Tema
6:
CREACIÓN del mundo visible
El relato de la creación lo encontramos en los dos primeros capítulos del
Génesis. Pero conviene tener en cuenta en primer lugar que la finalidad de la
Biblia es netamente religiosa, no científica y que, según la Pontificia Comisión
Bíblica, los once primeros capítulos del Génesis son un relato
histórico-popular, es decir: narran hechos reales pero con un ropaje literario
enteramente popular; lenguaje por lo mismo, muy similar al de otros relatos de
la época. Estos once primeros capítulos del Génesis constituyen la prehistoria
de la salvación. Con Abraham, capítulo 12, comienza la historia propiamente
dicha.
Ha habido mucha
controversia con estos primeros pasajes de la Biblia. La doctrina de la Iglesia
en este punto ha sido muy clara. Existen
tres documentos principales que han tocado el tema: dos de la Pontificia
Comisión Bíblica (30 de junio de 1909 y 16 de enero de 1948) y la Encíclica
Humani Generis, de Pío XII, del año 1950.
1) Comisión
Bíblica (30 de junio de 1909)
(cf. Denzinger-Hünermann, 3512-3519).
Establece:
a)
No tienen sólido fundamento los sistemas que con apariencia de ciencia excluyen
el sentido literal de los tres primeros capítulos del Gn.
b)
No puede enseñarse lo siguiente:
-que no contienen narraciones de cosas realmente sucedidas respondiendo a
la realidad objetiva e histórica, sino fábulas tomadas de mitologías y
cosmogonías antiguas acomodadas por el autor sagrado a la doctrina
monoteísta;
-que se trata de alegorías y símbolos, destituidos de todo fundamento
real, ordenados a inculcar verdades religiosas y
filosóficas;
-que se trata de leyendas, en parte históricas y en parte ficticias,
libremente compuestas para instrucción o edificación de las
almas.
c)
No puede ponerse especialmente en duda el sentido literal histórico donde se
trata de hechos narrados tocantes a los fundamentos de la religión cristiana, a
saber:
-creación de todas las cosas por parte de Dios
-peculiar creación del hombre
-formación de la primera mujer del primer hombre
-unidad del linaje humano
-felicidad original de los primeros padres en el estado de justicia,
integridad e inmortalidad
-el mandamiento impuesto por Dios para probar la
obediencia
-la trasgresión, por persuasión del diablo
-pérdida del estado primitivo de inocencia
-promesa del Reparador futuro.
d)
Es lícito a cada uno seguir la sentencia que prudentemente aprobare allí donde
han entendido diversamente los Padres y Doctores, salvo el juicio de la Iglesia
y la analogía de la fe.
e)
No es necesario que todas y cada una de las palabras y frases han de ser
tomadas siempre en sentido propio, especialmente cuando las locuciones sean
metafóricas o antropomórficas.
f)
Salvado el sentido literal e histórico, puede emplearse la interpretación
alegórica y profética de algunos pasajes, siguiendo a los Santos
Padres.
g)
No ha de buscarse en la interpretación de estas cosas exactamente y siempre
el rigor de la lengua científica.
h)
El lícito discutir libremente entre los exegetas el significado del término
día (Yôm).
2) Comisión Bíblica (16
de enero de 1948)
(cf. Denzinger-Hünermann, 3862)
Reivindica el valor del
documento de 1906 hasta el punto tal de no reconocer ninguna necesidad de
promulgar otros decretos sobre el argumento. Enseña que el género histórico
usado por los autores sagrados no concuerda exactamente con nuestro concepto de
historia moderna; pero al mismo tiempo sostiene que esto no quiere decir que
esos relatos no contengan historia verdadera. Esto será aclarado en 1950 en
la Humani Generis.
3) Encíclica Humani
Generis (12 de agosto de 1950) (cf.
Denzinger-Hünermann, 3898-3899)
Especialmente sostiene el monogenismo y da la correcta interpretación de la carta de la Comisión Bíblica de 1948 al Card. Suhard afirmando que los once primeros capítulos del Gn, “aunque propiamente no concuerdan con el método histórico usado por los eximios historiadores greco-latinos y modernos, no obstante pertenecen al género histórico en un sentido verdadero, que los exegetas han de investigar y precisar” (Humani generis, 31). Y sobre todo el número 32: “ Mas si los antiguo hagiógrafos tomaron algo de las tradiciones populares -lo cual puede ciertamente concederse-, nunca ha de olvidarse que ellos obraron así ayudados por la divina inspiración , la cual los hacía inmunes de todo error al elegir y juzgar aquellos documentos. Por lo tanto, las narraciones populares incluidas en la Sagrada Escritura, en modo alguno pueden compararse con las mitologías u otras narraciones semejantes, las cuales más bien proceden de una encendida imaginación que de aquel amor a la verdad y a la sencillez que tanto resplandece en los libros Sagrados, aun en los del Antiguo Testamento, hasta el punto de que nuestros hagiógrafos deben ser tenidos en este punto como claramente superiores a los escritores profanos”. (Humani Generis 32)
En el Pentateuco (que está formado por los cinco primeros libros de la
Biblia atribuidos a Moisés), por tanto en el Génesis, confluyen diversas
tradiciones. No olvidemos que antes de la Palabra de Dios escrita, existió la
Palabra de Dios transmitida, que se fue fijando por escrito de diversas maneras.
Hay una primera tradición que data del siglos X al IX a. de C. y que se formó en
el reino de Judá, llamado Yahvista porque emplea preferentemente la palabra
Yahvé para designar a Dios. Entre los siglos IX al VIII a. De C., en el reino
del Norte, se formó el relato llamado Elohista, porque prefiere emplear la
palabra Elohim al hablar de Dios y, muy posterior, hacia el siglo VI a. De C.,
el Sacerdotal. La reacción definitiva del Génesis data aproximadamente del siglo
V a. De C.. Hay, pues, en el Pentateuco textos premosaicos, mosaicos y
postmosaicos.
El Capítulo primero del Génesis se atribuye a la tradición Sacerdotal,
que podríamos decir es más teológica y el segundo a la Yahvista que se distingue
por los antropomorfismos, es decir, atribuye a Dios acciones y cosas propias de
los hombres; así, se habla del soplo de Dio, que Dios planta un jardín, etc... y
no es que el hagiógrafo se imagine que Dios tenga tales cosas o acciones, sino
que expresa de una manera popular verdades muy profundas acomodándose a la
mentalidad de la época pues eran hijos de su época y tenían que escribir en un
lenguaje que le entendieran. Por otra parte, si hubieran escrito laceración
expresándose en un lenguaje científico moderno, no tendríamos hoy el Génesis,
pues nadie habría copiado un libro que no se entiende. Por tanto, estos relatos
expresan verdades profundísimas, pero en un lenguaje enteramente
popular.
En el área cultural de Israel (Babilonia, Egipto, Caldea), existían, sin duda alguna, relatos mitológicos relativos a la creación del mundo. Se trata de cosmogonías míticas, que implican, incluso, teogonías asimismo míticas. Este es el caso del poema babilónico del origen del mundo, conocido con el nombre de “Enuma Elis”[1], que imagina un origen en el que no existía ni el cielo ni la tierra. Solo reinaba Apsu (agua dulce), que aparece como progenitor, y Tiamat (agua salada), la gestante. Las aguas se confundían en un todo caótico. La creación es entendida aquí a modo de una lucha llevada a cabo por Marduk, rey de los dioses, contra ese caos primordial, de modo que de sus porciones se originan distintas partes del universo.
No cabe duda de que los relatos bíblicos de la creación, particularmente el relato sacerdotal (P) que proviene del siglo VI antes de Cristo, toma elementos de esta mitología y el relato yahvista (J), que es del siglo X a. C., presentan una idea totalmente distinta de la creación, que podríamos resumir en breves puntos:
Paso
a paso iremos detallando el libro del Génesis en sus dos primeros capítulos. Y
es verdad, que el esquema cosmológico popular de Israel tiene continuidad con el
esquema propio de las culturas afines. La cosmovisión primitiva del antiguo
Oriente imagina la tierra como un disco que flota en el mar cósmico, fijado con
columnas a las raíces del mar. Debajo de la tierra se encuentra un mundo
inferior. La bóveda celeste forma una cúpula, viniendo a ser como una media
esfera fija que limita por arriba el espacio celeste. Esta cúpula retiene el
océano celeste. Según Gn 6, 11, las compuertas se abrieron para dar lugar al
diluvio. En la bóveda celeste están sujetas las estrellas.
Pero
para nuestra tranquilidad, vamos a comprobar, siguiendo el Génesis que todo esto
está creado por Dios, Él es el autor de todo, incluidos los astros, que en el
mundo pagano cobran un valor de dioses. Nada escapa a la acción creadora y
trascendente de Dios; todo le está sometido y ha venido a la existencia en
virtud de la fuerza de su palabra.
Hay
que destacar que la audacia del Génesis es tremenda. Su verdad tiene que
enfrentarse, en aquella época, con el politeísmo, la eternidad del caos, dioses
y diosas con caprichos y pasiones, que proceden arbitrariamente con el hombre,
que luchan entre sí y que se matan, siendo un horrible ejemplo para el
hombre.
No
se trata de cosas ni de estilos tan solo diferentes, sino de una teología
completamente de otro orden; las mismas expresiones materiales indican ideas de
un mundo totalmente diferente y superior.
El
estudio comparado de todos estos documentos ha servido para mejor conocer el
pensamiento de los hagiógrafos, pues ha ayudado a distinguir entre la forma
literaria o ropaje externo, tejido de “folklore” y de noticias populares de
entonces y el fondo doctrinal. Claramente podemos ver aquí una presencia de la
Revelación e Inspiración Divina, donde hay dos autores: el humano, que se nutre
de las fuentes y conocimientos de la época en que escribe, y el divino que
purifica todo eso y que introduce unos conocimientos puramente nuevos y
eternos.
Nos
parece útil traer aquí los párrafos que a este respecto propone el Catecismo de
la Iglesia Católica, porque supone, ante todo, la interpretación clara e
indiscutible de la Iglesia respecto a estos pasajes que tanta controversia han
levantado.
279
"En el principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1). Con estas palabras
solemnes comienza la Sagrada Escritura. El Símbolo de la fe las recoge
confesando a Dios Padre Todopoderoso como "el Creador del cielo y de la tierra",
"del universo visible e invisible". Hablaremos, pues, primero del Creador, luego
de su creación, finalmente de la caída del pecado de la que Jesucristo, el Hijo
de Dios, vino a levantarnos.
280
La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de Dios", "el
comienzo de la historia de la salvación" (DCG 51), que culmina en Cristo.
Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio de la
creación; revela el fin en vista del cual, "al principio, Dios creó el cielo y
la tierra" (Gn 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva
creación en Cristo (cf. Rom 8,18-23).
281 Por esto, las lecturas
de la Noche Pascual, celebración de la creación nueva en Cristo, comienzan con
el relato de la creación; de igual modo, en la liturgia bizantina, el relato de
la creación constituye siempre la primera lectura de las vigilias de las grandes
fiestas del Señor. Según el testimonio de los antiguos, la instrucción de los
catecúmenos para el bautismo sigue el mismo camino (cf. Aeteria, pereg. 46; S.
Agustín, catech. 3,5).
I LA CATEQUESIS
SOBRE LA CREACIÓN
282
La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a
los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de
la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han
formulado: "¿De dónde venimos?" "¿A dónde vamos?" "¿Cuál es nuestro origen?"
"¿Cuál es nuestro fin?" "¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?" Las
dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para
el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro
obrar.
283
La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas
investigaciones científicas que han enriquecido magníficamente nuestros
conocimientos sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el devenir de las
formas vivientes, la aparición del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a
admirar más la grandeza del Creador, a darle gracias por todas sus obras y por
la inteligencia y la sabiduría que da a los sabios e investigadores. Con
Salomón, estos pueden decir: "Fue él quien me concedió el conocimiento verdadero
de cuanto existe, quien me dio a conocer la estructura del mundo y las
propiedades de los elementos...porque la que todo lo hizo, la Sabiduría, me lo
enseñó" (Sb 7,17-21).
284
El gran interés que despiertan a estas investigaciones está fuertemente
estimulado por una cuestión de otro orden, y que supera el dominio propio de las
ciencias naturales. No se trata sólo de saber cuándo y cómo ha surgido
materialmente el cosmos, ni cuando apareció el hombre, sino más bien de
descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el azar, un
destino ciego, una necesidad anónima, o bien por un Ser trascendente,
inteligente y bueno, llamado Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de la
bondad de Dios, ¿por qué existe el mal? ¿de dónde viene? ¿quién es responsable
de él? ¿dónde está la posibilidad de liberarse del
mal?
285
Desde sus comienzos, la fe cristiana se ha visto confrontada a respuestas
distintas de las suyas sobre la cuestión de los orígenes. Así, en las religiones
y culturas antiguas encontramos numerosos mitos referentes a los orígenes.
Algunos filósofos han dicho que todo es Dios, que el mundo es Dios, o que el
devenir del mundo es el devenir de Dios (panteísmo); otros han dicho que el
mundo es una emanación necesaria de Dios, que brota de esta fuente y retorna a
ella ; otros han afirmado incluso la existencia de dos principios eternos, el
Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, en lucha permanente (dualismo,
maniqueísmo); según algunas de estas concepciones, el mundo (al menos el mundo
material) sería malo, producto de una caída, y por tanto que se ha de rechazar y
superar (gnosis); otros admiten que el mundo ha sido hecho por Dios, pero a la
manera de un relojero que, una vez hecho, lo habría abandonado a él mismo
(deísmo); otros, finalmente, no aceptan ningún origen trascendente del mundo,
sino que ven en él el puro juego de una materia que ha existido siempre
(materialismo). Todas estas tentativas dan testimonio de la permanencia y de la
universalidad de la cuestión de los orígenes. Esta búsqueda es inherente al
hombre.
286
La inteligencia humana puede ciertamente encontrar ya una respuesta a la
cuestión de los orígenes. En efecto, la existencia de Dios Creador puede ser
conocida con certeza por sus obras gracias a la luz de la razón humana (DS:
3026), aunque este conocimiento es con frecuencia oscurecido y desfigurado por
el error. Por eso la fe viene a confirmar y a esclarecer la razón para la justa
inteligencia de esta verdad: "Por la fe, sabemos que el universo fue formado por
la palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece"
(Hb 11,3).
287
La verdad en la creación es tan importante para toda la vida humana que Dios, en
su ternura, quiso revelar a su pueblo todo lo que es saludable conocer a este
respecto. Más allá del conocimiento natural que todo hombre puede tener del
Creador (cf. Hc 17,24-29; Rom 1,19-20), Dios reveló progresivamente a Israel el
misterio de la creación. El que eligió a los patriarcas, el que hizo salir a
Israel de Egipto y que, al escoger a Israel, lo creó y formó (cf. Is 43,1), se
revela como aquel a quien pertenecen todos los pueblos de la tierra y la tierra
entera, como el único Dios que "hizo el cielo y la tierra" (Sal
115,15;124,8;134,3).
288
Así, la revelación de la creación es inseparable de la revelación y de la
realización de la Alianza del Dios único, con su Pueblo. La creación es revelada
como el primer paso hacia esta Alianza, como el primero y universal testimonio
del amor todopoderoso de Dios (cf. Gn 15,5; Jr 33,19-26). Por eso, la verdad de
la creación se expresa con un vigor creciente en el mensaje de los profetas (cf.
Is 44,24), en la oración de los salmos (cf. Sal 104) y de la liturgia, en la
reflexión de la sabiduría (cf. Pr 8,22-31) del Pueblo elegido.
289
Entre todas las palabras de la Sagrada Escritura sobre la creación, los tres
primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar único. Desde el punto de vista
literario, estos textos pueden tener diversas fuentes. Los autores inspirados
los han colocado al comienzo de la Escritura de suerte que expresa, en su
lenguaje solemne, las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios,
de su orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del
pecado y de la esperanza de la salvación. Leídas a la luz e Cristo, en la unidad
de la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, estas palabras
siguen siendo la fuente principal para la catequesis de los Misterios del
"comienzo": creación, caída, promesa de la salvación.
EL
RELATO
SACERDOTAL
GÉNESIS
1: La creación
Vers.
1:
En
el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Lo
primero que se afirma en este versículo es el carácter temporal del mundo con la
expresión “en el principio...”.
Es decir afirmamos lo que antaño se constató en el Concilio
Vaticano I por el Papa Pío IX 1869-1870. "El
mundo tuvo principio en el tiempo"
y "...hemos
determinado declarar desde esta cátedra de Pedro...desde el principio del tiempo
creó de la nada." (Dz.
1783).
Es,
por tanto una verdad de fe que debemos creer y que se consigna diversas veces en
la Escritura:
Hay
que tener en cuenta que la doctrina de la eternidad del mundo fue condenada.
(Dz. 501-503. )
Contra
la filosofía pagana y el materialismo moderno que suponen la eternidad del
mundo, o mejor dicho, de la materia cósmica, la Iglesia enseña que el mundo no
existe desde toda la eternidad, sino que tuvo principio en el tiempo.
El
progreso de la física atómica permite inferir, por el proceso de desintegración
de los elementos radiactivos, cual sea la edad de la tierra y del universo,
probando positivamente el principio del mundo en el tiempo. (Discurso
de Pío XII, 22 Noviembre 1951. Sobre la demostración de la existencia de Dios a
la luz de las modernas ciencias naturales).
El tiempo es la sucesión de momentos determinados por la aparición,
desaparición, crecimiento, desarrollo, cambio, etc... de los seres creados, por
tanto comenzó a existir con la creación.
290
"En el principio, Dios creó el cielo y la tierra": tres cosas se afirman en
estas primeras palabras de la Escritura: el Dios eterno ha dado principio a todo
lo que existe fuera de él. El solo es creador (el verbo "crear" -en hebreo
"bara"-tiene siempre por sujeto a Dios). La totalidad de lo que existe
(expresada por la fórmula "el cielo y la tierra") depende de aquel que le da el
ser.
Es
decir, todo el universo lo creó Dios y, según el texto hebreo, lo creó de la
nada. El texto original hebreo utiliza el verbo “barà” que implica “sacar de la
nada”.
Lo
afirma el Concilio Vaticano I 1869-1870 Pío IX 1846-1877: "...hemos
determinado proclamar y declarar desde esta cátedra de Pedro... que este sólo
verdadero Dios...creó de la nada a una y otra creatura, la espiritual y la
corporal, esto es, la angélica y la mundana, y luego la humana, como común,
constituida de espíritu y cuerpo."
(Dz. 1783).
De
la misma manera ya lo afirmó el Concilio de Letrán 1215: "...Creador de todas
las cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y corporales; que
por su omnipotente virtud a la vez desde el principio del tiempo creó de la nada
a una y otra creatura..." (Dz. 428).
No
es el único pasaje de la Sagrada Escritura. Hay otros que lo
confirman:
·
II
Mac 7, 28:
"Te
suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y veas cuanto hay en ellos,
y entiendas que de la nada lo hizo todo Dios."
·
Hb
11, 3:
"Por la fe,
sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de manera que lo que
se ve resultase de lo que no aparece."
La
creación del mundo de la nada no solo es una verdad fundamental de la revelación
cristiana, sino que al mismo tiempo llega a alcanzarla la razón con solas sus
fuerzas naturales basándose en los argumentos cosmológicos y, sobre todo, en el
argumento de la contingencia.
Vers.
2-5: 2
La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de
Dios aleteaba por encima de las aguas.3 Dijo Dios: «Haya luz», y hubo
luz. 4 Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la
oscuridad; 5 y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó
«noche». Y atardeció y amaneció: día primero.
“Dijo Dios”. Dios, por su Palabra omnipotente, realiza
todo. Comparándolo con Jn 1, 1-3 (En el principio existía la Palabra y la Palabra
estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no
se hizo nada de cuanto existe.)
; vemos que la Palabra de Dios, el Verbo, es el artífice de la
Creación.
“Y atardeció y amaneció: día primero”. Debemos notar que
aquí se da una contrariedad, porque el sol no se crea hasta el día cuarto (vers.
14-19). ¿Cómo puede haber día tarde y mañana sin la existencia del sol?. Esto ya
indica que el hagiógrafo no piensa
en días solares como los pensamos nosotros, de 24 horas. Además, la palabra
hebrea “yom” indica, con frecuencia un período larguísimo de tiempo. La
expresión, por ejemplo, “aquel día” se refiere muchas veces a la época mesiánica
(cfr. Is 4, 2) que comenzó con la Encarnación y acabará con la Parusía (segunda
venida de Cristo). De ahí, vamos a deducir que el hagiógrafo no nos está
diciendo que Dios creó todas las cosas en seis días de 24 horas cada uno, sino
sencillamente que todo ha sido creado por Dios, con el orden maravilloso que
vemos en el universo (cfr. Rom 1. 19-20), y, por consiguiente, todo depende de
Él.
De todas maneras llama la atención que el hagiógrafo determina el día
empezando por la tarde y luego sumándole la mañana. Ésa es la costumbre judía
aún en nuestros días.
LA CREACIÓN
|
|
Primer
día |
Noche y Día |
Vers.
6-8:
6 Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las
aparte unas de otras.» 7 E hizo Dios el firmamento; y apartó las
aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y
así fue. 8 Y llamó Dios al firmamento «cielos». Y atardeció y
amaneció: día segundo.
El segundo día, Dios creó el firmamento.
LA CREACIÓN
|
|
Primer
día |
Noche y Día |
Segundo
día |
Cielos |
Vers. 9-13: 9
Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo
conjunto, y déjese ver lo seco»; y así fue.10 Y
llamó Dios a lo seco «tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó «mares»; y
vio Dios que estaba bien. 11 Dijo Dios: «Produzca la tierra
vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su
especie, con su semilla dentro, sobre la tierra.» Y así fue. 12 La
tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles
que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban
bien.13 Y atardeció y amaneció: día tercero.
El tercer día Dios creó el mar y la tierra, y la vistió toda ella de
hierbas y árboles frutales.
LA CREACIÓN
|
|
Primer
día |
Noche y Día |
Segundo
día |
Cielos |
Tercer
día |
Tierra-
mares Hierbas
y árboles frutales |
Vers. 14-19: 14 Dijo Dios: «Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años; 15 y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra.» Y así fue. 16 Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas; 17 y púsolos Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra, 18 y para dominar en el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien.19 Y atardeció y amaneció: día cuarto.
En esta perícopa nos señala el hagiógrafo la creación de lo dos luceros,
el del día y el de la noche, por tanto: el sol, la luna; y con ellos, las
estrellas. Es la creación de los astros. Llama la atención el nombre de
“lumbreras”. La palabra
hebrea utilizada para nominar al sol en hebreo es “shemesh” y recuerda al
dios Shamash, divinidad que
adoraban los pueblos paganos. También adoraban a la Luna. Para demostrar que
esos seres no son divinidades, dice que simplemente son unas lumbreras que
existen para separar el día de la noche, señalar las estaciones del año, los
meses, etc... O sea, son criaturas de Dios que se ponen al servicio del hombre y
nada más.
|
LA |
CREACIÓN |
|
Primer
día |
Noche y día |
Cuarto
día |
Sol,
la Luna
y las estrellas |
Segundo
día |
Cielos |
|
|
Tercer
día |
Tierra
– mares Hierbas
y árboles |
|
|
Vers. 20-23: 20 Dijo Dios: «Bullan las aguas de animales vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra contra el firmamento celeste.»21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal viviente, los que serpean, de los que bullen las aguas por sus especies, y todas las aves aladas por sus especies; y vio Dios que estaba bien; 22 y bendíjolos Dios diciendo: «sed fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas en los mares, y las aves crezcan en la tierra.»:23 Y atardeció y amaneció: día quinto.
En el Quinto día, creó Dios las aves del cielo.
|
LA |
CREACIÓN |
|
Primer día |
Noche y día |
Cuarto
día |
Sol,
la Luna y
las estrellas |
Segundo
día |
Cielos |
Quinto
día |
Aves |
Tercer
día |
Tierra
– mares Hierbas
y árboles |
|
|
Vers.
24- 31: 24
Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias,
sierpes y alimañas terrestres de cada especie.» Y así fue. 25 Hizo
Dios las alimañas terrestres de cada especie, y las bestias de cada especie, y
toda sierpe del suelo de cada especie: y vio Dios que estaba bien. 26
Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y
manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en
todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la
tierra.
27
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y
hembra los creó.28 Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y
multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en
las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.»
29 Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe
sobre la haz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla;
para vosotros será de alimento. 30 Y a todo animal terrestre, y a
toda ave de los cielos y a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida, toda
la hierba verde les doy de alimento.» Y así fue.
31
Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardeció y amaneció: día
sexto.
En esta perícopa conviene destacar unas cuantas cosas.
|
LA |
CREACIÓN |
|
Primer día |
Noche y día |
Cuarto día |
Sol,
la Luna y
las estrellas |
Segundo
día |
Cielos |
Quinto
día |
Las Aves |
Tercer
día |
Tierra
– mares Hierbas
y árboles |
Sexto
día |
Animales
terrestres y
peces EL
HOMBRE (macho
y hembra) |
Aquí tenemos el esquema final de la creación.
Cabe destacar que hay un paralelismo absoluto entre el primer día y el
tercero; el segundo y el cuarto; el tercero y el sexto. Parece que el hagiógrafo
quiere hacer notar que primero crea Dios el lugar y después quien va a ocupar el
mismo. La Noche y el día van a ser presididos por el sol, la luna y las
estrellas. Los cielos van a tener unos moradores que serán las aves. Y la tierra
y los mares van a ser poblados por los animales terrestres y acuáticos. La
tierra va a ser ornamentada por toda clase de hierbas y árboles frutales los
cuales van a estar gobernados por el hombre. Un bonito poema que lleva consigo
una estructura literaria y significativa. Pero no acaba todo ahí. Los hebreos
tienen una manera de regirse en cuanto al tiempo que vertebra toda su liturgia
cultual. Para ellos la semana hebrea es importantísima. En ella, el hebreo
trabaja seis días y descansa el séptimo. Eso es lo que aquí se intenta enseñar.
Leamos el capítulo 2 en sus primeros versículos:
Capítulo 2,
vers. 1-3: 1Concluyéronse, pues, los cielos y la tierra y todo
su aparato,2 y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que
había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera. 3
Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la
obra creadora que Dios había hecho.
Dios no se cansa de trabajar, no es ocioso, más bien, con su providencia
está siempre obrando (Cfr. Jn 5, 16-17: Por
eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Pero
Jesús les replicó: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también
trabajo.);
pero uno descansa. De la misma manera el pueblo hebreo debe trabajar seis días a
la semana y dedicar el séptimo al descanso del trabajo para consagrarlo a Yahvé
y así está mandado en Ex 20, 8-11 ( Recuerda
el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus
trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás
ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu
ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahveh
el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por
eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado).
Dios, dueño de cuanto existe, exige también la primacía del tiempo. Más tarde se
va a especificar qué día se deberá consagrar al Señor
Dios.
Con estos versículos termina el relato de la creación atribuido a la
tradición Sacerdotal.
EL RELATO YAHVISTA
A partir del
versículo 4 del capítulo 2 de Génesis, el relato de la creación se atribuye a la
tradición Yahvista, mucho más antigua y llena de antropomorfismos. Tiene la
finalidad de explicar el origen del mal y de la muerte, inspirándose en la
tradición sapiencial que se desarrolla ya en la época salomónica. La creación
está, por tanto, en la función de explicar cómo el hombre (la primera pareja),
siendo bueno por la mano de Dios, es el que ha dado origen al mal por medio del
pecado.
Dejando de lado
ahora el Hecho de la creación del hombre, cosa que veremos en otro tema, cabe
señalar que el relato yahvista es más vivo, cálido y espontáneo que el
sacerdotal. No se detiene en la creación del universo, sino sólo la del hombre.
La situación inicial ya no ese el caos (representación del vacío primordial),
sino la tierra seca. No se emplea aquí el término bara, sino el verbo
yasar, que significa modelar. Es decir, Dios modela al hombre a partir
del barro de la tierra (afar adamah). El paraíso no es una dimensión geográfica,
sino el símbolo que expresa la armonía total del hombre con la naturaleza y con
Dios, de la cual será expulsado tras la transgresión de la Ley de
Dios.
GÉNESIS
2
Vers.
4-6:
4 Esos
fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados. El día en
que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, 5 no había aún en la
tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado
todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre
que labrara el suelo. 6 Pero un manantial brotaba de la tierra, y
regaba toda la superficie del suelo.
Estos versículos son como un resumen de la
Creación.
Vers
7:
Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus
narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser
viviente.
Adán, en hebreo, significa propiamente “terreno, hecho de la tierra,
tomado de la adamah, de la tierra.” En el texto original hebreo se da un
juego de palabras: “formó Dios a Adán de la adamah”, al terrestre de la
tierra. Es decir, al cuerpo humano lo formó Dios de algo existente (poco o nada
importa saber cuál fue esa materia para la teología. Las Ciencias humanas
tendrán que averiguar eso); pero cabe destacar que a ese terrestre le “insufló
en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”. Por tanto,
es necesario que para que el hombre sea ser viviente reciba ese aliento de
Yahvé. O lo que es lo mismo, el espíritu en el hombre es creado directamente por
Dios y le constituye así como persona humana. Dios interviene directamente en la
creación del hombre y, en todo caso, el alma es siempre creada por Dios. Esto es
una cuestión de fe.
En
el próximo tema ahondaremos más en estas afirmaciones.
Vers.
8-14:
8 Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, donde
colocó al hombre que había formado. 9 Yahveh Dios hizo brotar del
suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en
medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del
mal. 10 De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se
repartía en cuatro brazos. 11 El uno se llama Pisón: es el que rodea
todo el país de Javilá, donde hay oro. 12 El oro de aquel país es
fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice. 13 El segundo río se
llama Guijón: es el que rodea el país de Kuš. 14 El tercer río se
llama Tigris: es el que corre al oriente de Asur. Y el cuarto río es el
Eufrates.
La palabra Edén la solemos emplear para designar el paraíso, pero aquí
indica más bien desierto de la estepa. En estos versículos, de forma
antropomórfica, describe el estado de justicia original y de perfecta felicidad
que tenía el hombre antes de pecar. El paraíso terrenal es símbolo de esta
felicidad perfecta.
En
este relato todo es simbólico. Hay muchos exegetas que han visto en esos
símbolos muchos y buenos significados para nuestra vida espiritual.
Vers.
15-17:
15 Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén,
para que lo labrase y cuidase. 16 Y Dios impuso al hombre este
mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, 17 mas del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de
él, morirás sin remedio.»
Es curioso poder
observar en el relato que el hombre es creado fuera del paraíso para ser
colocado en él. Primero crea al hombre al que le insufla aliento de vida y luego
forma el Edén, donde lo coloca. El Paraíso, ya lo hemos visto, es símbolo de
felicidad y supone un estado especial para el hombre, donde todo va bien. De ahí
se ha deducido que a la naturaleza humana que el hombre recibe al ser creado, se
agregan los dones preternaturales de integridad, inmortalidad, etc. Es decir,
que Dios puso al hombre en el paraíso en estado de perfecta
felicidad.
Y lo puso allí,
para que lo labrase y cuidase. El trabajo es necesario para el desarrollo
humano. Pero la fatiga que éste produce es consecuencia, como se verá, del
pecado. Así pues, en estado de perfecta felicidad en el que fue creado el hombre
el trabajo era regalo de Dios y no implicaba fatiga.
Pero el hombre
debía guardar este estado de felicidad, para lo cual debía guardarse a sí mismo
de transgredir la voluntad de Dios. Por eso Dios le manda categóricamente:
«De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del
bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin
remedio.» Es Dios quien impone la ley moral. ¿En qué consiste el precepto de
Dios? Poco importa. Lo que verdaderamente interesa resaltar a las cosmogonías
vecinas es que el único que puede legislar sobre el hombre es Dios y que esa ley
es, de hecho, una obra del amor de Dios, unas muestra del amor que Dios le
tiene. Dios no deja solo al hombre, sin una orientación que le señale cómo debe
alcanzar su madurez o plenitud humana, sino que amorosamente, le indica cómo
debe conservar ese estado de felicidad y qué debe hacer si la quiere
aumentar.
El mandato de
Dios es objeto de elección. Dios crea al hombre con el don de la libertad. Él le
ha creado, pero el hombre puede elegir entre seguir ese mandato o no. Y no
solamente tiene el don de la libertar si no también el de discernir. Si lo sigue
le sucederá bien, sino no lo elige le sucederá mal, cargará con las
consecuencias. Se trata de una elección responsable. Y no se aventura a la
sorpresa la posibilidad del hombre. Con su elección no se avienta al vacío. Dios
le pone en conocimiento de lo que le sucederá si no sigue el camino: morirá sin
remedio. Se entiende muerte física y espiritual.
CREACIÓN
DE LA MUJER:
Vers. 18-20:
18 Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy
a hacerle una ayuda adecuada.» 19 Y Yahveh Dios formó del suelo todos
los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre
para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el
hombre le diera. 20 El hombre puso nombres a todos los ganados, a las
aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró
una ayuda adecuada.
El desfile de los animales tiene por objeto
ver la absoluta superioridad del hombre sobre los animales. También conviene
notar que para los animales no hay precepto. Son incapaces de moralidad. Con un nuevo antropomorfismo muestra el
texto Sagrado cómo el hombre no encuentra sobre los animales una ayuda
“semejante” a él (el hebreo indica una ayuda proporcionada, es
decir, de su misma naturaleza). El hecho de poner nombre a todos los animales no
quiere decir que la manera actual que tenemos de llamar a los animales procede
de Adán, sino que más bien indica que se daba cuenta perfecta de la naturaleza
de los animales, del todo inferior a la suya. Es decir que todos los seres que
existían sobre la faz de la tierra eran de naturaleza inferior a la suya y que
no había nadie que tuviera la suya. Por lo tanto, los animales no son ni
personas ni libres. Hay una distancia, casi infinita, entre la el ser humano y
el resto de la creación.
Vers.
21-24:
21 Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre,
el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con
carne. 22 De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre
formó una mujer y la llevó ante el hombre. 23 Entonces éste exclamó:
«Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada
mujer, porque del varón ha sido tomada.» 24 Por eso deja el hombre a
su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola
carne.
Claramente se ven aquí los antropomorfismos que usa el hagiógrafo. Se quiere resaltar que la mujer es de la misma naturaleza que el hombre. No es un animal, sino un ser humano tan humano como el hombre completamente distinto de los demás seres de la creación que hasta ahora conoce el hombre. Y de ahí la razón de su exclamación. Por eso San pablo podrá afirmar en Ef. 5, 28-29: “Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia”.
En el versículo 24 tenemos la institución del divina del
matrimonio, expresión de la alianza de Dios con los hombres. Es de considerar la
parte del texto donde señala la unidad del hombre con una sola mujer: “se une
a SU mujer” y no a sus mujeres. A esto cabe añadir la expresión:
“se hacen una sola carne”,un solo ser vivo. No hay poligamia alguna ni posible. El
texto habla claro: Dios instituye el matrimonio natural desde el principio de la
creación del varón y la mujer con una cualidad: esa unión es INDISOLUBLE. (Cfr.
Mt 19, 3-9). En
el Nuevo testamento, Cristo lo elevará a la categoría de
Sacramento.
Vers.25
Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del
otro.
En este versículo se indica el estado de inocencia original. Sin el
pecado no existía la concupiscencia ni las pasiones desordenadas. El hombre y la
mujer salieron perfectos de las manos de Dios, pero libres, pudiendo definir su
destino. De ninguna manera se puede pensar que estaban predestinados. Fueron
creados completamente felices pero con la obligación de observar la ley moral.
Dios muestra al hombre el camino para lograr su propia y perfecta realización,
pero le deja libre (cfr. Eclo (Sir) 15, 11-18: No digas:
«Por el Señor me he apartado», que lo que él detesta, no lo hace. No digas: «El
me ha extraviado», pues él no ha menester del pecador. Toda abominación odia el
Señor, tampoco la aman los que le temen a él. El fue quien al principio hizo al
hombre, y le dejó en manos de su propio albedrío. Si tú quieres, guardarás los
mandamientos, para permanecer fiel a su beneplácito. El te ha puesto delante
fuego y agua, a donde quieras puedes llevar tu mano. Ante los hombres la vida
está y la muerte, lo que prefiera cada cual, se le dará. Que grande es la
sabiduría del Señor, fuerte es su poder, todo lo ve).
Si conserva estos dones que ha recibido de Dios, podrá transmitirlos a sus
descendiente; si los pierden, éstos nacerán privados de ellos. Además el mandato de Creced y
multiplicaos es tajante. Pero Dios desea esa multiplicación en el estado de
felicidad en que se encuentran Adán y Eva.
[1]
El
mito babilónico de la creación es el más antiguo que ha llegado a nuestros días.
El Enuma elis (Cuando arriba), escrito, quince siglos antes de la era
cristiana, relata el nacimiento del mundo a partir de un caos primordial. En el
principio, cuenta el mito, estaban mezcladas el agua del mar, el agua de los
ríos y la niebla, cada una personificada por tres dioses: la madre Ti'amat, el
padre Apsu y el sirviente (¿?) Mummu. El agua del mar y el agua de los ríos
engendraron a Lahmu y Lahamu, dioses que representaban el sedimento, y éstos
engendraron a Anshar y Kishar, los dos horizontes —entendidos como el límite del
cielo y el límite de la Tierra—. En aquellos tiempos, el cielo y la Tierra
estaban unidos; según la versión más antigua del mito, el dios de los vientos
separó el cielo de la Tierra; en la versión más elaborada, esa hazaña le
correspondió a Marduk, dios principal de los babilonios. Marduk se enfrentó a
Ti'amat, diosa del mar, la mató, cortó su cuerpo en dos y, separando las dos
partes, construyó el cielo y la Tierra. Posteriormente, creó el Sol, la Luna y
las estrellas, que colocó en el cielo.
Así,
para los babilonios, el mundo era una especie de bolsa llena de aire, cuyo piso
era la Tierra y el techo la bóveda celeste. Arriba y abajo se encontraban las
aguas primordiales, que a veces se filtraban, produciendo la lluvia y los ríos.
Como todos los mitos, la cosmogonía babilonica estaba basada en fenómenos
naturales que fueron extrapolados a dimensiones fabulosas: Mesopotamia se
encuentra entre los ríos Tigris y Éufrates, que desembocan en el Golfo Pérsico;
allí depositan su sedimento, de modo tal que la tierra gana lentamente espacio
al mar. Seguramente fue ese hecho el que sugirió a los babilonios la creación de
la tierra firme a partir de las aguas primordiales. La influencia del mito
babilónico se puede apreciar en la cosmogonía egipcia. Para los egipcios, Atum,
el dios Sol, engendró a Chu y Tefnut, el aire y la humedad, y éstos engendraron
a Nut y Geb, el cielo y la Tierra, quienes a su vez engendraron los demás dioses
del panteón egipcio. En el principio, el cielo y la Tierra estaban unidos, pero
Chu, el aire, los separó, formando así el mundo habitable.
Para los egipcios, el Universo era una caja, alargada de norte a sur tal como su país; alrededor de la Tierra fluía el río Ur-Nes, uno de cuyos brazos era el Nilo, que nacía en el sur. Durante el día, el Sol recorría el cielo de oriente a poniente y, durante la noche, rodeaba la Tierra por el norte en un barco que navegaba por el río Ur-Nes, escondida su luz de los humanos detrás de las altas montañas del valle Dait. Trazas del mito babilónico también se encuentran en el Génesis hebreo. Según el texto bíblico, el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas en el primer día de la creación; pero la palabra original que se traduce comúnmente como espíritu es ruaj, que en hebreo significa literalmente viento. Para entender el significado del texto, hay que recordar que, antiguamente, el aire o el soplo tenían la connotación de ánima o espíritu (verbigracia el "soplo divino" infundido a Adán). En el segundo día, prosigue el texto, Dios puso el firmamento entre las aguas superiores y las inferiores; esta vez, la palabra original es rakía, un vocablo arcaico que suele traducirse como firmamento, pero que tiene la misma raíz que la palabra vacío. En el tercer día, Dios separó la tierra firme de las aguas que quedaron abajo[....] Estos pasajes oscuros del Génesis se aclaran si recordamos el mito babilónico: Marduk —el viento, en la versión más antigua— separa las aguas (el cuerpo de Ti'amat) para formar el mundo, y la tierra firme surge como sedimento de las aguas primordiales.