(Publicado en la revista Cristiandad, febrero 1974) |
Podemos llamar especies del error trascendental a los distintos modos de tergiversar el misterio de la salvación que nos viene por Jesucristo. En este misterio se puede distinguir el agente, el móvil y el fin; es decir el Salvador, los salvados y la salvación; o más concretamente Jesucristo, los hombres y la bienaventuranza.
La Santa Iglesia de Jesucristo ha tenido que combatir, a lo largo de la historia, errores opuestos referentes al Salvador y los salvados. (Cf. "Los errores a la luz de la verdad". CRISTIANDAD, julio 1972 y "María vencedora de todas las herejías". CRISTIANDAD, agosto-sep. 1973.) Hoy, de la misma manera, debe poner en guardia a sus hijos frente a dos errores, tambien opuestos, acerca del alcance de la salvación, sobre todo en su aspecto social.
Herencia de las herejías, que pretendían que Jesucristo fue primero un mero hombre (Nestorio) y que las buenas obras eran fruto meramente humano (Pelagio), es la sentencia, hoy en día tan frecuente que afirma: "la salvación del mundo será la colosal hazaña humana de los siglos", la cual fue condenada en el Concilio Vaticano I: "Si alguno dijere que el hombre no puede ser por la acción de Dios levantado a un conocimiento y perfección que supere lo natural, sino que puede y debe finalmente llegar por sí mismo, en constante progreso, a la posesión de toda verdad y de todo bien, sea anatema", (Conc. Vat. l. Denzinger 1808.)
Herencia de las herejías, que pretendían que la naturaleza humana de Jesucristo era sólo apariencia (Eutiques) y que las buenas obras eran utopía irrealizable (Lutero), es la sentencia con la que hoy se lamentan unos pocos pesimistas desesperados diciendo: "el mundo no tiene salvación posible, no hay por qué preocuparse de él", lo cual ha sido rechazado en el Concilio Vaticano TI: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón". (Conc. Vat. II Const. Gaudium et Spes n.O 1.)
Fieles intérpretes de la original tentación de Satanás a nuestros primeros padres en el paraíso quieren, unos, ser como Dios, es decir hacer al hombre igual a Dios, no según Dios, sino según ellos mismos, pensando que lo que es posible a Dios también es posible al hombre. Éste es el error trascendental, suponer en uno mismo el principio de la bienaventuranza, restringiendo el bien del fin último al ámbito de la propia naturaleza, o al menos creerse merecedores del don sobrenatural. Éste es el pecado del primer ángel según San Anselmo como explica Santo Tomás (cf. S. Th. 1 q. 63 a3).
Desesperados otros, al ver, fracaso tras fracaso, que ello es imposible, quieren hacer a Dios igual al hombre, pensando que lo que es imposible al hombre tampoco es posible a Dios. Satanás, después de haber triunfado en la tentación, una vez conseguido el pecado de su víctima, intenta quitarle toda esperanza de perdón, de arrepentimiento sincero y de efectividad en el propósito de la enmienda. Éste es el origen del error antitético trascendental.
Estos dos errores trascendentales, pues ambos cierran la puerta de la salvación, que podríamos llamar optimismo trascendental y pesimismo trascendental, se desdoblan en ocho tipos según las diversas combinaciones que pueden darse, ya se distinga a Dios del mundo, no según verdad sino con diversas versiones maniqueas, o bien se le confunde con él (Panteísmo) o lo que es lo mismo se le ignora (ateísmo), ya se profesen desde derechas o izquierdas.
De un modo esquemático puede presentarse el siguiente resumen.
El cristiano en el mundo de hoy corre el peligro de verse arrastrado por uno de esos torbellinos o por alguna de sus síntesis, como puede ser el terrible combinado que resulta de mezclar el optimismo trascendental de derechas con el pesimismo trascendental de izquierdas, en sus versiones maniqueas, pretendiendo que se puede merecer la salvación trabajando en el mundo sin combatir su maldad. Entonces se reza con "Soberbia presunción de justicia" y se colabora con el mundo en lo político, lo social y lo económico con "Tranquila delectación de pecado". Al menos, a juzgar por sus frutos, parece que muchos cristianos piensan así.
La verdad es que "lo que es imposible a los hombres es posible a Dios" (Lc. 18, 27). Por eso esperamos la venida de Aquél que ha vencido al mundo, para poder caminar en paz hacia la morada del Padre, par poder prepararse para la visión facial de la esencia divina en un mundo consolado por el cumplimiento de las profecías mesiánicas:
"Saldrá un vástago del tronco de Jesé
y un retoño de sus raíces brotará; Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos. Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niñito los conducirá. La vaca y la osa serán compañeras, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal, en todo mi Santo Monte, porque la tierra estará llena del conocimiento de [Jahvéh], como cubren las aguas el mar. Aquel día la raíz de Jesé estará enhiesta para estandarte de los pueblos, las gentes la buscarán y su morada será gloriosa" (Isaías, 11, 1-10). |
Manuel María Domenech Izquierdo. |
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