bien en Lucas su alto grado de cultura griega y al mismo tiempo su familiaridad
con el mundo semítico. Quien observa la
obra escrita de Lucas y al mismo tiempo su misión providencial en la difusión
de un evangelio de origen hebreo en el mundo helénico, se inclina fácilmente a
admitir que Lucas perteneció a la etnia Siria.
Antioquía era, como tantas otras ciudades de la región un crisol
cultural.
Lucas o Lucano
El nombre de Lucas es probablemente
resultado de una abreviación de Lucanus, aunque también podría provenir
de otras formas conocidas como Lucilius, Lucius o Lucianus. Algunos aventuran la hipótesis de que
provenga de una forma griega Leukanos, pues a partir del 50 d. C., las formas
griegas en louk- comienzan a suplantar las formas en leuk - . Algunos de los manuscritos latinos más
antiguos (Corbeiense, Vercelliense) ofrecen la lección: secundum Lucanum
en el título del tercer evangelio. Lucas
(como Apollos, Artemas, Demas, Hermas y Nymphas) es forma que no se encuentra
en la literatura clásica. Lucanus,
por el contrario es forma común en las inscripciones. También está atestiguada la forma latina Leccanius
(véase un tal en Dioscórides, De Materia Médica, Prólogo)
Abreviaciones semejantes atestiguadas
abundantemente en otros nombres propios: Annas= Ananus; Apollos = Apollonius
(Códice Beza, Hechos 18,24); Artemas= Artemidorus (Tito 3,12); Cleopas =
Cleopatros; Demas = Demetrios; Nymphas = Nymphodorus; Zenas= Zenodorus; etc[10].
¿Lucas un esclavo
liberto?
La atención
que se presta a la forma nominal no es mera curiosidad de erudición
ociosa. Gracias a ella se ha podido
aventurar la posibilidad de que Lucas fuera un esclavo liberto. En primer lugar se ha observado que la
contracción en as de los nombres propios es muy común en el caso de
nombres de esclavos. En segundo lugar,
es sabido que la profesión médica era frecuentemente ejercida por esclavos.
Tanto Antistius, cirujano de Julio César, como Antonius Musa, médico de
Augusto, fueron libertos[11].
Lucas en la Sagrada Escritura
Lucas es nombrado en Colosenses
4,10.14; Filemón 24ç y 2ª Timoteo 4,11.
Siempre en compañía de Marcos.
Acompañando a Pablo en su primera y segunda cautividad. (Colosenses y
Filemón fueron escritas en la primera cautividad y la 2ª a Timoteo en la segunda).
Además
de que es “su médico muy querido”, Pablo nos dice de Lucas que es su
colaborador en la obra evangélica. Pero
no hay indicios de que fuera su compañero de prisión. El texto de Colosenses parece, a juicio de los
exegetas, colocar a Lucas aparte del grupo “de los de la circuncisión” y por lo
tanto entre los cristianos de origen gentil.
No es posible descartar la posibilidad de que fuera prosélito judío
antes de su conversión. Pero su
conocimiento de temas judaicos y los frecuentes hebraísmos de sus escritos
pueden explicarse por otros motivos. Es
el único evangelista de origen gentil.
Era uno de los pocos predicadores evangélicos que gozaba de una
educación científica.
2) Lucas como médico de formación
griega
Es este un capítulo estancado de los
estudios lucanos[12].
Desde las obras de Hobart y Harnack y de la impugnación de su método argumental
por parte de Cadbury, no se han intentado nuevos caminos. El análisis del vocabulario y del estilo de
Lucas parecería ser un camino definitivamente descartado para argumentar a
favor o en contra del: Lucas-médico.
A nuestro parecer, los testimonios
convergentes de la Tradición y de la Escritura son argumentos suficientemente
fuertes a favor de Lucas-médico. Pero
buscar argumentos evidencias históricas sobre la medicina y los médicos griegos
que fortalezcan la verosimilitud del hecho no es superfluo. No sólo agrega certeza a hechos conocidos por
tradición, sino que ilumina muchos aspectos del legado escrito de Lucas.
La
causa del subdesarrollo de este importante capítulo de los estudios Lucanos no
es imputable en primer lugar ni solamente a los exegetas. El estancamiento puede deberse en gran parte
a las vicisitudes propias de la ciencia de la Historia de la Medicina, y en
particular de su capítulo sobre la medicina griega.
Los
historiadores de la medicina griega han chocado en dos escollos
fundamentales. Por un lado han debido
trabajar careciendo de buenas ediciones críticas de los escritos médicos
griegos aun existentes, que constituyen una masa formidable y de la cual una
buena parte continua aun inédita.
Por otro
lado, como señala Werner Jaeger: “Las conocidas obras sobre historia de la
medicina de Hecker, Sprengel, Rosenbaum y otros (nosotros pondríamos entre esos
otros a Garrison, Diepgen, Laignel-Lavastine) denotan una misma estrechez de
horizontes al enfocar la posición que la medicina ocupa dentro del conjunto de
la cultura griega no como un problema sino considerando a ésta simplemente como
una profesión. Las investigaciones filológicas
sobre la historia de la medicina siguen en su mayor parte las huellas de esos
autores”.[13]
El médico griego, prosigue notando
Jaeger, era más que un mero profesional como lo entendemos hoy en nuestra
cultura. Era mucho más. Era:
”El
representante de una cultura especial del más alto refinamiento metódico (el
subrayado es nuestro) y es, al propio tiempo, la encarnación de una ética
profesional ejemplar por la proyección del saber sobre un fin ético de carácter
práctico, la cual por tanto, se invoca constantemente para inspirar confianza
en la fecundidad creadora del saber teórico en cuanto a la construcción de la
vida humana. Sin exageración puede afirmarse que la ciencia ética de Sócrates,
que ocupa el lugar central en los diálogos de Platón, habría sido inconcebible
sin el procedimiento de la medicina. De
todas las ciencias humanas entonces conocidas, incluyendo la matemática y la
física, la medicina es la más afín a la ciencia ética de Sócrates. Sin embargo, la medicina griega no merece ser
tenida en cuenta solamente como antecedente de la filosofía socrática,
platónica y aristotélica en la historia del espíritu, sino además porque por
vez primera la ciencia médica, bajo la forma que entonces revestía, traspasa
los linderos de una simple profesión para convertirse en una fuerza cultural de
primer orden en la vida del pueblo griego.
A partir de entonces, la medicina va convirtiéndose más y más, aunque no
sin disputa, en parte integrante de la cultura general (enkúklios paidéia). En la cultura moderna no llegara a recobrar
nunca este lugar. La medicina de
nuestros días, fruto del renacimiento de la literatura médica de la Antigüedad
clásica en la época del humanismo, a pesar de hallarse tan desarrollada es, por
su especialización, rigurosamente profesional; algo completamente distinto de
la ciencia médica antigua”[14].
Hemos buscado en vano obras que
ofrezcan una consideración más complexiva de la personalidad médica de San
Lucas sobre una base más amplia que los indicios filológicos orientados a
detectar un lenguaje técnico médico. Esta pista es demasiado estrecha, y está
metódicamente viciada porque transpone presupuestos y conceptos actuales de lo
que es el lenguaje médico a unas circunstancias culturales muy diversas.
Mientras que es abundantísima la
literatura que compara el prólogo del Evangelio de Lucas con los prólogos de
los historiadores clásicos griegos,[15]
no conocemos ningún estudio detallado que explore sus semejanzas, en primer
lugar verbales, pero sobre todo mentales con los prólogos de las obras médicas
y que explore las posibles semejanzas gnoseológicas y criteriológicas
subyacentes también en el vocabulario.
Nos referimos a los recaudos metódicos que aseguran la certeza del
conocimiento (=asfáleia) tales como el valor y los límites que se
reconocen a la autoridad, a la observación rigurosa (=akribía), a lo
absurdo y descartable (=átopon) o bien otras categorías del pensamiento crítico,
que tocan a la verdad y la certeza. Las
obras médicas, tanto o más que las filosóficas abundan en esta suerte de
consideraciones metódicas, programáticas para el científico, y que la medicina
griega había heredado de sus contactos nativos con la filosofía. [16]
3) La finalidad del díptico
Evangelio-Hechos: La Certeza (asfáleia)
El Prólogo del Evangelio de Lucas
encierra como en germen toda una teología, pero también un programa
metódico. En él Lucas declara el fin que
se propone; los medios de que piensa valerse para lograrlo; se sitúa a sí mismo
y a su método en relación con su destinatario y con sus fuentes, garantizando
que su originalidad no está en apartarse de los orígenes sino en permanecer
fiel a ellos: “para que reconozcas, excelentísimo Teófilo, la certeza
(asfáleia) de las enseñanzas con que ha sido instruido”.
Los Hechos de los Apóstoles nos
muestran un ejemplo de esas enseñanzas o palabras (logoi) pre
bautismales impartidas a los gentiles.
Hechos 10,37-43 nos ilustra acerca de la naturaleza y contenido de estas
enseñanzas. Ellas están íntima relación
con lo que el prólogo de Lucas califica de “los hechos que se han consumado
entre nosotros”, que han sido objeto de narración por parte de otros, según la
tradición de los que desde un principio fueron testigos oculares y luego
ministros del logos.
Lo que Lucas procura es mostrar a
Teófilo la certeza de lo que ya conoce por haber sido instruido. El ministerio de Lucas como Teólogo puede
definirse como un servicio a la credibilidad, a la certeza, firmeza o solidez
de la doctrina cristiana. Su
re-proposición de los Hechos y Dichos del Señor (Evangelio) y de los Hechos y
dichos de los Apóstoles, ministros de su
logos o Evangelio, sólo se justifica a sus ojos en cuanto puede agregar algo a
lo que ya otros han emprendido antes que él narrando el Evangelio. Y lo que puede agregar no está tanto en el
contenido de las palabras o enseñanzas tradicionales y usuales en la Iglesia,
no está sólo en el contenido de verdad (contra la heterodoxia), cuanto en la
defensa de la verdad (contra la duda) o sea en la apología de su certeza.
Asfáleia
La palabra griega asfáleia,
que algunos traducen verdad, y que el Concilio Vaticano II retoma[17]
citando el prólogo de Lucas (veritatem) la explica el mismo Concilio,
poniéndola entre comillas para que se la entienda en el sentido del original
griego, como firmeza del conocimiento, es decir, certeza.[18]
La
certeza es aquella cualidad del conocimiento por la cual se excluye el temor de
equivocarse. Un juicio es cierto, cuando
se afirma como verdadero, es decir como adecuado a la realidad, sin temor de
que pueda ser falso. El temor de equivocarse transforma la certeza en mera
opinión.
Los distintos grados y formas de
conocimiento: sensorial, intelectual, matemático, histórico, moral,
interpersonal, etc, dan lugar a diversas clases y formas de certeza, según sea
posible al hombre alcanzar los distintos grados de la realidad con mayor o
menor grado de seguridad y exclusión de la posibilidad de errar.
El conocimiento científico aspira
precisamente a la certeza. Una es la
certeza de la filosofía, otra la de las ciencias naturales, otra la de las
ciencias humanas, otra la de la fe y la teología.
Lucas no inventa la palabra. La encuentra en el griego clásico y tardío y
en la traducción de los Setenta. En la
lengua griega, asfáleia deriva del verbo sfállo cuyo sentido
primitivo es hacer resbalar de donde derivan otras significaciones como hacer
caer, abatir, volcar, hacer caer en error, y toda clase de fallos
y fallos, morales, militares, o filosóficos: fallos en la búsqueda
caída o error o engaño.[19] Con esta palabra culmina, como en su cúspide
y su meta, el prólogo del Evangelio de Lucas.
1,1
Epeidéper pollói epejéresan
Ya que muchos
pusieron mano [a la tarea de]*
anatáxasthai diégesin peri ton coordinar
la narración de los
pepleroforemenon
en hemín [hechos] consumados, entre nosotros,
2. kathós
parédosan hemín tal
como nos los transmitieron a nosotros
hoi aparjés
autóptai los que desde el principio vieron con sus propios ojos
kai huperétai genómenoi tou lógou y servidores (ministros) fueron hechos
de la Palabra
3. édoke
kamoi parakolouthékoti he
resuelto yo también, habiendo investigado
ánothen
pásin akribós desde
su origen todos,
rigurosamente,
kathexés
soi grápsai ordenadamente
escribírtelas
krátiste Teofile excelentísimo Teófilo
4. hina
epignós peri ton katejéthes para que
reconozcas, de las recibidas
lógon ten
asfáleian
enseñanzas la certeza.
II. SAN
LUCAS Y EL UNIVERSO MENTAL DE LA MEDICINA GRIEGA
Sin
pretender ser completos, vamos a tender algunas líneas, a modo de coordenadas,
para tratar de situar lo q pudo ser la exigencia mental de certeza en un médico
de formación griega, qué grado de rigor metódico, qué disciplina lógica y
crítica pudo tener. Procederemos con una
serie de pantallazos.
1) Lucas y Dioscórides
Comenzamos
comparando dos hombres que están muy cercanos tanto por su origen étnico, su
lugar de nacimiento y su profesión, como por el hecho de haber sido contemporáneos
y haber recibido su formación médica probablemente en los mismos centros
docentes.
Pedanios
Dioscórides fue contemporáneo de Lucas.
Vivió entre los años 40-90 d.C.
Aproximadamente. Fue médico de formación griega. Acompañó a
las Legiones Romanas viajando por Italia, Galia, España, Alemania y
Grecia. Conoció, como Lucas al acompañar
a Pablo, todo el Imperio. En sus viajes
recogió un caudal enorme de observaciones botánicas, zoológicas y mineralógicas
desde su punto de vista médico y considerándolas sobre todo por su utilidad
medicinal.
Se
sabe poco acerca de su vida. Pero es
suficiente para asegurarnos de que por origen y cultura está muy próximo a
Lucas. Se sabe que nació en Anazarbas,
una ciudad de la montaña de Cilicia, no lejos de la ruta romana que unía por
tierra Antioquía con Tarso y prácticamente equidistante de ambas ciudades.
Pudo
educarse en Alejandría o más probablemente en Tarso. Sus datos biográficos nos han llegado por el
prólogo de su propia obra: Materia Médica, que nos ofrece rápidas
referencias acerca de sus inclinaciones, sus viajes, su época y sus
observaciones. Su obra la dedicó a su
amigo Areios, un asclepídeo protegido de Leccanius Bassus que, según Tácito,
fuera Cónsul romano en el año 64 a. C., fecha del incendio de Roma y del
comienzo de la persecución contra los cristianos y que señala el comienzo del
período en que pudo Lucas redactar su Evangelio. Dioscórides sirvió como cirujano militar
durante el imperio de Nerón (54-68 d. C.) lo que lo hace contemporáneo de Plinio,
con cuyo espíritu enciclopédico y sus intereses medicinales tiene muchísimos
rasgos comunes.[20]
2) El prefacio de la Materia Médica
de Dioscórides [21]
El prefacio de Dioscórides a su
libro Materia Médica es uno de los tantos escritos científicos de la época que
podrían analizarse y comparar con el Prologo de Lucas en búsqueda de analogías
en sus concepciones criteriológicas.
Dioscórides
insiste y enfatiza –como Lucas- que ha sido más cuidadoso y metódico que sus
predecesores. A diferencia de Lucas, los
inculpa de haber cometido errores algunas veces y de haber hablado de oídas a
otras. Pero tanto él como Lucas
coinciden en recomendarse a sí mismos y a lo que dicen: por haberlo comprobado
por sí mismos. Dioscórides insiste en
que ha investigado la materia con toda diligencia y por propia experiencia, o
en que ha seguido el relato de aquellos autores que hablan de las cosas sin
contradecirse… y que todo esto lo hace metódicamente, con la finalidad de saber
la verdad con certeza; de cara a esa finalidad considera que es una
virtud propia de su tratamiento de la materia, el haberla ordenado y
sistematizado. Rasgo de aprecio por el
orden que también encontramos en Lucas.
“Prefation
de Dioscórides”
“Dado
que muchos no solamente de los antiguos, empero también de los autores
modernos, hayan escrito de la composición, virtud y prueba de las cosas
medicinales, ¡oh amicísimo Ario!, todavía procuraré de darte a entender, que
no en balde, o sin razón alguna, me moví yo a tratar semejantemente de este
mismo negocio: visto que algunos de ellos ninguna cosa abarcaron; y otros,
aunque escribieron mucho, fue de cosas oídas[22]
[es decir: no vistas ni comprobadas por sí mismos]
Iolas, aquel Bitinio, y el Tarentino
Heraclides, echando del todo atrás la consideración [experimental] de las
yerbas, tocaron muy sobriamente de esta materia; ni hicieron ninguna mención de
minerales, ni de medicinas aromáticas.
Cratevas el Herbolario, y Andreas el
Médico (los cuales en este negocio fueron más diligentes que todos los
otros), también dejaron en blanco sin anotarlas. Empero con todo esto, no
podemos negar, que aunque los antiguos escribieron de pocas cosas, al menos
usaron de grandísima diligencia en escribirlas, la cual gloria no daremos a
los modernos. Entre los cuales Julio Basso, Nicerato, Petronio, y con ellos el
Nigro, y Diodoro, todos de la parcialidad[23]
de Asclepiades, juzgaron ser cosa muy importante la descripción de
la vulgar materia medicinal, que todo el mundo conoce, mas tratando muy de
corrida la virtud y prueba de los remedios, no regularon con la
experiencia sus efectos y facultades; sino que discutiendo acerca de las
causas con palabras ociosas y vanas, sobre cada uno de ellos levantaron
un mar de cuestiones y controversias; allende que escribieron una cosa por otra.
Porque sin duda el Nigro (el cual es tenido por el más excelente de todos
ellos) porfía que el Euforbio es licor de aquella hierba, que se llama camelea
y que nace en Italia. De más de esto dice que el Androshemo y el Hyperico, son
de la misma planta; y que el acíbar nace en Judea, de ciertas minas. Propone
otras muchas cosas semejantes a éstas, muy ajenas a la verdad. De donde se
colige que no las vio, sino que las oyó de otros.
Erraron
también en el orden: porque
algunos de ellos juntaron las osas medicinales entre sí diferentes. Y otros,
para más fácilmente acordarse, apartaron, para ponerlas por orden del
abecedario, cosas de naturaleza semejante natura, y con ellas [separaron entre
sí] sus especies y facultades.
Empero
yo desde mi tierna edad
(como bien lo puedo afirmar) habiendo sido inclinado con un deseo ardentísimo
al conocimiento de la materia medicinal: y habiendo recorrido varias y
peregrinas regiones (porque según tu bien sabes, mi vida siempre fue
militar) al final, vencido por tus exhortaciones, abracé todo este negocio
en seis
comentarios: los cuales ofrezco y dedico a tu nombre, en cambio de la singular
afección que me tienes: pues aunque naturalmente eres amigo de todos los
eruditos, y en especial de aquellos que son de tu profesión, á mi ciertamente
sueles mostrarme una más intrínseca benevolencia.
Es
no pequeño argumento de tu exquisita bondad, el entrañable amor que Licinio Basso,
excelente varón, te tiene: al cual [amor hacia ti] entonces conocí en él, cuando
quiso mi buena suerte, que gozando de vuestra conversación, contemplase entre
vosotros una muy estrecha amistad y verdaderamente digna que de todos fuese
imitada.
Exhorto
te pues a ti, y a todos los que estos comentarios míos leyeren, que no juzguéis
por el lenguaje el valor de esta nuestra fatiga, sino de la experiencia y
solicitud, con que trato las cosas subjectas. De las cuales habiendo yo visto muchas
con mis propios ojos diligentísimamente, y alcanzado otras de la historia
cierta, y cónsona a todos: y finalmente entendido algunos del relato que me hicieron
los habitantes de los lugares donde ellas [las hierbas] nacen, después
de haber sido por mí preguntados curiosamente, procuraré escribir – por orden
diverso del que siguieron los otros – las especies y virtudes de todas ellas.
Ni
pienso que ignore alguno; cuán necesaria sea la ciencia de los remedios, Así
por ser ella conjunta con toda el arte[24],
como porque da grande ayuda y socorro á cualquier miembro de ella: entendido
que puede crecer y extenderse el arte, a causa de las composiciones y mezclas de
los dichos remedios, y de las pruebas que hacemos de ellos en las enfermedades:
para lo cual sirve infinito la noticia de cada [componente] simple particular.
Abrazaré
también cualquier materia medicinal, aunque fuere muy familiar y doméstica,
para que nuestro instituto quede acabado y perfecto. Conviene tener primeramente cuidado, que cada
nuestro instituto quede acabado y perfecto.
Conviene tener primeramente cuidado, que cada cosa [hierba, vegetal] se
coja y guarde en su propia sazón y tiempo: porque según esto se hiciere serán
eficaces las medicinas, ó vanas, y sin vigor alguno. Han se pues de recoger estando el cielo
sereno: porque no importa poco, si se cogen en tiempo seco, ó lluvioso. También
hace infinito al caso, si nacen en montañas muy altas, combatidas de vientos,
frías, y muy enjutas: visto que lo que crece en estos lugares, suele ser dotado
de mayor fuerza: y al contrario lo que nace en campaña rasa, y en lugares acuosos,
sombríos, y nada oreados, por la mayor parte tiene poca virtud; en especial si
fuere cogido fuera de tiempo, ó de sus propia flaqueza ello mismo se parare
marchito.
Cumple
así mismo saber, que según la propiedad del lugar, y la templanza del año,
suelen ser más tempranas, ó más tardías en perfeccionarse, las plantas.
Entre
las cuales, algunas, por su propia naturaleza producen flores y hojas en el
invierno: y algunas florecen dos veces al año: de manera que el que quiere ser
docto en ellas, conviene que cuando nacen, y cuando están en su fuerza, y
finalmente cuando declinan, las contemple personalmente. Porque el que solamente cuando salen de
tierra las viere, no las podrá conocer, cuando fueren crecidas: ni el que hubiere
visto las grandes, conocerá las mismas en su primer nacimiento.
De
aquí procede, que los que no contemplan estas diversidades; así sea por transformarse
las hojas, como por variarse la longitud de los tallos, y hacerse las flores, y
los frutos mayores, con otras particularidades de esta suerte, a cada paso
se engañen. Ni de otra causa resulta el error de aquellos, que falsamente
escribieron [afirmaron por escrito que] algunas yerbas, conviene á saber, la
grama, el quinquefolio, y la úngela caballuna [uña, casco del caballo], carecen
de flor y de fruto, de tallo. Por ello los
que muy a menudo, y en muchos lugares contemplaren las yerbas, alcanzarán
perfecta congnition d’ellas. Es también
de notar, que entre todas las yerbas medicinales, sólo el Eléboro blanco, y el
negro, se conservan por mucho años: y todas las otras, pasados tres, no son más
de provecho. Las yerbas que extienden
ramos, como el Cantuesso, la Trixago, el Polio, el Abrotano, el Seripho, los
Axenxios, el Hyssopo, y otras de este jaez, se deben recoger, cuando están de
simiente llenas [semilladas]: las flores, antes de que por sí mismas se caigan;
los frutos, cuando estuvieren maduros; finalmente los simientes, en comenzando
á secarse antes que se derramen.
Sacaremos el zumo de las yerbas y hojas, luego cuando brotan los
tallos. Para recoger los licores y lágrimas,
es necesario sajar los troncos, cuando están en vigor las plantas. Las raíces, los licores, y las cortezas, que
queremos guardar, se tiene que cosechar al principio del caer de sus propias
hojas: y secarse cada cosa, siendo limpia, en lugares enjutos. Porque las mezcladas con polvo, ó lodo, débense
primero lavar con agua. Guárdanse las flores, y las cosas de buen olor, en unos
cajoncitos hechos de la madera de un árbol llamado teja, bien secos. Algunas veces
se suelen envolver en papeles, ó en hojas, para que se conserven las simientes
mejor. A la conservación de las liquidas medicinas, materia más espesa
conviene: como es la de la plata, la del vidrio, y también la del cuerno.
Guárdanse
así mismo en vasos de tierra cocida, con tal que no sean porosos. Entre los de madera suelen ser al propósito
los que se hacen de boj. Para los
remedios líquidos, aptos al mal de ojos, y para todos los otros, que de
vinagre, pez líquida, lágrima de cedro,
se hacen, los vasos de cobre son convenientes; así como los de estaño, para
conservar las grasas y los tuétanos”
Módulos metódicos
Hemos traído el Prefacio de
Dioscórides a Materia Medica como un ejemplo, el más próximo a Lucas que
hemos encontrado, para ejemplificar las semejanzas de criterios metódicos
experimentales. Pero no se trata de un caso excepcional. De hecho, los módulos
metódicos que reflejan ambos prólogos, eran lugares comunes, exigidos por el
espíritu académico griego.
Esos lugares comunes tienen
antecedentes muy remotos en el tiempo y es posible rastrearlos no sólo en otros
contemporáneos – por ejemplo Plinio el Viejo[25]
– sino, remontándose hacia atrás, por ejemplo en Aristóteles[26]
e Hipócrates.[27]
La originalidad teológica de Lucas
está quizás en haber reclamado para los Hechos que se han consumado entre
nosotros, la consistencia histórica y la densidad realísima, así como la
eficacia salutífera comprobable, que los hacía susceptibles de ser tratados con
el instrumental metódico más riguroso de que disponía el científico del mundo
griego, y que le podía exigir un espíritu cultivado como el Teófilo al que
dirige el Prólogo de su Evangelio
3) Lucas y el trípode Empírico
Los
orígenes de la medicina griega, como los de la medicina egipcia y babilónica
están marcados por el predomino de un empirismo craso, pero que subraya
fuertemente el carácter experimental y pragmático del arte de curar.
“Era
costumbre (antes de Hipócrates) que todos aquellos que se habían curado de
alguna enfermedad, escribieran en el Templo (de Asclepios - Esculapio o del respectivo
dios de la salud) el remedio que les había resultado eficaz, a fin de que
pudiera ser útil a quienes se encontraban en igual situación”[28].
Hipócrates
es el primer gran sistematizador de esta masa casuística y unió a sus dotes de
observación, el genio crítico y un método rudimentario. pero germinalmente
riguroso, tomado de los filósofos y de la sabiduría tradicional que encontró en
el hogar de Asclepios.
La
Historia de la Medicina griega se caracteriza por la tensión constante entre
los dogmáticos y los empíricos, o sea entre médicos que privilegian la vía
deductiva inspirándose en teorías y doctrinas filosóficas acerca de la
naturaleza, y otros que privilegian la sistematización de las observaciones.
En
Aristóteles la medicina griega alcanza un raro equilibrio, pronto perdido por
sus discípulos, entre el poder de observar y el genio sistematizador y
critico-deductivo. Más tarde, Galeno
considerará que Aristóteles no hizo sino comentar la filosofía médica de
Hipócrates[29].
Los
aforismos de Hipócrates, una colección de 400 observaciones de síntomas
interpretativos, eran el a-b-c de cualquier aspirante a médico.
De
la observación comparada de los síntomas y de la repetición de hechos,
Hipócrates enseñaba a excluir lo accidental y a reunir finalmente la multiplicidad
y variabilidad de las manifestaciones en una colectividad, agrupándolos en una
ley médica[30].
Hubiera
bastado este precedente metódico para formar una cabeza capaz de hacer teología
como Lucas, a partir de síntomas y hechos concretos, y sin prisas para deducir
leyes abstractas, ni en erigir en ideal de salud un determinado concepto a
priori.
Pero
después de las conquistas de Alejandro, la medicina griega siguió
enriqueciéndose. Hay que citar por un
lado el aporte de genios metódicos cómo Aristóteles, que le ofrecían
sistematizaciones doctrinales de sus observación de la Naturaleza, tales como
la doctrina de los elementos, de los humores, los temperamentos y la
constitución somática o fisonomía, los átomos, los sentidos la respiración, la
embriología y generación, el pneuma o espíritu como fuerza de la naturaleza,
etc. Estaba por otro lado el contacto
enriquecedor con otras culturas, como la egipcia, depositaria de una rica
ciencia anatómica.
La Escuela Empírica
No
es por casualidad que sea en Alejandría de Egipto donde surge y florece la
Escuela Empírica de la medicina griega antigua.
Esta escuela canoniza y desarrolla los métodos de observación directa
del cuerpo humano e introduce a gran escala los ensayos y experimentos. Al Médico se le exige no sólo la sencilla
observación de cada enfermedad, sus causas y la acción de las medicinas, sino
también la consideración de otras circunstancias, tales como la constitución de cada enfermo, las
diversidades circunstanciales de climas, lugares, momentos, y la jerarquización
critica de los síntomas.
Bajo
el mecenazgo de los Ptolomeos, grandes médicos se aprovecharon de los
conocimientos de anatomía interna que había acumulado en Egipto la antigua
costumbre de la disección y embalsamamiento de los cadáveres. Hay antiguos testimonios, entre ellos el de
Celso[31],
de que por esa época, no se retrocedió ante la idea de llevar a cabo
vivisecciones de criminales condenados a muerte, que les eran facilitados a los
médicos estudiosos, merced al favor de los reyes interesados en sus estudios.
Tertuliano
se hace eco de la noticia según la cual Serófilo había practicado unas seiscientas
vivisecciones de criminales: “Aquel médico o mejor dicho destripador (lanius),
que disecó vivos a seiscientos para escrutar la Naturaleza y que para conocer
al hombre lo odió, etc.”[32].
Los
conocimientos médicos de la Antigüedad son insospechables fuera de los ámbitos
académicos especializados. Herófilo de Calcedonia[33] que trabajó en Alejandría hacia el año 280 antes
de Cristo, hizo la disección del ojo, describiendo a la maravilla la retina y
el nervio óptico. Sus disecciones de la
masa encefálica le permitieron describir el cerebro, el cerebelo y las
meninges, bautizó el tórculo de Herófilo (confluencia de senos sanguíneos en la
duramadre o membrana exterior del cerebro) y dio al encéfalo el honor de ser el
asiento de la mente y sus facultades.
Distinguió los nervios sensitivos de los motores y los de terminación
cerebral o medular. Diferenció las
arterias de las venas y dio, diecinueve siglos antes de Harvey[34],
una descripción de la circulación sanguínea entre el corazón y los
tejidos. Disecó y describió los órganos
de la reproducción masculinos y femeninos, y otros órganos internos como el
hígado y el páncreas, bautizó el duodeno con su nombre actual. Fundó además el estudio del pulso y su
medición y, según Plinio el Viejo, aplicó a él la notación musical[35].
Dentro
de las grandes escuelas alejandrinas, la Escuela Empírica, erige la experiencia
práctica como la única que debe dirigir el estudio de la medicina.
Es
en esta corriente médica donde se inscribe también Glauquias[36],
hacia el año 180 a.C. Este médico de quien sabemos apenas lo que nos dice
Cornelio Celso en el Prefacio de su obra, designó con el nombre de Trípode
Empírico la trilogía metódica que hacía el credo de la escuela
empírica.
El
trípode Empírico reposa sobre tres principios:
1) La
observación propia (autopsia), que por la suma de todas las observaciones
aisladas llega a convertirse en experiencia;
2) la
tradición histórica de los hechos de experiencia de los médicos más antiguos;
3) la
analogía, como principio que permite sacar conclusiones deducidas de lo que
diversos casos tienen de común, cuando sobrevienen casos o enfermedades
desconocidas y fracasen los métodos anteriores.
Basta
una somera comparación de estos principios empíricos con los del Prólogo de
Lucas a su Evangelio para fundamentar la certeza que intenta ofrecer a Teófilo,
para encontrar claros equivalentes de la observación propia de Lucas[37],
la observación propia de los apóstoles y su transmisión de esa certeza por
tradición.
Los
Apóstoles son, para Lucas según el Prólogo de su Evangelio, los que vieron por
sus propios ojos (autoptai, los que ven por sí mismos) desde el
principio y nos transmitieron su experiencia directa. El término autóptai
con que los designa, es pariente de nuestra palabra autopsia que designa
el examen visual del estado de un cadáver. Autóptai, testigos
presenciales, los apóstoles serán por eso enviados por Cristo como ‘testigos’ o
sea ‘mártires’, para dar testimonio de la vida, palabras y milagros del Señor
En
cuanto al tercer principio de analogía es muy semejante al que domina en las
mutuas relaciones entre ambas partes del díptico lucano: Evangelio = Hechos,
Vida de Cristo = Vida de los Apóstoles = Vida de la Iglesia[38].
4) Lucas y la Medicina Pneumática
Los
exegetas están de acuerdo en reconocer que Lucas es de un modo particular el
evangelista del Espíritu Santo[39].
El
Espíritu Santo nos es conocido a través de la revelación divina en la religión
de Israel. Para Lucas esta realidad se
revela plenamente en Jesús y en su iglesia; el Espíritu Santo, su acción, es un
hecho de experiencia actual del creyente en la iglesia. La presencia operante el Espíritu de Jesús se
manifiesta en tres rasgos acentuados por la Cristología de Lucas: 1) Jesús es
profeta en continuidad con el ciclo de Elías-Eliseo que explica el segundo
rasgo de 2) Jesús Soter o salvador de la muerte y el de 3) Jesús Kyrios,
Señor o Supremo bienhechor del hombre[40].
El Pneuma
en el pensamiento griego
En
el mundo griego, había ya un pensamiento y una reflexión e investigación sobre
el Pneuma o espíritu como elemento de la realidad observable. Para
Aristóteles, el Pneuma es un instrumento, o fuerza, de la Naturaleza, tiene
múltiples funciones instrumentales en los fenómenos naturales[41];
tiene una naturaleza sutilísima y por eso desarrolla la máxima fuerza y
velocidad[42];
esta fuerza es causa de los movimientos de la Tierra[43];
está en relación con el rayo, se manifiesta antes y después del mismo, aviva el
fuego y lo convierte en llama, es invisible, pero se manifiesta en humo o
vapor, es más poderoso que el elemento agua, está en ella y contenido en el mar;
además de manifestarse en la fuerzas cósmicas desempeña un rol decisivo en el
mundo de las fuerzas biológicas y los fenómenos vitales más importantes; por
ejemplo en la generación animal[44]
y en la respiración; etc.[45].
Basta
recorrer un índice analítico de sus obras para darse una idea de lo que es para
él el Pneuma o Espíritu y para convencernos del paralelismo con el Rúaj
hebreo. Pneuma y rúaj, ambos
términos encierran la más amplia gama de significaciones, desde la más sublimes
a la más pedestres: el viento, el aliento, la respiración el estornudo, la tos,
etc. En el Pneuma aristotélico y
griego no se encontrará por supuesto los contenidos propios de la teología
Israelita, pero ocupa un lugar equivalente como fuerza de la Naturaleza.
La
escuela pneumática de la medicina griega
Precisamente en los años en que comenzaba
a extenderse el cristianismo llegaba a su apogeo y florecimiento una escuela de
la medicina griega conocida como la Escuela Pneumática. Su máximo exponente, Ateneo de Attaleia
ejerció activamente entre los años 41-54 d. C. Las raíces de su escuela pueden
buscarse en épocas anteriores, pues Ateneo llega a Roma durante el gobierno del
emperador Claudio y cuenta con numerosos representantes.
El nombre de escuela Pneumática, viene del
importante papel que esta escuela atribuye al Pneuma o espíritu en la
fisiología y la patología, aun cuando muy pronto adopta una tendencia ecléctica
en la elección y combinación de diferentes orientaciones médicas,
característico rasgo de la medicina de la época. Esta escuela parece haber estado bajo el
influjo del estoicismo[46].
Para
ella origen de la vida es algo como un soplo, “el Pneuma”, el alma no sólo del
individuo sino del mundo, que todo lo penetra, todo lo une, todo lo anima y
representa asimismo el elemento activo de las cuatro cualidades fundamentales:
fuego, agua, tierra y aire (elemento éste el más próximo al pneuma y que
anima a los anteriores). En el hombre,
el Pneuma, tomado de la naturaleza, es innato y tiene su centro en el
corazón. Con el aire respirado va
llegando constantemente al cuerpo nuevo aire, que es asimilado por el Pneuma
innato,
Con
los filósofos estoicos distinguen los médicos de esta escuela tres grados de pneuma:
1) en su forma más simple, representa la fuerza que mantiene unido el cuerpo; 2)
en un grado medio es la fuerza que permite la reproducción y el crecimiento; y 3)
en su grado más elevado constituye el substrato de la vida y de las funciones
psíquicas. La completa supresión del Pneuma es causa de la muerte.
Esta
teoría se ocupa hasta de los más sutiles detalles de fisiología y patología.
Las observaciones
que ponen en relación los estados anímicos, las pasiones y las alteraciones
orgánicas con la respiración y con alteraciones de la misma, como son el
sollozo, la risa, el estornudo, la tos, el grito de dolor, etc., son
naturalmente antiquísimos[47]. La escuela pneumática viene a coronar esas
ideas que ya tenía la Antigüedad acerca de la importancia del aire inspirado
como principio vital y de los órganos de la respiración (pulmones y garganta y
nariz) como espejos físicos del alma.
En
la cultura hebrea se observa la misma asociación entre los conceptos de alma y
garganta coincidentes en el uso del vocablo néfesh[48]. Muchas de estas ideas, redescubiertos por la
medicina psico-somática, el Yoga, etc.
Se
comprendería mal a Lucas si se pensara que ofrece a su lector de origen griego-gentil
una reducción de los hechos cristianos a las teorías o doctrinas
paganas, para hacérselas aceptables.
Pero no hay dificultad en aceptar que Lucas defendió la certeza de los
hechos de la vida de Cristo y de la Iglesia, mostrando que eran coherentes y
compatibles con lo mejor del pensamiento científico griego.
Ni
siquiera en esto puede decirse que Lucas haya inventado un camino totalmente
nuevo. El método que practicó la
apologética y el proselitismo judío en la diáspora gentil era semejante. De ellos dan testimonio las obras de Filón y
de Flavio Josefo[49].
Sólo
que en Lucas, como en Pablo – y sobre todo a partir de la experiencia del
Areópago—los hechos, (la Pasión y la Resurrección, la Vida de Cristo y la
experiencia de la Iglesia) se convierten en la piedra de toque que mide toda
idea y toda doctrina[50].
Ambos,
Lucas y Pablo, proceden tomando términos familiares al mundo del pensamiento
griego (y en el caso de Lucas parece que toma los comunes al orden médico) y
tratan de cargarlos del nuevo sentido que deriva de los hechos de la revelación
cristiana. El Pneuma sería una de esas categorías.
Tanto Pablo como Lucas están inmersos en un
mundo cultural en el cual se viene gestando una simbiosis secular entre lo
helénico y lo semítico. Nos baste aquí
remitir a algunos autores y obras que han intentado rehacer las peripecias de
esos complicados procesos: M. POHLENZ, Stoa and Semitismus[51]
A. ORBE, Estudios Valentinianos[52],
E. ELORDUY-J. PÉREZ ALONSO, El Estoicismo[53]. Véase en esta última obra la caracterización
estoica del pneuma: ektikón, fusikón y psujikón; así como
sus relaciones con el logos estoico[54]
y a su vez del logos con el qanah semítico[55]. Este panorama del trasfondo cultural es
imprescindible para dar relieve y perspectiva a todo ulterior análisis
filológico.
5) Lucas y las categorías de
salvación (sotería) y salud (hugiéia)
El concepto de salud griego era muy
amplio, y al mismo tiempo que pesaban en él las convicciones comunes que tiene
el hombre acerca de lo que es estar sano, había sido objeto de la más grande
concentración de reflexión filosófica.
Aristóteles distingue entre la sotería
(que es salvación, es decir la salud en cuanto se opone a la muerte y
destrucción) y la hugiéia (en cuanto estado de salud opuesto a la
enfermedad)[56].
En todo caso, ciertamente, el
médico-griego, se manejaba con un ideal mucho más complejo que el médico
actual, acerca de lo que es la vida plena, la salud, la felicidad y el
bienestar del hombre. Ese concepto no
era el mero concepto actual de higiene, salud física, etc., sino que estaba muy
próximo a los ideales de la plenitud del hombre según la cultura griega, como
lo ha descrito W. Jaeger en Paideia, y era inseparable de los ideales
éticos y espirituales.
Las
corrientes cínica, hedonista, epicúrea, estoica, eran sistemas filosóficos
de impostación vital, que calificaban
al mismo tiempo que una doctrina, el modo de vivir que proponía. Cada una de ellas se enfrentaba a los goces
y dolores de la vida, a la salud y a la enfermedad, a la vida y al a muerte de
manera diversa. Y cada una de ella pedía
a la medicina algo distinto.
La
leyenda negra de la medicina griega, de la que se hace amplio eco Plinio
invocando un testimonio tan antiguo como el de Catón, tiene su raíz en esa
conexión entre el arte médico y los ideales de vida. Más que un rechazo de la medicina griega, es
un rechazo de ciertos médicos griegos y de ciertas prácticas difundidas por
éstos en el mundo romano que amenazaban corromper el tradicionalmente austero
régimen de vida de la nobleza de la Urbe romana.
Plinio
el viejo ridiculiza la volubilidad de las modas médicas, la charlatanería, los
elevadísimos honorarios con que ciertos médicos se enriquecían a costa de los
gobernantes. Recuerda el caso del médico
griego Arcagathos, hijo de Lisanias, que vino a Roma desde el Peloponeso y que
se hizo tristemente famoso por sus cauterios y otras crueldades, hasta merecer
el apodo de Vulnerario. Recuerda las
palabras de Catón, según el cual los médicos griegos se habían juramentado para
exterminar con su arte médica al pueblo romano, que ellos llamaban
bárbaro. Catón le prohibió a su hijo
todo trato con ellos durante su estadía en Grecia; “cuya cultura hay que mirar
pero no aprender” pues “si esta nación revoltosa y malvada nos trae sus
conocimientos, diseminará su corrupción entre nosotros, y peor aún si nos envía
sus médicos” [57].
Siguiendo este consejo de sus ancestros Plinio el Viejo quiere poner a sus
lectores en condiciones de usar las medicinas prescindiendo de los
médicos. “Porque la Medicina es la única
de las Artes griegas que es aún incompatible con el espíritu romano. Muy pocos romanos se han dedicado a ella, y
éstos son verdaderos tránsfugas culturales, que acabaron grecizándose por
completo”[58].
En toda la historia de la medicina
griega que esboza Plinio el Viejo, reluce su fobia romana contra los
refinamientos griegos. No sin cierta
razón, en cuanto se refiere a algunos que eran más charlatanes y curanderos que
médicos y que no recocían los límites reales de su ciencia. Además de la imprudencia e inutilidad de
ciertos remedios, estaban las prácticas, temidas por Catón como corruptoras de
las costumbres. Había, efectivamente,
quienes pasaban el día en masajes, unciones, baños, depilaciones impúdicas, y
se valían de la medicina para protegerse contra una vida de excesos. Aparte de la homosexualidad extendida en el
mundo helenístico, valga de ejemplo el consejo médico de vomitar para poder
volver a comer y librarse de los efectos nocivos de los excesos en la bebida y
comida. Toda esta leyenda negra no obstó
para que desde el año 46, el Emperador Claudio consagrara el aprecio por la
verdadera medicina griega confiriendo la ciudadanía romana a los médicos griegos. Fuero del que debe haberse beneficiado Lucas.
Que
haya habido desviaciones decadentes de la medicina griega, no quita que ella
estaba y estuvo al servicio de una imagen muy rica y compleja de lo que es el ser
humano sano y pleno. Nos dará una idea más acabada de estos ideales, la descripción
que da de ellos W. Jaeger, por lo que lo citamos a continuación extensamente
porque permitirá calibrar mejor el trasfondo ambiental del nuevo ideal de sotería
e hygieia que proponen los escritos paulinos y lucanos.
“Es posible, sin embargo – escribe
Jaeger – que el tipo de vida del ciudadano de los estado-ciudades de la Grecia
del siglo IV estuviese realmente organizado de tal modo que dejase al individuo
el máximo de tiempo libre necesario para dedicarlo al cautivo del espíritu y al
cuidado del cuerpo. El ejemplo de la
cultura física médica revela precisamente que la polis griega era, aun
bajo su forma democrática, una aristocracia social, y así se explica en gran
parte el alto nivel de cultura media logrado en esta sociedad.
Dentro del marco de este estilo de vida de Grecia no
encajaría ninguno de los grandes tipos de la vida profesional de nuestro
tiempo, ni el comerciante ni el político, el sabio, el obrero ni el campesino.
En la medida en que estos tipos existían ya entonces, se salían también de él.
Se comprende, en cambio, que la filosofía
socrática y el arte polémico de los sofistas surgiesen precisamente en aquellas
palestras. Sería equivocado pensar que los kaloi kagathoi (los hermosos
buenos) se pasaran el día entero en el gimnasio, friccionándose y haciendo
ejercicios, depilándose, cubriéndose de arena y volviendo a lavarse, entregados
a una actividad que convertía hasta el agón (la lucha libre) en una
febril afán deportivo.
Platón combina las tres virtudes físicas de la salud, la
fuerza y la belleza con las virtudes del alma, la piedad, la valentía, la
moderación y la justicia, en una unidad armónica. Todas ellas proclaman por
igual la simetría “del universo”, la cual se refleja en la vida física y
espiritual del ser humano.
La cultura física, tal como la conciben los médicos y
gimnastas griegos, es también algo espiritual. Inculca en el hombre, como norma
suprema, la observancia rigurosa del noble y sano equilibrio de las fuerzas
físicas. Y como la igualdad y la armonía forman la esencia de la salud y de
toda perfección física en general, el concepto de lo “sano” se extiende hasta
formar un concepto normativo universal aplicable al mundo y a cuanto vive en
él, pues sus bases, la igualdad y la armonía, son las potencias que, según la
concepción de que aquí se parte, crean lo bueno y lo justo en todos los órdenes
de la vida, al paso que la pleonexía lo destruye.
La medicina griega es al mismo tiempo la raíz y el fruto de
esta concepción del mundo que constituye su punto de mira constante, y ésta es,
pese a toda la individualidad espiritual del hombre y de su estirpe, la
concepción común al helenismo clásico.
Si la medicina pudo conquistar una posición tan representativa dentro
del conjunto de la cultura griega, fue porque supo proclamar en el campo más
próximo a la experiencia inmediata del hombre la vigencia inviolable de esta
idea fundamental del alma griega. En
este sentido elevado, podemos decir que el ideal helénico de la cultura humana
era el ideal del hombre sano”[59].
Jesús el Salvado o Soter
El padre Lagrange observaba ya en su
comentario que la expectativa de un hombre salvador, de un Soter, estaba
muy extendida en tiempos de Cristo y que es sobre el trasfondo de esta
expectativa que el Evangelio de Lucas debe mirarse y puede resumirse en una
sola frase: “Jesucristo es el Salvador, el Soter”[60] La acentuación de la función salvadora
(soteriológica) y sanadora (medicinal, higiénica) de Cristo, es un hecho
característico de la teología de Lucas y de Pablo, que puede explicarse
perfectamente como un énfasis pastoral aconsejado por el mundo mental de sus
destinatarios. Pocas categorías como las
de Salvación y Salud, gozaban de un prestigio tan amplio, extendido y arraigado
en el mundo helénico[61].
En
las cartas pastorales de San Pablo sobre todo, junto a una concentración del
uso de estas palabras, se encuentra coexistiendo una mayor frecuencia de
palabras también propias de Lucas: hygiés, hygiainen. Así por ejemplo, se dice de la doctrina, que
es sana o salutífera[62].
Ciertas
comparaciones del apóstol con un arquitecto, pueden hacer pensar también en la
semejanza común en el mundo griego entre el oficio de médico y arquitecto[63].
También
en otras categorías teológicas paulinas (como el kairós) puede haber
influido el diálogo con el médico Lucas.
Recordemos aquí la doctrina del Cuerpo de Cristo, los miembros y la
cabeza. Si bien aisladamente cada uno de
estos aspectos no es conclusivo, su convergencia crea una verosimilitud
impresionante.
Pero
el mensaje cristiano empieza a proponerse con Pablo y Lucas como una nueva
experiencia de sotería, que quiebra los moldes de las ideas
recibidas. Es precisamente ese el punto
del escándalo en el sermón de Pablo en el Areópago (Hechos 17,16-34). La sotería cristiana incluye la
Resurrección, y eso era inaceptable para los casilleros mentales de su
auditorio.
Aún
hoy, como observa acertadamente Elorduy: “Muchas de las dificultades que surgen
en la lectura de los autores sagrados y profanos, dependen del realismo arameo
de los conceptos empleados, que chocan con nuestro lenguaje convencionalista”[64]. El lenguaje cristiano chocaba no sólo con los
lugares comunes del pensamiento estoico-griego, sino también con los de la
teología judía. En diálogo con ambos,
Pablo y Lucas corregían y sometían a reinterpretación.
III.
SAN LUCAS MEDICO GRIEGO ANTE LOS MILAGROS BIOLÓGICOS
Teniendo
en cuenta la enseñanza católica acerca de la inspiración de las Sagradas
Escrituras no podemos despreciar ningún aspecto de la eventual formación del
autor humano inspirado, pues el Espíritu Santo se vale de todas sus potencias y
cualidades, naturales y adquiridas, para expresarse mediante ellas[65].
Cuando
elige a Lucas, médico dotado de una cultura vastísima, el Espíritu Santo está
consagrando e inspirando lo mejor que la ciencia de la época había conferido a
Lucas. Lucas había asumido y era
portador de una tradición médico-científica, rica en conocimientos y muy exigente
en su aspiración a la verdad, al mismo tiempo que de elevadas miras éticas.
Toda
esa riqueza de ciencia y rigor intelectual, la pone el Espíritu Santo al
servicio del Evangelio y de su difusión en el mundo griego gentil. A los cristianos provenientes de ese mundo
cultural, Lucas quiere mostrarles la firmeza y veracidad del mensaje cristiano.
Muy
posiblemente, el médico Lucas, al convertirse al cristianismo, no lo hizo como
quien abandona su profesión, sino como quien ha encontrado, en su nueva fe,
algo que lo plenifica en su ejercicio.
En Cristo, Lucas médico pudo descubrir la verdadera y suprema dimensión
de la medicina y la revelación de la Salud, la Salvación y del Salvador al
mismo tiempo. Pudo quizás también comprender que la estructura última de la enfermedad
y la muerte es el pecado. Y que la cumbre de la salud y la salvación humana se
da en la comunión con Dios por la gracia, obra del Espíritu Santo.
Más
allá de los límites que se le habían impuesto a los ideales médicos
hipocráticos, la Resurrección se presentaba ahora, a la luz de hechos
empíricamente comprobados, como un hecho que redimensionaba dichos ideales.
Si
Lucas era ya portador de tales exigencias mentales al acercarse al
cristianismo, parece obvio que no se hizo cristiano sin haber logrado una
evidencia de los hechos, una evidencia tal que superaba en fuerza a los a
prioris doctrinarios.
A
la luz de lo expuesto hasta aquí, es posible releer el Prólogo a su Evangelio
sopesándolo como portador de un programa metódico, que enumera las garantías
epistemológicas y críticas sobre las cuales reposa la certeza de la fe del
autor y sobre ha de poder reposar la fe de Teófilo, su destinatario.
1) El Prólogo del
Evangelio como programa metódico
Lucas-griego se define a sí mismo en su Prólogo ante
Teófilo-griego y en contraste con los intentos anteriores no-griegos. Lo hace con este participio perfecto del
verbo parakoloutheo: seguir a alguien, investigar una cosa. En perfecto: “investigué y sé”. Esta cualidad y actitud de espíritu del
testigo se define aún más mediante lo que sigue, dándonos una pintura de la
disciplina del espíritu griego en busca de la evidencia y certeza, amante de la
luz sobre las cosas y de límites claros.
Lucas ha investigado para escribir
pero, sin duda, ya lo habría hecho antes, simplemente para creer. Y por eso dice que investigó ánothen
que quiere decir desde arriba y equivale al evangélico aparjés: desde
el principio, desde el comienzo.
Pero también –ambiguamente y quizás ambivalentemente—significa: de
nuevo, otra vez.
Lucas ha investigado de
nuevo los hechos prágmata consumados, y también la tradición (parádosis)
y el modo (kathós) con que fue narrada.
Lo investigó –sigue insistiendo—todo (pasin) y desde el principio
(aparjés).
Pero el espíritu griego
pide más. Y por eso Lucas continúa
definiendo su investigación, que abarca todos los hechos consumados y todo lo
atinente a su trasmisión y desde el principio de los hechos consumados. Y lo que agrega se refiere a la calidad
de su investigación: akribós = minuciosa, cuidadosamente,
escrupulosamente, atentamente, rigurosamente, con trabajo, con seguridad.
Esta acumulación de
garantías sobre el conocimiento que Lucas tiene de los hechos consumados y
narrados, y que ha recibido de los testigos oculares y ministros del Logos, va
encaminada a garantizar y asegurar – como se ha dicho – la asfáleia – la
certeza, firmeza, seguridad, infalibilidad, que Teófilo debe reconocer en las
enseñanzas que ha recibido.
Lucas agrega a estas cualidades
suyas como investigador – enterado y digno de crédito – otra cualidad que lo
toca como escritor: va a escribir kathexés. Este adverbio que cualifica la acción de
escribir, deriva del verbo éjomai que aparece en otros lugares de sus
escritos (Lucas 8,1, Hechos 3,24; 18,23).
La palabra kathexés expresa su voluntad de escribir según un
orden. No el de la sucesión
cronológica de los hechos, como lo haría un historiador pagano. El orden que Lucas sigue escrupulosamente
resulta coincidente con el de Marcos[66].
Su modo de acceder al orden de los
hechos, es a través de los testigos autorizados de los mismos. Luego, cuando Lucas se permite alteraciones
del orden que encuentra en sus fuentes, porque toma sus pautas de lo que sus
predecesores (Marcos y Mateo, por ejemplo) han considerado que es ese orden, y
porque también ellos se han permitido un arreglo de sus materiales que no
obedecen al despotismo de la sucesión temporal de los hechos, sino al fin de
sus respectivas narraciones evangélicas.
Si se permite insertar un evangelio de la infancia, es sin duda porque
se ve autorizado a ello por el ejemplo apostólico-evangélico de Mateo. Y si se permite apartarse del material del
evangelio de la infancia de Mateo y construir un evangelio de la infancia con
materiales y énfasis teológicos diferentes, es porque ha interpretado que Mateo
había procedido en el suyo con libertad.
Por lo tanto, tenemos que dejar bien
claro que Lucas jamás se toma una libertad redaccional si sus fuentes no lo
autorizan a ella, prescribiéndole la libertad.
Hasta aquí es fiel a los Hechos.
Fiel a sus fuentes, pero no menos
fiel a lo más noble y válido de la cultura griega de donde proviene. Lucas debe
ser comprendido a la luz de las exigencias legítimas que el espíritu griego y
el culto griego de la verdad objetiva, ponía a la disciplina del conocimiento.
El
fracaso de Pablo en Atenas ha de atribuirse, quizás, a que se dirigió a la
“piedad” de los atenienses y no a su “curiosidad”. Por eso, comprendiendo la lección, Pablo los caracterizará
en adelante en contraposición a los judíos que piden: “signos”, como los griegos
que piden: “sabiduría”. Esta oposición
de dos metas culturales diversas, condicionaba también dos aproximaciones
kerygmáticas y pastorales.
La genialidad de Lucas está en
permanecer fiel a sus fuentes (toma el sesenta por ciento de Marcos y sigue escrupulosamente
su orden como vimos) pero toma las exigencias gnoseológicas también muy en
serio e incrusta en el relato el testimonio que ha recabado de testigos dignos
de fe. No hará concesiones a la gnosis,
pero mostrará también que el Evangelio salvaguarda la salud del conocimiento y
la razón y la fidelidad a la verdad histórica.
2) La credibilidad de
hechos increíbles
A los hijos de una época como la
nuestra, dominada por los prejuicios antirreligiosos de la Ilustración
militante, herederos de siglos de polémica racionalista y positivista
antievangélicas, imbuidos de prejuicios histórico-críticos tanto más peligrosos
cuanto inconscientes, nos resulta difícil comprender a Lucas. ¿Cómo es posible que este médico heredero de
una formación científica de alto nivel, y que se propone precisamente
certificar a Teófilo de la firmeza de la doctrina recibida, lo confronte de
entrada con el evangelio de la infancia, cuajado de hechos milagrosos como la
concepción milagrosa de la anciana Isabel y la concepción virginal de María?
¿Por qué motivo no calló Lucas estos
hechos tan escandalosos para una razón apasionadamente empirista? ¿Por qué,
puesto que sigue tan escrupulosamente a Marcos, no se conformó con silenciar
esos misterios de la infancia, que sólo podían chocar a sus oyentes? Su modelo
marcano lo hubiera autorizado a ello y habría facilitado la adhesión al
cristianismo de muchos gentiles, sobre todo los más ilustrados, ahorrándoles un
escollo y un motivo de tropiezo en su adhesión de fe.
Pero Lucas no sólo no silenció los
milagros de la concepción del Bautista y de Jesús, sino que los subrayó,
superando incluso la audacia de Mateo. Y
no hizo esto sólo con los milagros relativos al evangelio de la infancia. A la lista de milagros evangélicos, ya de suyo
bastante escandalosa para los ilustrados de la época, se permitió
agregar milagros como el de la reanimación del hijo de la viuda de Naím (Lucas
7,11-17), que sólo él narra entre todos los evangelistas, y como la
resurrección de Eutico (Hechos 20,7-9).
Si
tomamos como modelo de esos ilustrados a Plinio el Viejo[67],
nos encontramos con uno de esos ateos que habiendo investigado el mundo de las
creaturas y habiéndolas descrito exhaustivamente en su Historia Natural,
no habían llegado al conocimiento de Dios. Pablo los señala, atribuyendo a su
negación de Dios una desastrosa ruina moral[68].
Plinio
el Viejo confiesa su ateísmo en unos términos que parecen blindar una mente
para la acogida al Evangelio. Por eso, detenernos a leer un tramo de su obra
puede completar nuestra idea acerca de las dificultades del anuncio evangélico
confiado a san Lucas:
“En
medio de ellos (de los planetas) se mueve el sol, el más considerable por su
tamaño y su potencia, el cual no sólo gobierna las estaciones y las tierras
sino también a los astros mismos y al cielo. Él es el alma, o más propiamente
el espíritu del mundo entero, la primera regla y la primera divinidad de la
naturaleza[69].
De ello nos persuade la importancia de su rol: él es el que ilumina las cosas y
espanta las tinieblas; él el que hace empalidecer unos astros y da brillo a
otros; él el que rige la sucesión de las estaciones y el renacimiento perpetuo
de los años, de acuerdo a las necesidades de la naturaleza; él el que disipa la
tristeza del cielo y las nubes del espíritu; él presta su luz a los demás
cuerpos celestes; preclaro, eximio, que todo lo ve y todo lo oye también,
privilegio que según veo, sólo Homero, el príncipe de las letras, le ha
reconocido.
Juzgo
que es un rasgo de la debilidad humana – escribe Plinio el Viejo – buscar una
forma y una imagen de Dios. Quienquiera sea Dios, si es que es algo distinto
del mundo[70],
y en cualquier lugar que se encuentre, es todo sentidos: todo vista, todo oído,
todo vida, todo alma, todo él mismo […]
Dios, es que un hombre ayude a otro hombre[71]. Y éste es el camino de la gloria eterna. Este es el camino que transitaron los romanos más preclaros y por donde avanza hoy con sus hijos el más grande soberano de todos los tiempos, el emperador Vespasiano que prodiga sus cuidados al Imperio exhausto. El modo más apropiado de tributarle la gratitud que se merece, según una costumbre inmemorial, es adscribirlo al número de los poderes divinos[72]. En efecto, tanto los nombres de los dioses como los nombres de los astros, a los cuales me he referido antes, han tenido origen en los beneficios que reportan a los hombres. […]
Locura
es. Ciertamente locura, salir del mundo y tratar de escrutar lo que hay fuera
de él, como si ya fuera conocido para nosotros todo lo que hay en su interior[73].
Como si fuera posible medir un objeto ignorando la propia medida. O como si la
mente del hombre pudiera ver las cosas que no abarca el mundo. […]
Sea quien sea ese Ser Supremo, es ridículo pensar que tenga cuidado de las cosas humanas. ¿Creemos que ésta sería una ocupación demasiado triste y complicada, para que se manchara un dios con ella? ¿o habrá que dudar de ello? No sabríamos decir cuál de las dos opiniones honra menos al género humanó. Puesto que los que sostienen la primera son religiosamente indiferentes y los que sostienen la segunda incurren en irreverencia. […]
No
obstante lo cual, la creencia en la providencia de los dioses y en su interés
por las cosas humanas, es socialmente útil. Es útil, por ejemplo, que se crea
que el castigo de las maldades, aunque tarde un poco -¡Dios está tan ocupado en
este vasto universo!- llegará infaliblemente; y que Dios no ha creado al hombre
tan semejante a Él, para abandonarlo luego a una condición semejante a la de
las bestias. […]
Pero
lo que consuela sobre todo a la imperfección de nuestra naturaleza es que ni
Dios mismo -como nosotros-- lo pueda todo: aunque lo quisiera, no podría darse
la muerte, cosa que el hombre sí puede hacer y es uno de sus más bellos
privilegios en medio de tantos males de esta vida; tampoco puede resucitar a
los muertos[74]
o quitarnos lo vivido; no puede hacer que aquél que ha tenido una dignidad no
la haya tenido; no tiene más poder sobre el pasado que el de olvidarlo; por fin
-para poner de manifiesto mediante argumentos reideros esta incapacidad que
Dios comparte con nosotros- Dios no puede hacer que diez más diez dejen de ser
veinte, ni tantas y tantas cosas por el estilo. Todo lo cual muestra sin
ninguna duda el poder de la naturaleza y su identificación con lo que nosotros
llamamos "Dios". Esta digresión no habrá estado aquí fuera de lugar,
puesto que las continuas controversias acerca de Dios han hecho que el tema sea
familiar”
[75]
Digamos de paso que Plinio el Viejo fustiga
también las creencias supersticiosas de la antigüedad acerca del origen divino de
la Ciencia médica: “El origen de la medicina se atribuyó a los dioses, para
hacerla provenir de los cielos: por esto aún hoy se sigue rezando a favor de
los enfermos y consultando oráculos.
Luego se pensó en prestigiarla y darle brillo con una patraña, fingiendo
que Esculapio había sido herido por un rayo por haber resucitado a Tíndaro”[76].
Este modo de pensar de los paganos
ilustrados, encaramados sobre la victoria de su razón contra la mitología, era
sin embargo una muralla donde debía estrellarse la predicación cristiana, que
esas mentes envolvían en el mismo paquete de las supersticiones míticas. Ante esa
mentalidad se estrelló el testimonio de los mártires hasta derramar la sangre
por no reconocer la divinización de la naturaleza, de la filantropía y del
emperador.
Pero a pesar de lo que pensaran
estos paganos ilustrados a lo Plinio el Viejo, cuyo empirismo craso los cegaba
para las manifestaciones de lo sobrenatural dentro del orden natural, Lucas no
era ni un crédulo, ni un supersticioso. Era además bien consciente de que no
podía sino chocar con el relato de los hechos de la Vida de Cristo y de la
Iglesia a unas mentes incapaces de tomar distancia crítica de sus propios
prejuicios, y que se preciaban de estar “de vuelta” de los mitos y las
fábulas.
Basta leer, como se ha hecho el Credo
del pagano Plinio o recordar el episodio antes citado del Areópago, para
persuadirse de que no podía hacerse ilusiones acerca del rechazo que
necesariamente debía suscitar con estos relatos.
Sin embargo, no sólo no se creyó
dispensado de relatarlos, sino que consideró oportuno hacerlo para fundar la fe
de Teófilo sobre un fundamento cierto.
Por formación médica estaba al tanto de los conocimientos acerca de la
anatomía y la fisiología de la generación humana y pudo conocer las
observaciones sobre embriología de Aristóteles[77].
Él debía demostrar que la fe cristiana no reposaba sobre invenciones míticas
sino sobre hechos comprobados y atestiguados, es decir, que la fe cristiana
reposaba sobre hechos comprobados.
Por eso, ante la insistencia de este
médico griego en presentar hechos milagrosos e increíbles para su mundo
cultural sólo caben tres explicaciones:
1)
Lucas fue un crédulo. Lo cual nos parece
precisamente descartable por su formación médica y por la cultura general y el
sentido crítico que ello implicaba.
2)
Lucas quiso aprovecharse de la credulidad de clases ignorantes. Esta hipótesis parece también
descartable. Un médico de la época no
necesitaba, si era un hábil estafador, inscribirse en una secta religiosa como
la cristiana, para medrar consiguiendo honores y dinero. Si ese era el móvil de Lucas, no habría
elegido la causa de gente perseguida a muerte, ni se habría expuesto a los
peligros a los que se expuso, permaneciendo fiel a Pablo hasta en su última
prisión y condena a muerte. Esa no es
una conducta lógica para un charlatán que busca su propio provecho y medrar con
fábulas.
3)
Lucas estuvo convencido de que lo que relataba eran realmente hechos, y de que
los testigos que interrogó eran plenamente confiables. Por lo que tuvo esos
hechos cristianos como no asimilables a los mitos griegos, y estimo que ante ellos
debían ceder los preconceptos de cualquier orden. Ésta parece la única explicación
coherente. Su honestidad intelectual le
impidió – como a Pablo—silenciar los hechos salvíficos, porque estaba
convencido de que la salvación venía precisamente a través de ellos, y de la fe
en ellos.
3) Un certificado de
defunción: Hechos 2 0, 7-9
“El primer día de la semana[78]
estando nosotros[79]
reunidos para la fracción del pan, Pablo, que pensaba marchar al día siguiente[80],
conversaba con ellos y alargó la charla hasta la media noche. Había abundantes lámparas en la estancia superior[81]
donde estábamos reunidos. Un joven, llamado Eutico[82],
estaba sentado en el borde de la ventana; un profundo sueño le iba dominando a
medida que Pablo alargaba su discurso.
Vencido por el sueño se cayó del tercer piso abajo y fue recogido
muerto”[83].
Lucas recuerda la escena y la narra
con la vividez del testigo presencial.
Como
médico, pudo comprobar la muerte de Eutico. El joven cae de un tercer piso.
Podemos calcular una altura de nueve metros unos nueve metros, entre siete y
medio y doce metros[84].
La caída de un cuerpo humano desde esa altura es mortal. El sueño, y la flacidez muscular
consiguiente, así como la presumible falta de reacciones de defensa, parecen
factores que aumentan las probabilidades de la fatalidad de semejante caída. Lo
cierto es que Lucas, testigo presencial y médico declara que “fue recogido
muerto” (Kai erhte nekrós).
Ya Hipócrates ofrece, en sus aforismos,
detallados síntomas descriptivos de la muerte.
El escrito hipocrático Primero de las Enfermedades[85]
distingue entre las enfermedades que tienen una causa orgánica y las que se
originan por causas exteriores: por fatigas o heridas (apo ponon kai
trómaton) o por excesos de frío o calor.
Acerca de los males producidos por heridas observa que fatalmente (anánke)
producen la parálisis las heridas que seccionan los grandes nervios o los
tendones, especialmente los de la cadera y muslo. Fatalmente mortales son las heridas del
cerebro, la médula, el estómago, hígado, diafragma, vejiga, grandes arterias y
corazón[86].
Estas observaciones son del siglo V a.
C. y ya hemos visto qué progresos había hecho desde entonces la medicina. En tiempos de Lucas, un médico difícilmente
se engañaba en la comprobación de la muerte.
Según Lucas el niño había muerto cuando lo levantaron. Ya no había nada que hacer. El mismo libro hipocrático Primero de las
Enfermedades advierte que cuando hay una conmoción cerebral se pierde el habla
y también la vista y el oído, y que las heridas del cerebro producen fiebre y
vómitos de bilis, parálisis de algunas partes del cuerpo, y que estas heridas
son mortales. Con todo el médico puede
ayudar a veces. Esas oportunidades de
ayudar son muy fugaces (kairos) a veces, sobre todo cuando se trata de
ayudar a los que están inconscientes, y se ha de intervenir antes de que el
paciente haya exhalado el alma (pro tou ten psujén methéinai)[87].
Lucas, después de haber comprobado
la muerte del joven, y que ya era tarde para intervenir, debió sorprenderse de
las palabras de Pablo: “Bajó Pablo, se echó sobre él y tomándolo en sus brazos
dijo: ‘No os inquietéis, pues su alma está en él’” Subió luego, partió el pan y
comió; después platicó largo hasta el amanecer.
Entonces se marchó. Trajeron al
muchacho vivo y se consolaron no poco”[88].
Estamos, pues, ante el testimonio
impresionante de un médico que ha visto con sus ojos la reanimación de un
muerto. Entre todos los milagros de Jesús, estas reanimaciones de muertos son
los más escandalosos para los incrédulos. Lucas podría haber omitido este hecho
sin que el lector lo echara de menos.
Sin embargo, en su Evangelio no
solamente se hace eco de la reanimación de la hija de Jairo, que encontró
narrada por Marcos y Mateo[89],
sino que agrega a ese hecho la resurrección del hijo de la viuda de Naím[90].
Su honestidad intelectual no le permitía escamotear estos hechos por temor a
que fueran calificados de increíbles.
Lucas no se avergonzaba de los hechos, por más increíbles que pudieran
parecerle a los incrédulos.
Hay una distancia cualitativa entre
estas reanimaciones de muertos y la Resurrección de Jesús. No son lo mismo, naturalmente. Pero tanto unas como la otra son hechos sobre
los cuales el médico Lucas, fundó su convicción acerca del poder vivificante
del Espíritu de Dios. Tanto en la
perspectiva pagana como en la de la fe, el médico no da la vida, ni
puede devolverla, ni hace otra cosa cuando cura que colaborar con una fuerza:
la de la Naturaleza (sola o con el Espíritu), que es el agente de la curación.
4) Una partida de
nacimiento: Lucas ante la concepción virginal
La mente moderna se inclina a pensar que el escándalo que
experimenta ante el relato de concepción virginal de Cristo, le viene su
modernidad. La realidad es otra. Por más ignorantes, retrógradas y
supersticiosas que se quiera pintar a las edades pasadas, una concepción sin
intervención de varón es más inaceptable cuanto más primitiva sea la mente y un
pueblo. La mente moderna no puede creer en la concepción virginal porque es
todavía demasiado carnal, animal y primitiva, a pesar de toda su soberbia
exaltación sobre los que fueron antes.
Lucas, que quiere fundar la certeza
de Teófilo sobre una base firme, podía haber imitado a Marcos (a quien por otra
parte sigue escrupulosamente) y callar acerca de la infancia de Jesús. Pero no temió confrontar al que quería
confortar, con un hecho en cierto sentido más pasmoso que el de la
Resurrección.
La Resurrección de Cristo la
compartirán los que creen en él. La
concepción virginal es un hecho único e irrepetible y que no comparte ni
compartirá ninguna otra creatura. Es además, y quizás por eso mismo, un hecho a
primera vista prescindible, puesto, que no reporta a nadie provecho sensible
alguno. Para el racionalismo carnal, es lo mismo que Jesús tuviera la nariz
roma o aguileña, que haya sido concebido por obra del Espíritu Santo o por obra
de José. Las peculiaridades individuales
de Jesús le importan poco. Le interesa
más bien su función, su funcionalidad su utilidad y su aptitud para ser
digerido como una idea. Si hay algún
hecho o suceso individual que contradice sus generalidades históricas o
naturales, o sus pronósticos, o que escapa al alcance de su instrumental verificador,
ese hecho debe ser eliminado en aras de las normas metódicas.
Lucas no quiso tampoco evadir este
hecho, a primera vista más apto para ahuyentar adeptos que para atraerlos.
Sin embargo, si alguien tenía
derecho a elevarse contra la fe en la concepción virginal de Jesús, como contra
una extralimitación vejatoria del buen sentido y la razón, o como contra una
contradicción inaceptable de los datos de la ciencia y de la historia, era
Lucas. Lucas, como una de las figuras
más cultas de la primera generación de cristianos.
Pues bien, quiso el Espíritu Santo, al
parecer por eso mismo, que fuera precisamente Lucas, el médico y médico griego,
quien quedara ante la posteridad de la Iglesia y el Mundo, como el más claro y
férvido expositor del misterio de la concepción y el parto virginales. Superando de lejos al parco y escueto
Mateo. Explicitando lo que se
sobreentiende en Marcos y Juan
[1] Esta ponencia
de la IV Semana de Teología del Instituto Teológico del Uruguay apareció,
inicialmente y menos completa, en Revista Bíblica (Argentina), XL Nº 170
(1978/4) pp.217-244. La presente
publicación, en el Libro Anual del ITUMS (Instituto de Teología
Mariano Soler) IV (1977) pp. 70-96 está enriquecida, especialmente con la
versión del prefacio a la obra Materia Medica de Dioscórides, médico
griego natural de Siria – al igual que san Lucas – y contemporáneo del médico
evangelista.
Sobre
la persona de Lucas y de lo que puede saberse de él con distintos grados de
certeza se recomienda: ALFRED PLUMMER Gospel According to S. Luke
(Edinburg 1896-1964, International Critical Commentary) pp.XVIII-XXII; M. J.
LAGRANGE, Évangile selon Saint Luc (Paris 1921, Études Bibliques),
pp 139-141; L. CERFAUX et J. CAMBIER, Artículo.: Luc [Dictionnaire de la
Bible Supplément. (=DBS) Paris 1957] Vol. V, Cols. 546-552; JUAN LEAL, La
Sagrada Escritura. Nuevo Testamento I.
Evangelios 2, (BAC, Madrid 1973 3ª) pp. 3-8.
Estas obras se citan en
adelante por sólo el apellido del autor, en mayúscula, seguido de O. c., y
número de página.
[2] Otros manuscritos: Bitinia; y el griego: en
Tebas de Beocia
[3] D, Bezae, Cantabrigense o de Cambridge
[4] Este es el
retrato más antiguo y más completo de San Lucas de que se pueda disponer hasta
hoy. Sin distinguir los grados de
certeza de casa afirmación, combina los datos que ofrece explícitamente la
Sagrada Escritura, los que pueden deducirse de ella, y los que ha recogido de
la tradición oral. Ver textos griego y latino (según diversos Manuscritos)
en LAGRANGE, O. c.,, XIV-XVII; DBS Col. 547
El texto es un prólogo
proveniente de manuscritos de la Vetus Latina, pero su original griego se
remonta probablemente al 160-180, y es por lo tanto anterior o contemporáneo
del Canon Muratori. Ver la apreciación
crítica y edición en DE BRUYNE, Revue Bénédictine (1928) p.193 ss.
Nuestra traducción castellana hace concordar levemente los textos griego y
latino que ofrece LAGRANGE y el DBS.
Entre los que ponen en duda la
antigüedad de este prólogo (llamado comúnmente antimarcionista) nombremos a
Feine-Behm-Kümmel, Einleitung in das N.T(Heidelberg, 1967, 15ª, cd.,p91)
[5] EUSEBIO, Historia
Ecclesiastica III, IV, 6 y III, XXIV, 15 y JERÓNIMO De Vir III. VII,
lo dan por antioqueno. Para las enseñanzas de la Iglesia y las declaraciones de
la Pontificia Comisión Bíblica sobre San Lucas, véase CABA y los números allí
citados del Enchiridion Biblicum.
[6] Sobre Antioquía
de Siria véanse los artículos de diccionarios bíblicos y enciclopedias. Hemos usado: Espasa; Dictionnaire de la Bible
(Vigouroux); Ausejo, Nelson; Enciclopedia Garriga; Plinio, Naturalis Historia
V, 12,21-23.
[7] Véanse los
artículos de diccionarios y enciclopedias.
Sobre la vida intelectual de Tarso véase una vívida pintura en
Filostrato, Vida de Apolonio de Tyana (cfr. Nelson). Sobre su fama en
comparación con Alejandría y Atenas véase Estrabón XIV, 5,13 Citándolo afirma
PLUMMER, O. c. XXI: “Lucas pudo estudiar medicina en Tarso. En ningún otro sitio del Asia Menor podía
obtener una mejor educación” y transcribe la elocuente frase de Estrabón: ”filosofían
kai ten allen paideian egkuklíon hápasan”.
De la relación entre la formación médica y la cultura general o
enciclopédica (paidéian enkuklíon) nos volvemos a ocupar más adelante a
la luz de los estudios de Werner Jaeger en su obra Paideia.
Sobre
la Provincia de Silicia y la ciudad de Tarso véase: Plinio, Historia Naturalis
V,27.
[8] Las cifras de población que se atribuyen a
Antioquía varían, para su período de apogeo, entre 50.000 (Espasa) y 500.000
(Nelson). La última cifra parece la más verosímil. En efecto, su calle principal tenía 6 Kms. de
largo, cosa que da idea de sus dimensiones.
Por otra parte, ciudades como Seleucia, que puede considerarse como un
puerto de Antioquía contaba 600.000 habitantes, si se ha de creer a Plinio, Historia Naturalis. VI,122. La pintura que hace Flavio Josefo de las
relaciones entre la población siria, griega y judía en Seleucia [Antiquitates
Judaicae -XVIII; IX,9(374-379)] da una idea aplicable a Antioquía [Cfr. De
Bello Judaico VII,3 (37-62)]. Los judíos tuvieron derecho de ciudadanía
desde la fundación de Antioquía [Contra Apion II,39; De Bello Judaico
VII,5,2(110)] Sobre el origen y vicisitudes
de la colonia judía en Antioquía véase: J. RICCIOTTI, Historia de
Israel, Vol. II (Bs. As. 1947) Nos. 37,183,197, 229, 233, 266, 277.
[9] La vida de Antioquía
como la de Seleucia estaba marcada estaba marcada por la rivalidad entre sirios
y griegos. Ambos partidos buscaban por
turnos el apoyo judío para predominar sobre el otro. Pero a veces se unían contra el grupo étnico
judío. También había partidos entre los
judíos, que establecían alianzas con griegos o sirios para luchar duramente
entre sí. He aquí algunos testimonios
tomados de Flavio Josefo: “El pueblo de los Judíos, que se había diseminado
mucho por toda la tierra habitada entre la gente indígena y que se había
mezclado con ella, especialmente en Siria a causa de la vecindad de las dos
regiones, era particularmente numeroso en Antioquía por razón de la magnitud de
la ciudad, pero sobre todo porque los reyes que sucedieron a Antíoco le habían
deparado allí una estancia segura” [De Bello Judaico VII,3,3 (43)].
La población judía de Antioquía
debió integrarse sustancialmente con contingentes de judíos helenizantes,
odiados por el nacionalismo Macabeo.
Jasón fue jefe del parido helenizante de Jerusalén y aspiraba a
inscribir a los habitantes de la ciudad en la ciudadanía, antioquena,
inscribiéndolos en los registros de ciudadanos de aquella ciudad (2º Macabeos 4,9; Cfr. RICCIOTTI, O. c., Núms.
227-230) El caso del judío Antíoco, que
narra Flavio Josefo, muestra qué persistente era la tendencia helenizante
dentro del judaísmo: ”Antíoco fomentaba el furor y creyendo dar una prueba de
su conversión y del odio que había cobrado contra las costumbres de los judíos
connacionales suyos, sacrificando al modo de los griegos, hizo esto él mismo y
exhortó a que se forzara también a los demás judíos a hacerlo”. [De Bello
Judaico VII, 3,3 (50-51)].
[10] Ver: PLUMMER, O.c., págs. XVIII
y ss.
[11] Ver PLUMMER,
Lugar citado
[12] La
bibliografía sobre el tema es escasa y relativamente antigua, como verse en
CERFAUX-CAMBIER, Dictionnaire de la Bible Supplément V, cols. 576-577 y en LAGRANGE, O. c., págs.
CXXV-CXXVII. Las obras principales siguen siendo las de W. K. HOBART The
Medical Language of St. Luke (Dublín 1882); A. HARNACK, Lucas der Arzt
(Leipzig 1906); a favor de la condición médica de Lucas H. J. CADBURY, The
Style and Literary Method of Luke (Cambridge 1919) que rechaza la fuerza
probativa de los argumentos tomados del lenguaje de Lucas. Todos estos libros nos son desgraciadamente
inaccesibles, y debemos contentarnos con referencias ajenas. Véase también FEINE-BEHM KÜMMEL, O. c., pág.
92, que ofrece la lista de autoridades exegéticas favorables o
desfavorables. Un buen panorama del
estado actual de los estudios lucanos puede verse en PIERRE BONNARD, “Orientations
Actuelles d’Études Lucaniennes”, Revue de Théologie et de Philosophie.
3e. Série, 26 (1976) 161-190. Una
notable cantidad de información, también bibliográfica, sobre el tema ofrece la
obra de EURICO BRANCO RIBEIRO, Medico, Pintor e Santo (4 Vols), Río de
Janeiro 1969-1971, Sâo Paulo 1974. (Volúmenes I-III Distr. Record, Río; Vol.
IV, Ed. Martins, Sao Paulo)
[13] W. JAEGER, Paideia.
Los ideales de la Cultura Griega. Usamos y citamos la traducción española del
Fondo de Cultura Económica, México 1945, sobre la 2ª ed. Alemana. El lugar citado: Vol. III, p 11, pertenece al
cap. I, del libro IV: La Medicina Griega como Paideia.
[14] W. JAEGER, lugar citado.
[15] Véase HEINZ SCHÜRMANN, Das Lukas- Evangelium (Herders Theol, Kommentar zum Neuen Testament, Freiburg 1969) pp. 1-17. La mayor parte de la abundantísima
bibliografía señalada en las notas de Schürmann nos es desgraciadamente
inaccesible. Schürmann opina que el prólogo
del Evangelio no tiene en vista los Hechos de los Apóstoles, sino sólo el
Evangelio. Considera falsa la interpretación según la cual la finalidad de
Lucas (en este Prólogo) pueda definirse como histórica o histórico-salvífica.
Ese interés en Lucas seria secundario.
[16] Sobre las
conexiones entre la filosofía natural y la ciencia médica véase por ejemplo
Aristóteles, De Respiratione, Cap. XXI fin: “los médicos hacen
referencia a los principios de la física, y los físicos a los principios de la
medicina”; De Sensu et Sensili, Cap: I, comienzo:¨Aristóteles trata de
por qué se deben considerar las causas
de la salud y la enfermedad. Sobre el
influjo de la Filosofía en la Medicina griega: PAUL DIEPGEN, Historia de la
Medicina (Ed. Labor, Barcelona 1925)
[17] Constitución Dei
Verbum del Vaticano II, Nº 19.
[18] Véase el Comentario
a la Dei Verbum, de Luis Alonso Schöckel (y otros) (BAC, Madrid 1969) pág.613,
Esquema II-III, p. 41.
[19] Para el tema
véase nuestra “Nota para una teología bíblica de la seguridad” - en Revista
Bíblica (Argentina) 39 (1977) 317 ss.
[20] Para los
datos sobre Dioscórides y su obra, nos guiamos por WILLIAM A. LOCY, The
Story of Biology (Garden City, New York 1925). Locy reproduce un retrato de
Dioscórides según el manuscrito Julia Anicia y observa que “es
probablemente una semejanza auténtica.
Son comunes los retratos de la época, tanto en escultura como en
pintura” (pág. 55). La destreza en el
dibujo era, por otra parte, muy cultivada entre los médicos y botánicos. Locy afirma que “entre Teofrasto y
Dioscórides, en un periodo de cuatrocientos años, habían surgido algunos
escritores botánicos de menor importancia pero, además, un ilustrador
importante: Crates o Crateus, mencionado por Plinio en su Naturalis Historia.
Este Crates, nos informa la Tabla
Alfabética de autores del Volumen I – en la edición de París de 1771 – era natural
de Pérgamo. Además de la referencia de Naturalis Historia, al comienzo del Lib.
VII, nombra a este Crates también Elieno Historia Animalium, Lib XVII, cap. 9. Aunque las ilustraciones de Crateus se han
perdido, se considera que son la fuente de algunas ilustraciones coloreadas que
adornan ciertos manuscritos de Dioscórides del siglo V y posteriores. En
efecto, trozos de sus escritos han sido reconocidos en el manuscrito de
Dioscórides hecho en Constantinopla por encargo de Julia Anicia, la hija del
emperador Flavio Anicio, hacia el 512 d. C.
Hemos retomado algo largamente
en esta nota el tema de la capacidad de los naturalistas y médicos para el
dibujo porque también acera de san Lucas narra una antigua tradición que era
dibujante o pintor. A la luz de las
afirmaciones de Locy, un científico totalmente imparcial y ajeno a nuestro
interés, la posibilidad de que Lucas dominara esa destreza no es una suposición
descabellada, sino que agrega aún un argumento que converge para fortalecer la
verosimilitud de su formación médica.
Las Técnicas del dibujo de la
época sobreviven en el mundo bizantino y a pesar de la tendencia hacia la
hieratización creciente, muestran vividez y realismo incluso a través de la
rigidez propia del mosaico. Un ejemplo
impresionante son los mosaicos que cubren el suelo de la iglesia de la
Multiplicación de los Panes y los Peces, en Tabgha, junto a la antigua Cafarnaum. Véase Plinio, Naturalis Historia, Lib. XXXV donde hace una historia de la
pintura, describe sus técnicas y sus ideales.
De la aspiración al realismo dan idea los caps. X y XI, que hablan del
racimo pintado que atraía a las aves y de la serpiente pintada que las hacía
callar de terror. Notemos que Plinio el Viejo es contemporáneo de Dioscórides y
Lucas.
[21] Cfr. LOCY, O. c., pp. 55-58. El texto castellano del Prefacio de
Dioscórides, en la traducción del Doctor Andrés de Laguna (1555), lo hemos
tomado de la edición facsimilar (Ed. Instituto de España, Madrid 1968) con Prefacio de Dn. Juan de Contreras y López de
Ayala, y con una vasta Introducción por Dn. Teófilo Hernando y Ortega. Debimos al Dr. Washington Buño el acceso a
esta obra. Hemos buscado en vano en
Uruguay un ejemplar del texto griego, y hasta ahora no hemos logrado obtener
fotocopias del mismo solicitadas a bibliotecas europeas. Por todo esto nos parece un servicio
justificado trascribir aquí el texto íntegro de la versión castellana de Laguna.
[22] Las cursivas son nuestras para
llamar la atención sobre los pasajes en que se expresan criterios metódicos
experimentales comunes a los expresados por san Lucas en el prólogo a su
Evangelio. Entre paréntesis […] algunas explicaciones sobre el sentido de la
frase o la expresión. Hemos actualizado la sintaxis y la morfología para hacer
más legible el texto.
[23] Escuela médica
[24] Arte médica y farmacéutica
[25] Plinio, Naturalis
Historia. En el Prefacio epistolar al Emperador Tito, Plinio el Viejo, alaba
la buena costumbre de citar a los autores de donde se toma la información. Cada capítulo de su obra va acompañada de la
lista de autores. (Ed. Lacombe, París 1775, Vol. I, p. 35ss; “fateri per quos
profeceris, non ut plerique ex iis quos attigi fecerunt". "Scite enim conferentem me auctores,
deprehendisse a juratissims et proximis veteres transcriptos ad verbum neque
nominatos”. O sea la condenación de los
plagio. Ver también Plinio Naturalis
Historia, Lib. III; en el Exordio expone Plinio su programa metódico:
“…minime mirum est hominem genitum non omnia humana novisse. Quapropter auctorem neminem sequar, sed ut
quemquem verissimum in quaque parte arbitrabor: quoniam conmune ferme ómnibus
fuit, ut eos quisque dilignetissime situs diceret, in quibus ipse prodebat;
ideo nec culpabo aut coarguam quemquam”
[26] Un claro
exponente del método aristotélico que consiste en examinar críticamente las
opiniones de otros autores, puede verse en:
De Xenophane (Melisso) Zenone et Gorgias. Sobre la doctrina de la Ciencia y la Certeza
véase Analíticos Posteriores. Una
buena síntesis de su doctrina de la ciencia la ofrece: ISMAEL QUILES, Aristóteles,
Vida, Escritos, Doctrina (Bs. AS. 1945).
El punto de partida de la ciencia es la observación de los hechos individuales
por un lado y los principios no demostrables por el otro.
[27] Véase DIEPGEN
pp. 62-70. Un buen ejemplo del ideal científico hipocrático es el Proemio del
Escrito De Morbis II, (Ed. Wittern, Hildesheim-NY. 1974, Olms Verlag,
pp.2-3: “Quien desee investigar correctamente en materia de curación, y
preguntando responder correctamente, debe considerar primero de dónde
provienen tosas las enfermedades humanas”.
Entre las Historias de la Medicinas: PEDRO LAÍN ENTRALGO, Historia
Universal de la Medicina, Edit. Salvat (UNESCO 1972) Vol. III, p.15ss.
[28] Plinio, Naturalis
Historia, Lib. XXIX, cap. I. Hipócrates, nacido en la isla de Coz hacia el
años 500 a. C. era de la familia sacerdotal vinculada al templo de Esculapio o
Asclepios. Véase: PEDRO LAÍN ENTRALGO, La Medicina Hipocrática, Madrid
1970; E.J. EDELSTEIN L. EDELSTEIN, Asclepius. A Collection and Interpretions of the Testimonies, Baltimore, John Hopkins Press 1945 (2Vols.).
[29] GALENO, De Naturalibus Facultatibus, Lib I; De
Methodo Medendi, I, cap. 2.
[30] DIEPGEN, O. c.,,, p.69.
El
primer aforismo hipocrático: “la vida es corta, el arte largo, la ocasión
fugitiva, la experiencia falaz, el juicio dificultoso. No basta que el médico haga de su parte lo
que debe”, apunta por un lado a las dos reglas de oro de la terapéutica
hipocrática y por otro a su programa ético, tanto o más importante que el
noético. Las reglas de oro son: 1) que la verdadera curación de la enfermedad
la produce la Naturaleza, 2) que el médico es un instrumento y colaborador de
ella, y por lo tanto debe conocerla para colaborar con ella y no obstruir su
acción. El principio ético fundamental:
“El amor a los hombres, es el origen del arte médico verdadero”.
[31] Véase el
testimonio de Celso, De Artibus I, 4. Tanto él como Tertuliano se refieren
a Serófilo, como cabeza de la corriente empírica, así como Erasístrato pasa por
ser cabeza de la escuela dogmática.
Serófilo, dice Plinio el Viejo, fue también un gran botánico Naturalis
Historia, L. XXV, cap. 2.
[32] Tertuliano en De Anim. Cap. X
[33] Herófilo de Calcedonia (335-280
a.C.).
[35] Ver DIEPGEN, O. c., pp. 81-86.105; GARRISON , A
History of Medicine, Filadelfia 1929, p.153)
[36] Alejandro Magno habría hecho
crucificar a Glauquias por su fracaso en salvar de la muerte a Hefaistión.
[37] Luc 1,3:
parekolouthékoti ánoten pasin akribós kathexés: habiendo investigado todo
desde el comienzo, rigurosamente y por su orden.
[38] Sobre el
método concreto que tiene Lucas para trasmitir la doctrina a través de los
hechos históricos, véase E. HAENCHEN, Die Apostelgeshichte, Göttingen
1968, pp. 95-99. Si leemos el díptico a la luz del incendio de Roma y la
persecución oficial del Imperio contra los cristianos, se puede entender como
una consoladora Ley de la expansión del cristianismo a través de la
persecución. La escena de los discípulos
de Emaús es programática. Y el escándalo de los cristianos de origen gentil al
verse víctimas de la persecución de la autoridad Imperial, tiene allí una clave
histórica de interpretación, que se refuerza con la espina dorsal de los
Hechos, narración de una serie de rechazos y persecuciones que no sólo jalonan
la expansión cristiana, sino que precisamente constituyen su guía, la propulsan
y le dan su vectorialidad.
[39] Véase CABA, O.
c.,, pp. 305-306; LEAL, O. c., pp. 14-15; FEINE-BEHM-KUMMEL, O.c., pp. 90-91;
JAVIER PIKAZA, Teología de los Evangelios de Jesús (en colaboración con
F. De la Calle: Salamanca 1974)- 231-232;
[40] Así lo muestra J. BORREMANS,
en : “L’ Esprit Saint dans la catechèse évangelique de Luc” en Lumen
Vitae XXV (1970) 103-122.
[41] De Animalium Generatione Lib. V, cap. VIII al fin
[42] Metereologica, Lib. II, Cap. VIII
[43] Lugar recién citado
[44] De Animalium Generatione, Lib. II Cap. I
[45] Véase por
ejemplo el índice a la Opera Omnia de Aristóteles, Ed. Firmin-Didot,
París 1930, voz: Spiritus
[46] Véase DIEPGEN, O. c.,,, pp. 103-105. Véase E. ELORDUY, El Estoicismo. (Madrid, Gredos 1972), Vol., I, pp. 121-122.
[47] Es
interesante recordar aquí los enigmas que plantea Aristóteles acerca de la nariz,
relativos al estornudo, el sollozo y el eructo, ver: Problematum, Sect.
33,6-10. Aristóteles somete a interrogación crítica la convicción corriente de
que el estornudo es de carácter sagrado. Ya en Hipócrates (Aforismos,
Secc. V, Af. 35 y 49) se observa el efecto del estornudo en los partos y
abortos. Plinio el Viejo, discutiendo el
tema de la concepción y generación del hombre, recoge observaciones comunes en
la época sobre el influjo de la respiración de la parturienta sobre el parto
(Véase Naturalis Historia, Lib. VII, Cap. VI) y véase en Aristóteles, en
su Host. Anim. Lib. VII, cap. V).
Dice
Plinio el Viejo: “Si respiravere, difficilius enitantur, oscitatio quidem in
enixu laetalis est; sicut sternuisse a coitu abortivum”(Lugar citado).
[48] Véase: H. W.
WOLFF, Antropología del Antiguo Testamento (Salamanca 1975) Cap. 2: Napash,
[=
néfesh] el Hombre necesitado; Cap. 4: Rúaj, El hombre
fortalecido, y allí la correspondiente bibliografía fundamental.
[49] Cuando Flavio
Josefo quiere que su lector pagano se haga una idea de lo que
puede ser el partido fariseo, no vacila en compararlo con la filosofía
estoica: “A los dieciocho años comencé a conducirme siguiendo los principios de
la secta de los Fariseos, que se parece a la que los griegos llaman la Escuela
del Pórtico” (Biografía II, 7; Contra Apion II, 167 ss. donde
compara a Moisés con los filósofos griegos).
La
idea de que los filósofos griegos son tributarios de la Biblia es un lugar
común de la apologética judeo-alejandrina desde el período de los Ptolomeos. Ya
Artapanos afirmaba que Orfeo había sido discípulo de Moisés. Según Filón, Moisés habría inspirado a
Heraclio y a los estoicos; según Aristóbulo le serían deudores, además de
Homero, también Hesíodo, Pitágoras, Sócrates y Platón. (Véase la nota al lugar citado del Contra
Apion en la Edición Belles Lettres, París 1930, p. 87)
[50] Cfr. BERTIL
GERTNER, The Areopagus Speech and Natural Revelation, Copenhagen-Uppsala
1955 (Acta Seminarii Neotestametnici Uppsaliensis XXI) en especial. págs. 26ss donde trata de la
historiografía de Lucas. También interesa la discusión de GERTNER acerca del
grado de asimilación y adaptación de Pablo y su mensaje frente al mundo gentil
(O. c., cap. IV). Sus oyentes del
Areópago califican a Pablo de spermologos (gorrión) aludiendo a que
picotea ideas extrañas. Los oyentes sintieron
que les hablaba en un lenguaje familiar, pero al mismo tiempo les decía algo
nuevo y extraño.
[51] Neue Jahrbuch für Wissenschaft. Und Jugendbildung,
2,1926,268;
[52] Roma 1956-1966
[53] Madrid 1972
[54] Páginas 122 y 102
respectivamente
[55] Páginas 25-32
[56] La sotería
como opuesta a la fthorá (perdición, corrupción) es para Aristóteles una
categoría del orden social y político (Política, Lib. V, Cap.,
VII). No hay que extrañarse que fuera
epíteto de algunos emperadores como Antíoco Soter (280-261 a. C). Era además,
una cualidad de todo emperador como virtud propia de un buen gobernante. La hugiéia y sus derivados, están más
próximos a la esfera biológica e individual, como opuesta a la enfermedad (nosos). Ver Categoriae IX, VIII; Metaphisica VII, V.
Sobre la distinción entre bíos-zoe, véase ELORDUY-PÉREZ ALONSO,
O. c.,, I, 17-18.
[57] Naturalis
Historia, Lib XXIX, cap. XXIII.
[58] Lugar citado
[59] W. JAEGER, Paideia,
Vol. III, pp.62-63
[60] LAGRANGE, O.
c.,,, p. XLIII. Sobre la importancia de la Salvación-Sotería y de Cristo-Soter
en la Teología de Lucas y de Pablo, podrá verse: W. FOERSETER, Art.: Sózo,
Soteria, Soter y Soterraos en Theol.
Wörterbuch zum NeuenTestament ( = ThWNT, Kittel) Vol. VII, págs. 966-1024. El hecho de la preferencia lucana por la
cristología soteriológica es comúnmente reconocido como podrá verse en las
introducciones citadas de CABA , LEAL, KUMMEL, etc. En Luc 2,11 se asocia el título de Soter con
el de Cristos-Kyrios, que también es característico de Lucas y Pablo. Véase el Art. Kyrios en el ThWNT
(Kittel, Vol. III)
[61] Véase OSCAR BRONEER, The Apostle Paul and the
Isthmian Games. The Biblical
Archaeologist Reader, 2(Ed. Por D. N. Freedman y E.F. Cambell) Anchor, N.Y.
1964, 393-420,que ilustra el medio de la predicación de Pablo en Corinto en el
marco de los grandes festivales olímpicos paganos.
[62] Iª Tim 1,10;6,3; 2ª Tim 1,13; 4,3; Tito 1,9;
1,13;2,1-3,8.
[63] “Según la
gracia de Dios que me ha sido dada. Como
sabio arquitecto puse el cimiento” (Iª Cor 3.10). Véase la comparación del médico con el
arquitecto y con el gimnasta en Aristóteles, Topicorum Lib. V cap. VII.
[64] O.c,. I, 20
[65] Constitución Dei Verbum 11-13, del Vaticano II
[66] “Mit fast ängstlicher Sorgfalt”: “con un cuidado casi
angustioso” dice SCHÜRMAN, O. c.
[67] He presentado el ateísmo de Plinio el Viejo en mi artículo: “El credo de un pagano: Plinio el Viejo”, publicado en : Revista Bíblica (Argentina), Nueva época = NE, 43 (1981), Nº. 1, pp. 51-64. Puede verse en Internet: http://www.feyrazon.org/BojPlinio.htm (acceso comprobado el 3 de julio 2014)
[68] Romanos 1, 18-32
[69] Según Plinio hay algo divino en
el orden natural, es el sol por ser el máximo bienhechor del hombre. Es una
afirmación materialista y antropocéntrica.
[70] Plinio el Viejo es Panteísta, pero aquí encara la hipótesis de un Dios trascendente para desecharla
[71] La filantropía de todos los tiempos endiosada
[72] La divinización del Emperador que es la de endiosar el orden y el poder político, presuntamente por ser el máximo bienhechor de la nación.
[73] El agnosticismo encierra a
Plinio en el Panteísmo
[74] Quizás Plinio conoció los temas de la evangelización cristiana (muerte y de Dios, resurrección) pero los considera absurdos y reñidos con la razón, por lo que termina reduciendo al absurdo la posibilidad misma de la existencia y omnipotencia divina.
[75] Naturalis
Historia , Lib. II, cap. IV: “Quapropter effigiem Dei, forman que quiere,
imbecilllitatis humanae reor…”para Plinio es vana fatiga que el hombre busque
saber algo de Dios. Todos sus esfuerzos
lo han llevado a caer en creencias ridículas: divinizar las virtudes, pero lo
que es peor, también las pasiones y necesidades. Lo sensato es decir que Dios es: que un
mortal ayude al otro (Deus est mortali juvare mortalem) puesto que es ridículo
pensar que Dios se inmiscuya en los asuntos humanos (Irridendum vero, agere
curam rerum humanarum). De ahí que sea
divino el Emperador, máximo bienhechor de los hombres y providente gobernador
del mundo (maximus omnis aevi rector Vespasianus Augustus). La fe en una providencia divina es
simplemente una último término el nombre que damos al poder de la Naturaleza
(haud dubie Naturae potentia, idque esse, quod Deum vocamus).
[76] Naturalis Historia Lib. XXIX, cap. I
[77] Aristóteles,
nos ha dejado descripciones válidas hasta hoy del desarrollo del embrión de las
aves y comparaciones con el de los vivíparos, notando las semejanzas de las
primeras etapas.
El
tema de la reproducción en los animales, lo desarrollo sobre todo en el libro
de Animalibus Historiae. LOCY, O. c., pp. 29ss. ofrece una elogiosa
reseña de sus conocimientos de embriología, contenidos también en sus libros De
partibus Animalium y De generatione animalium. Locy cita autores modernos como Lewes y Lones
en cuya opinión, el De generatione de Aristóteles es una obra maestra,
no igualada en la Antigüedad y que supera a algunas modernas por sus análisis a
la vez detallados y completos y por sus intuiciones especulativas. Estas obras antiguas han sido desprestigiadas
por una burlona selección de sus errores y el silencio sobre sus
conquistas. Un solo ejemplo: Aristóteles
describió la quasi-placenta en los cetáceos.
Nombra 500 especies de animales sin contar las más comunes y
conocidas. Esto da una idea de la
extensión de sus observaciones.
[78] Domingo
[79] Lucas es testigo presencial
[80] Desde Tróade hacia Mileto
[81] Detalle de un testigo presencial que abona el siguiente verbo “estábamos”
[82] Otro indicio de un testimonio de primera mano
[83] Hechos 20, 7 -9
[84] Las casas
populares y de la burguesía, que tenían hasta tres o cuatro pisos y han sido
excavadas en Ostia podían alcanzar hasta
18 metros de altura. Los autores
antiguos hablan de escaleras interminables a pisos altísimos (Marcial I,
117,V,7;VII, 20 según U.E PAOL, Urbs. La
vida en la antigua Roma (Barcelona 1956) p.70).
Bajo Augusto se prohibió en Roma la construcción de casas de más de 21
metros de alto, de cinco o seis pisos.
(véase J. GUILLÉN Urbs Roma
(Salamanca 1977) Vol. I, pp. 76-77. Aunque estos datos se refieren a la
construcción en Roma, es sabido que la arquitectura romana había tomado los
moldes del mundo griego desde el siglo I a. C. (GUILLÉN O. c., p 60). No es
exagerado poner cuatro metros para el primer piso y tres para los siguientes.
[85] Usamos la edición
crítica de R. Wittern, Die hippokratische Schrift Tó Próton peri Nouson.
[86] Tó Próton peri Nouson, Ed. Wittern Nº 3, p.7; Ed. Litré Nº 144.
[87] O. c., Wittern Nos 4-5, pp 11-13; Littré 147-148.
[88] Hechos 20,10-12
[89] Lucas
8,40-65; Mt 9,18-26;Mc 5,35-43.
[90] Lucas. 7,11-17