Platón en el Timeo tiene estas frases geniales:
"El mundo es el resultado de la acción combinada
de la necesidad y de la inteligencia".
"La inteligencia dominó al punto
a la necesidad consiguiendo persuadirla de que era necesario producir
del modo más perfecto cuantas cosas nacían. La necesidad cedió a los
sabios consejos de la inteligencia y, de este modo fué constituido
este mundo desde su principio".
PLATÓN. Timeo. Ediciones Ibéricas, Madrid. pag. 238.
Rafael Gambra, en su Historia sencilla de la Filosofía, relaciona la
necesidad con las matemáticas:
"El modo de ser de los seres que pueden o no existir,
cuya esencia no conlleva la existencia, es lo que los filósofos
llamaron contingencia. Todos los seres de la naturaleza son contingentes.
El concepto de contingente se opone al de necesario. Un ser necesario
sería aquel cuya esencia fuera existir, aquel en que la existencia
no fuera un algo exterior a su ser, llovido un día sobre él y desaparecido
otro, sino algo ínsito en su propio ser. La filosofía cristiana, y la
aristotélica también, atribuyeron ese modo de ser necesario a Dios.
Dios es el ser por sí, los demás seres son por otro, por un Acto
exterior a su propio ser. El concepto de contingencia es correlativo
con el de necesidad y conduce a él. Así, el descubrir la contingencia
en los seres de la naturaleza era el argumento clásico para demostrar
que ha de existir un ser necesario o Dios.
Pues bien, la filosofía moderna, obedeciendo secretamente a ese impulso
hostil al teocentrismo, es decir, a la concepción religiosa del universo,
pretendió trasladar a esa condición de ser necesario, desde Dios al mundo
en que vivimos. No es que adjudicase la necesidad a cada una de las cosas
reales existentes,
ya que esto pugna con la experiencia, pero sí al mundo universo
considerado como unidad. Nosotros vemos unas cosas como necesarias y
otras como contingentes. Un teorema matemático, si lo he comprendido, me
aparece como algo necesario porque se refiere a relaciones
entre esencias. Así, afirmo yo, por ejemplo, que "los ángulos de un
triángulo valen (necesariamente) dos rectos", de forma
tal que cosa distinta sería contradictoria, impensable. En cambio, las
cosas existentes en la naturaleza o acaecidas en el tiempo me
aparecen como contingentes. Así afirmo que "las partes del mundo son
cinco" o que "Napoleón venció en Ratisbona", pero concibiendo que bien
podría ser o haber sido de otra manera, lo que no hubiera entrañado
contradicción alguna. Según la concepción racionalista, la contingencia
no es algo real, sinó un defecto de nuestro modo de ver las cosas, de
nuestra capacidad de conocer. En un conocimiento adecuado, perfecto,
de las cosas de la naturaleza, éstas se verían tan necesarias como
cualquier proposición matemática. Porque el universo es en sí necesario,
tiene una estructura racional y su clave se halla escrita en signos
matemáticos. Laplace acertó a expresar esta tesis general del racionalismo
de forma muy gráfica:
"Si una inteligencia humana potenciada, dice, llegase a conocer el
estado y funcionamiento de todos loa átomos que componen el Universo, éste
le aparecería con la claridad de un teorema matemático:
el futuro sería para ella predecible y el pasado deductible". Es decir,
para el racionalismo la realidad no se halla asentada sobre unos datos
creados contingentes, es decir, que podrían ser otros diferentes; ni en
su desenvolvimiento hay tampoco contingencia, indeterminación o azar,
sino que la existencia es un desarrollo necesario, algo de naturaleza
racional que, conocido en sí mismo, se identifica con su propia
esencia. La realidad no es una cosa contingente que recibió la
existencia y necesita de un ser necesario como causa, sino que, en su
ser total, es un ser necesario, algo que descansa en sí mismo
y se explica por sí".
RAFAEL GAMBRA. "Historia sencilla de la filosofía". Rialp. pag. 180 y 181
Las matemáticas suplantan la necesidad del ser. Dios es el Ser Necesario por sí mismo, no por otra cosa como las matemáticas a las que se someta. Si se pone la creación bajo la necesidad de las matemáticas se hace un dios de ellas. Stephen Hawking cita en su "Breve historia del tiempo" las palabras de Einstein: "las fórmulas son para la eternidad". Se acercan más a la verdad las obras como "El Universo Accidental" de Paul Davis.
Aquí viene bien una mirada a las páginas de google siguientes, que al principio de la primavera del 2006 daban los correspondientes números de encuentros:
Dios crea libremente con sabiduría y amor, como dice la Plegaria Eucarística IV.,
El sólo hecho de crear com amor ya le pone por encima del ámbito matemático. Ya dijo Aristóteles: "las matemáticas están lejos del bien y del mal".
Pero el "pienso, luego existo", origen de las ideologías del mal, hace pensar que existe lo que se piensa. Como las matemáticas "se piensan", se "piensa" que es lo que existe primero, incluso para Dios antes de crear, y como pensamos lo mismo, al "pensar" las matemáticas somos lo mismo que ese dios que tiene necesidad de las matemáticas para crear.
Nos hacemos dioses para pensar lo que queramos y hacerlo. Nos hacemos poseedores de la ciencia del bien y del mal. Se nota que comimos la manzana en el paraíso del Génesis y que todavía nos dura la indigestión.
La teoría de la gran unificación se busca como aquella que tiene como consecuencia la creación para ser como dioses también creadores. Pero Dios creó libremente. No tiene un funcionamiento matemático.
Si de la creación pudiéramos abstraer una teoría unificada, sería por casualidad, no por causalidad.
Dios lo creó todo con Medida, número y peso, pero creó con número para dárselo a la criatura, no por medio del número como necesitándolo para crear.
El número nos ayuda a entender lo que hizo, para admirar su sabiduría y para imitarle nosotros haciendo cosas buenas para los demás, pero a partir de aquí hemos de hacer caso de la advertencia de San Agustín, en un pasaje de "La Ciudad de Dios" (XI,31) en el que ha analizado diversos usos de los números en las Sagradas Escrituras: "dejemos el número, no sea que olvidemos el peso y la medida".
Si sólo miramos el número, nos hacemos como los racionalistas que piensan que los números y los entes matemáticos son los constitutivos de las cosas, como dijeron Pitágoras y Descartes, y ahora Hawking y Wheeler.
San Agustín, en las "Meditaciones" (Cap. XXVIII), (SAN AGUSTÍN, Meditaciones, soliloquios, manual, suspiros. Aguilar. Madrid 1972.) dice de Dios: "no hay número de su sabiduría" y "no es medido con cantidad" y "es innumerable con número e incommensurable con medida", es decir, no hay número que lo cuente ni medida que lo abarque.
Manuel María Domenech Izquierdo |
Pero esto no quiere decir que no podamos hallar en el universo belleza matemáticamente estética. Santo Tomás, en la Suma Teológica, a la dificultad 1 del artículo 7 de la cuestión 16 de la primera parte: "Agustín, en el libro De libero arbitrio, dice que nada hay más eterno que la razón de círculo y que dos y tres son cinco. Pero se trata de una verdad creada. Luego la verdad creada es eterna", replica: "La razón de círculo y que dos y tres son cinco tienen eternidad en la mente divina".
Luego Dios ve las matemáticas que ha puesto en sus criaturas, y puede libremente crear, con sabiduría y amor, las cosas con estética matemática. San Buenaventura, en sus Colaciones sobre el Hexamerón, Col. IV, no 16 dice: "el senario, como dice San Agustín, no es perfecto porque en ese número hizo Dios el mundo, sino que hizo el mundo en ese número porque es perfecto".
"La matemática está contenida en el mundo. El Logos es la condición para
esta matemática y su aplicabilidad".
Josef Ratzinger,
El espíritu de la liturgia. Una introducción, p 153
¡Qué bello y feliz sería que las mentes que anhelan la gran unificación cósmica se humillaran y se convirtieran para anhelar la Unidad de la Santa Trinidad! La que, bajo el magisterio de Santa Hildegarda, muestro en las Tríadas Hildegardinas.
La Unidad en la Trinidad no es "gran unificación"; es "Unidad unificante" de todas las unidades que existen y se puedan concebir. Está por encima de todo lo que se puede pensar; por eso sólo cabe amarla, respondiendo a su amor que nos amó primero.
El universo como complejidad ordenada: Discurso del Papa Benedicto XVI a la Academia de Ciencias el Jueves 8 de noviembre de 2012
"...produce un mundo unificado, hermosa y armoniosamente ordenado, sin que por
ello el Verbo de Dios deje de permanecer inmutable junto al Padre..."
Del sermón de san Atanasio, obispo, contra los gentiles Núms. 42-43
Cualquier teoría geométrica, algebrica u ondulatoria que pueda concebir la mente humana, evidentemente, está comprendida en la intelección divina. Aquí se puede aplicar, mutatis mutandis, lo que San Agustín dice de los sentidos de las Sagradas Escrituras: "Así, cuando oigo decir a uno: «Moisés intentó lo que yo digo», y a otro: «Nada de esto, sino lo que yo digo», creo más religioso decir: «¨Por qué no más bien las dos cosas, si las dos cosas son verdaderas, y aun una tercera, y una cuarta, y otra cualquiera verdadera que uno crea ver en estas palabras? ¨Por qué no se ha de creer que vio todas aquellas interpretaciones aquel por quien Dios, uno, atemperó las Sagradas Letras a las interpretaciones de muchos que en aquéllas habían de ver cosas verdaderas y distintas?". (SAN AGUSTIN. Confesiones. XXXI).
Las teorías físicas se complementan. Ninguna lo abarca todo porque la realidad no es una teoría.
Las TGU's suelen exclusivizar su solución:
No hemos de hacer ni una "Física Teológica", como si desde un "Punto Alfa", perfectamente conocido por nosotros, fuésemos capaces de descifrarlo y deducir desde él todas las leyes físicas del universo. Kepler decía que hemos de "pensar los pensamientos de Dios como lo haría El mismo"
Ni una "Teología Física", como si desde las leyes físicas que nos hemos construído a partir del universo, fuésemos capaces de deducir a Dios, como "Punto Omega" de él. Sea matemáticamente o evolutivamente, como pretendía Teilhard de Chardin.
Esto seria equivalente a la onto-teo-logía, que, denunciada por la filosofía moderna, ha acabado matándola; sería hacer una físico-teo-logía.
Dios unifica, con las formas en el espacio y el tiempo, pero no hay TGU derivada de los números y las fórmulas. La naturaleza hace los números; no los números a la naturaleza
Ni el universo es un dios descifrado, ni dios se deduce del universo.
Dios está por encima de todo lo que se puede pensar.
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