Ludwig van Beethoven inicia su Sexta Sinfonía con esta
inscripción: "Sinfonía Pastoral. Una remembranza de la vida
campestre. Más una expresión de sentimiento que una pintura".
Beethoven "es romántico en muchos aspectos"(*)
y uno de ellos es este: la intención de una expresión de sentimiento.
(*)
Véase por ejemplo la palabra "Romanticismo" en:
"Enciclopedia Teide. Arte/Geografía/Ciencia/Historia". Teide, Barcelona 1977.
Podemos considerar como características románticas:
"El Romanticismo, actitud humana de una época de crisis, vivió
intensamente la reacción contra una época racionalista".(*)
De igual modo como se reacciona contra el racionalismo defendiendo
la autonomía de la fantasía frente al raciocinio, o como la música
enfatiza la descripción del «propio sentimiento»,
aquella «representación» del método científico,(*)
que también es autoproyección humana reducida al sentimiento, es decir
a la imaginación, vuelve a presentarse como una popular manera de
entender la ciencia. Esto explica por qué, a pesar de que estaba
ya demostrado y sabido que las «representaciones» científicas eran
falsas, la divulgación científica y la enseñanza primaria reinciden
en el error de imaginar arbitrariamente una realidad falsa bajo los
conceptos abstractos de las leyes físicas.
"La aspiración a liberar al hombre de su vida en el mundo material,
la afirmación de la conciencia plena de sí como inteligencia pura y
sujeto pensante, no pueden satisfacerse en la consideración de unas
puras esencias inteligibles abstractas y vacías de realidad concreta.
Por esto, en la historia tales sistemas racionalistas se han
autodestruido casi desde su misma creación".(*)
Pues bien, ocurre lo mismo en el campo científico. El vulgo no
puede soportar la matemática abstracta.
Y no sólo el vulgo; el gran matemático David Hilbert (1862 - 1943)
solía decir:
"La Física se está volviendo demasiado difícil para los
físicos".(*)
En pleno siglo XX, cuando la teoría de la relatividad, la física
cuántica, el principio de indeterminación, la mecánica matricial y
la mecánica ondulatoria están en todos los libros de texto, se pueden
ver descripciones de las espirales del DNA y de sus bases con más
colorido que el que hay en los juegos de construcciones con piezas
de plástico para niños.(*)
(*)
"Cristianismo y revolución. Orígenes románticos del catolicismo de izquierdas"
FRANCISCO CANALS, p. 152. Speiro, Madrid 1986
(*)
Véase "El proceder científico" en el capìtulo "La confusión de la
imagen con la idea".
(*)
"The awesome worlds within a cell". RICK GORE. National Geographic
Vol. 150 no 3 septiembre 1976 p. 355.
(*)
"Die Physik wird zu schwer für die Physikern". "El mundo de la física" p. 218.
Los libros del mirasol. Fabril Editora. Buenos Aires, 1969.
La ciencia ficción es Romanticismo Científico y, de igual modo que, como explica Francisco Canals, el catolicismo de izquierdas tiene orígenes románticos,(*) el antropocentrismo autodivinizante contemporáneo se apoya en una superficial divulgación científica y en un género artístico llamado Ciencia Ficción, al que dedicaremos un apartado en este mismo capítulo.
Una de las impresiones más indelebles y que más me han conmovido durante mi vida, la recibí leyendo un libro que me presentó el sobrino de su autor. Por motivos de amistad tengo que omitir su nombre. No está bien hacer quedar mal a los amigos. El autor había trabajado toda su vida en la construcción de centrales hidroeléctricas y se había especializado en la resolución de los problemas referentes a las pérdidas de carga en las conducciones hidráulicas debida a los regímenes turbillonarios. Su espíritu ya no hacía otra cosa que girar junto con los remolinos acuáticos que daban vueltas sin cesar en su cerebro. Su obra era la exposición sistemática de su teoría: estaba convencido de que el universo entero estaba constituido exclusivamente por giros.
El giro es una abstracción físicomatemática como lo son los números. Todas las disciplinas científicas han progresado mucho levantando abstracciones nuevas sobre las construcciones realizadas sobre previas abstracciones. Pitágoras, dedicado especialmente a las teorías numéricas, redujo el mundo a los números. Los modernos científicos, dedicados a disciplinas elaboradas sobre la base matemática, reducen también el mundo a lo que han dedicado su vida. Haybentusiastas de los fractales que son como los pitagóricos, pero que, en vez de buscar "la fórmula" del universo, buscan "el programa" que genere el universo. Son los pitagóricos de la era de la información.
El caso del pariente de mi amigo ha quedado en el olvido, si es que alguien llegó a tomarlo en cuenta. La tecnología de las centrales hidroeléctricas ha llegado a unos niveles de rendimiento que ya casi no resulta rentable ningún esfuerzo dedicado a su mejora. En cambio, la industria del proceso de datos está en el momento inicial de su expansión. Los trabajos de investigación en este área pueden resultar muy interesantes y no se desprecia ningún artículo sobre teoría de computabilidad.
Por eso, en una publicación tan seria como "IBM Journal of
Research and Development" acabo de leer un artículo(*)
que reduce el mundo a una red de comunicación de interacciones
cuánticas. Parece que la ciencia, sin una correspondiente formación
filosófica y religiosa, constituye un sistema de antiparras que no
deja ver nada más que aquello que principalmente ha ocupado el
cerebro de los dedicados a cada especialidad. Los que, como yo, sean
también profesionales de la informática, verán en el artículo el eco
de la teoría de los giros del familiar de mi amigo.
(*)
"World as system self-synthesized by quantum networking". JOHN ARCHIBALD WHEELER.
"IBM journal of research and development" Vol 32, no 1 enero 1988.
Comentando con un compañero, durante mi época de estudiante, lo admirable que resulta el poder simular con ordenadores analógicos las leyes de la mecánica, exclamó convencido: "todo son servomecanismos". Otro ejemplo de la reducción de todo a la última abstracción físicomatemática que nos es familiar.
El Romanticismo Científico que hemos visto en el apartado anterior y este pitagorismo moderno, representan la versión contemporánea de aquellos dos grandes errores contrarios que, de una manera u otra, siempre han estado presentes en la historia: "La confusión de la imagen con la idea" y "La hipostatización de los números", cuya crítica hemos desarrollado en los dos primeros capítulos.
Los que actualmente se tienen por sabios científicos pero desprecian la filosofía, están claramente divididos en las dos tendencias romántica y pitagórica. Sus más genuinos representantes, desviados hasta el extremo de ambos errores, son los biólogos evolucionistas y los físicos que buscan la teoría del campo unificado. Es curioso notar que ambas posiciones se ignoran mutuamente. Valga esto de ejemplo: Richard Dawkins, defensor del más absoluto evolucionismo, en su libro "El relojero ciego" declara: "Muchos de nosotros no comprendemos la teoría cuántica, o la teoría de Einstein sobre la relatividad general y especial, pero esto no nos lleva a oponernos a estas teorías", y el fisico - químico Peter Atwins, de Oxford, en su libro "La Creación" dice: "No hay nada que no pueda ser comprendido y no hay nada que no pueda ser explicado. Todas las cosas son extraordinariamente simples. Una gran parte del universo no necesita ninguna explicación. Por ejemplo, los elefantes".
Estos dos grandes errores se corresponden también con el empirismo
y el racionalismo que, a su vez, son consecuencia de la crisis del
tomismo que comenzó con el nominalismo de Ockham.(*)
(*)
"Para una fundamentación de la metafísica". FRANCISCO CANALS. p.58
Publicaciones Cristiandad, Barcelona 1968.
En el ámbito religioso se juega esta deletérea estratagema: mezclando románticamente mitos y fantasías con la verdad se reduce toda la religión a sentimiento, como hiciera antaño el modernismo, condenado por San Pío X en su encíclica "Pascendi", y, a la vez, en nombre de ese racionalismo pitagórico moderno, se pretende excluir toda manifestación sensible y todo afecto de una supuesta religión purificada, con lo que se consigue, primero, el olvido de la verdad, y después se justifica el abandono de toda práctica religiosa. Por eso dijimos que era principalmente religioso el motivo de este libro.
No se crea que estas ideas afectan solamente a los especialistas.
La informática se ha popularizado mucho y las últimas ideas de
éstos, alcanzan los ámbitos de la divulgación científica a una
velocidad sorprendente.
He leido recientemente, en una revista geográfica, un artículo(*)
cuyo autor reduce el universo a una computadora y
declara que ve tanta inteligencia en él, que no admite la
existencia de Dios, pero en cambio está convencido de que alguien
está haciendo funcionar el universo como una computadora para
resolver algún problema. Hablando de esto con un licenciado en
psicología sentenció: "esto es ya ciencia ficción", la cual
merece que le dediquemos el siguiente apartado, como ya prometimos
al hablar del Romanticismo Científico.
(*)
"Did the universe just happen?". ROBERT WRIGHT.
"The Atlantic". (Boston) Vol. 261 no 4 abril 1988.
La divulgación científica irresponsable, la confusión de la imaginación con la inteligencia, la suposición de que la realidad es proyectada por el cognoscente, el afán de misterio de la mente humana y la curiosidad por lo desconocido, se confabulan para producir el peor de los resultados: la ciencia ficción. Sus zarpazos actúan en todos los ambientes: literatura infantil, radio, televisión, libros, cine y alcanzan a todos: niños, gentes sencillas, adultos y universitarios.
Un fenómeno particular de nuestros días, es que gracias a los medios de comunicación social, se ponen poderosos instrumentos en manos de hombres que, sin poder alcanzar un conocimiento profundo de nada, los hacen capaces de hablar de todo, y además a todos, dada la gran potencia y difusión que alcanzan hoy día las comunicaciones. Esto abre las puertas a lo que se ha llamado divulgación científica, que junto con la exuberante imaginación humana produce la absurda y utópica verborrea de la ciencia ficción y de los «supermanes» que sobrepasan las audacias de cualquier mitología. Es tal el alud de suposiciones y teorías mal fundadas, que, muchas veces, incluso los maestros de enseñanza general básica se avergüenzan de educar y reducen sus clases a un intercambio de opiniones entre los alumnos.
Todo tiene cosas buenas, es cierto. Si no, no existiría nada.
Hay buenos libros de ciencia ficción. Uno de ellos,
"De King Kong a Einstein"(*) ,
presenta los sueños
de la ciencia ficción desde el punto de vista de la física, lo cual es
muy educativo.
Bien, la ciencia ficción será muy divertida, estimulante, sugerente y todo lo
que se quiera, pero eso no interesa ahora. Quiero hablar solamente de
su malicia, de una oculta perversidad que hay en ella.
(*)
MORENO LUPIAÑEZ, Manuel. "De King Kong a Einstein",
(La física en la ciencia ficción). Edicions UPC. Barcelona 1999.
La pérfida tentación del humanismo divinizante que propugnan las sociologías en boga, aprovechando la circunstancia de que la ciencia ya no explica las cosas clara y distintamente, deja suelta la imaginación para que vuele con toda su inventiva. Todo se explica confusamente y no se pone fundamento a nada. Se puede hablar del sueño que salva las barreras del tiempo hacia adelante y hacia atrás, de la curación de todas las enfermedades, del suero de la eterna juventud, de los paseos interestelares e intergalácticos, de las culturas de otros mundos, de la traslación instantánea, del hombre - dios, y se tiene lo que quería Adán al comer el fruto prohibido.
En el tratado "De Trinitate", explica San Agustín
que los hombres yerran de tres maneras.(*)
La primera consiste en juzgar de
las cosas divinas según los sentidos corporales; podríamos
decir confundiendo la imagen con la idea. La segunda en opinar de lo
divino como si se tratara de lo espiritual humano; aquí pensamos en la
hipostatización de los números. La tercera, que él llama vértice del error,
consiste en pensar de Dios como si fuera lo que ni la criatura corporal
ni la espiritual son:
como una fuerza dinámica capaz de engendrarse a sí mismo. Así piensa
la filosofía que subyace a la ciencia ficción.
(*)
"De Trinitate". SAN AGUSTIN. B.A.C. no 39 pag. 116
En "El Retorno de los Brujos", nefasto libro de Louis Pawels y Jacques
Bergier, que se puso de moda hace unos años, se da nombre a esa vana
filosofía y se la llama "Realismo Fantástico". Vana ha de ser en verdad
la filosofía que supone que la realidad es fruto de la fantasía. Vuelven
a la memoria aquellas palabras de San Pablo: "Llegará tiempo en que los
hombres, no pudiendo soportar la sana doctrina se aplicarán a las
fábulas".(*)
Estremece pensar que hoy tenga cumplimiento esta profecía.
(*)
II Tim. 4, 3-4
El fin escatológico del hombre parece estar en manos de la técnica, como arte de cambiar el presente para que el futuro resulte fascinante. El hombre se adueña de sí mismo, y alcanza la liberación de todo lo que pudiera pensar como sobrehumano. Los dientes de la humanidad han consumado el mordisco que Eva iniciara en el Edén. Es el misterio de iniquidad que va desarrollándose hasta la total manifestación del hombre de pecado.
Pero esto no impedirá, tampoco ahora, que algunos sigan buscando la
verdad, y que la hallen, porque el que busca halla.(*)
Sólo es preciso
no olvidar que la piedra que los constructores rechazaron es la que ha de
ser clave de bóveda.(*)
(*)
Mateo 7,7-8.
(*)
Hechos. 4, 11
A base de la expresión "akkadia aban resa" (piedra
clave de conclusión) y del escrito apócrifo "Testamento de Salomón",
que, al describir la construcción del templo, entiende por piedra
angular la que se pone encima de la puerta del templo, algunos ven en
la piedra angular la última piedra. En esta explicación, Cristo no es
solamente el que levanta el nuevo templo de Dios, sino también el que
lo corona o completa. Véase "Piedra angular" en "Diccionario de la
Biblia", ed. Herder, Barcelona 1975.
A primera vista, las frases que siguen, escritas en el siglo XIII por Santo Tomás, pueden parecer algo, no sólo inactual, sino premitológico.
"Es claro que los actos del hombre sobre los que se echan suertes
y el resultado de las mismas, no están sometidos a la influencia de las
estrellas. Por consiguiente, si alguien recurre a ellas pensando que su
resultado depende de influencias astrales, cae en falsa y vana estimación
y no se substrae, por tanto, a la acción de los demonios".(*)
(*)
Suma Teológica II-2 q95 a8
"Los signos que se utilizan para la adivinación no son de
institución divina, pues Dios jamás los ha ratificado con su autoridad.
Son, más bien, fruto de la vanidad humana, socorrida por la malicia de
los demonios, que se esfuerzan en embrollar la mente de los hombres con
futilidades".(*)
(*)
Suma Teológica II-2 q96 a3
Pero, si bien se mira, son más apropiadas para nuestro tiempo
que para el suyo, pues hoy se cae en estos defectos sin que casi
nadie se de cuenta de ello, lo que es mucho más grave y alarmante. Hoy
se ha perdido la conciencia de pecado,
también en esto, como en tantas otras cosas.(*)
(*)
"El mayor drama de la sociedad actual es que ha perdido la conciencia de pecado"
Pio XII. Radiomensaje al Congreso Catequístico Nacional en Boston, 26 de octubre de 1946
Pio XII. Discurso del domingo de Pasión, 26 de mayo de 1950
Juan Pablo II. Angelus del 1 de abril de 1979
"El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado"
Juan Pablo II. Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia, no 18
No se llevan medallas ni se quieren imágenes religiosas, pero cada
vez se ven más amuletos y signos extraños. Recientemente se ha celebrado
en Barcelona un congreso de magia internacional. Proliferan las tiendas
en que se venden fármacos basados en «experimentos orientales». Se han
constituido centros de cálculo con ordenadores eléctrónicos, con la
única finalidad de realizar horóscopos y con la pretensión de hacerlos
con toda seriedad. En los carteles programables que el Ayuntamiento
de Barcelona ha puesto en la vía pública se da puntual información
del horóscopo. Se ven en los quioscos cada vez más revistas
monográficas dedicadas a la adivinación y artes ocultas.
"En los últimos años se asiste a un fenómeno doble y aparentemente
contradictorio. Un interés creciente por la ciencia y, a la vez,
por esa especie de lado oscuro de la ciencia que es la magia y todo
tipo de saberes ocultos".(*)
Se oye a los amigos comentar que han aprendido a hacer bailar su mesita de noche
con el pensamiento. Se busca el laicismo, y proliferan las llamadas "religiones marginales".
Para qué seguir, el dato está en la calle para quien lo quiera ver.
(*)
"Epoca". (revista de actualidad). no 155, febrero 1988 pag. 106.
Es una constante de todas las civilizaciones que haya habido hombres conocedores de artes ocultas que practiquen la adivinación. Es de todos conocido el personaje llamado «Brujo» de la tribu, que tiene la exclusiva de la receta de preparar el curare de las flechas envenenadas. Otra versión a mayor escala de ese mismo tipo es el «Mago» que se subía al Zigurat babilónico para mirar las estrellas y «adivinar» la fecha de un parto, o de un sabio egipcio que «consultaba a los dioses» para profetizar la siguiente avenida del Nilo, simplemente mirando la posición de la estrella Shotis (nuetra Sirio), al verla aparecer al mismo tiempo que el Sol, pero sin explicar cómo lo hacía. Ninguno de estos daba a conocer el «truco» a sus embaucados, porque si lo hacía, se le terminaba su vida privilegiada y perdía la posición social de los de su casta. Sin embargo, para practicar sus artes, no tenía más que conocer algunas cosas, siempre sencillas, pero ignoradas por el resto de la comunidad. Su fama y sus poderes eran buena leña para el fuego de su soberbia, y, con frecuencia, muchos de estos personajes han tenido trato personal con los demonios. Recordemos los magos egipcios que reprodujeron algunos de los milagros de Moisés delante del Faraón.
Hace poco tiempo se hacía mucho incapié en distinciones sutiles
entre medicina y curandería, química y alquimia, ciencia y magia; hoy
se está perdiendo de nuevo el miedo a la brujería. En realidad podemos
decir que un arte pasaba de ser considerado mágico a ser tenido por técnico
y científico, simplemente cuando el «truco» era conocido por todos, era
de dominio público. Pero el verdadero criterio es separar lo que es
proceder por arte del demonio de lo que es proceder por el conocimiento
de las causas, como ya enseñaba Santo Tomás de Aquino en el
siglo XIII:(*)
(*)
Suma Teológica II-2 q95 a1 s2
Pero al olvidar la filosofía perenne, queda el hombre desarmado para distinguir realmente magia y ciencia. La crisis de la filosofía tiene por causa, entre otras, el deslumbramiento que la apariencia de misterio, debida al sonambulismo de los científicos, ha ocasionado en las mentes filosóficas y las realizaciones conseguidas con los conocimientos secretos, diríamos vulgarmente brujerías, de unos pocos iniciados, Las inteligencias se han dejado seducir por fábulas y, esterilizadas, no han podido concebir más que vanas filosofías.
La hipocresía que siempre acompaña a toda mala conciencia, ha tenido en el caso de la ciencia, el cinismo de recriminar a la Iglesia una actitud contraria a los quehaceres científicos, ridiculizándola en lo posible y atribuyéndole yerros imaginarios. Las consecuencias del libertinaje ejercido durante varios siglos, que ha llevado al hombre a la crisis mayor de su historia, han venido a dar la razón a la Iglesia.
El ansia de infinito y el afán de misterio del alma humana, es
el motor que impulsa para saltar la barrera de la ciencia mal sabida
hasta el trato con los espíritus.
Como la soberbia de la ciencia tantas veces ha buscado en ella
el olvido de Dios, cuando el materialismo no satisface, se inquiere
el poder del demonio y se busca el trato familiar con él. Se acaba
mitificando la ciencia diciendo que se quiere desmitificar el dogma.
El satanismo campea hoy con tal desfachatez e impunidad, que es hora
ya de buscar "la paciencia y el consuelo que dan
las Escrituras",(*)
en la gran señal vista en el cielo:
"Una Mujer vestida de Sol, con la luna bajo sus pies, por doce
estrellas coronada".(*)
La vencedora de todas la herejías en el
universo mundo, es Ella, con su Linaje, la que ha de aplastar
la cabeza de la serpiente antigua.
(*)
SAN PABLO. Romanos 15, 4
(*)
Apocalipsis 12, 1
Manuel María Domenech Izquierdo |
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