Tema
8:
LAS PROFECÍAS MESIÁNICAS
PROFECÍA
es una revelación especial de Dios, pues solamente Él puede conocer el futuro.
Un eclipse de sol, por ejemplo, se puede calcular y científicamente se puede
predecir porque está sujeto a las leyes de la naturaleza. Pero cuando se trata
de hechos en los que interviene la libertad humana la cosa resulta más ardua,
porque el hombre, ante una situación, puede obrar de muy distintas maneras. Es
bien difícil predecir lo que sucederá a tal persona dentro de 10 años. Mucho
menos de 100 y mucho más difícil dentro de 700 o 1000 años. Eso solamente Dios
puede conocerlo. Por tanto podemos afirmar que profecía es la predicción cierta de un hecho
futuro y libre, que actualmente no se puede prever, porque depende de la
exclusiva voluntad de Dios y de la libertad de los
hombres.
Las
profecías solo pueden venir del verdadero Dios
Podríamos decir que las profecías
son milagros de orden intelectual.
Sólo Dios puede conocer el futuro libre y sólo Él puede dar a conocer al profeta un acontecimiento futuro naturalmente imprevisible. La profecía es, por tanto, clara señal de la intervención de Dios y garantía absoluta de profesar la verdadera religión. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se anuncian hechos futuros y libres, científicamente comprobados posteriormente.
Hay quien se ha atrevido a
afirmar que las profecías mesiánicas no fueron tales, sino que se escribieron
después de pasados los hechos. Se
sabe de cierto que cuando Cristo vino al mundo ya estaba traducida la Biblia al
Griego (la llamada versión de los LXX, la cual se había hecho en Alejandría
entre los años 250 y 100 a. Cristo) y, por tanto, esas profecías eran conocidas
en el mundo greco-romano, que, por entonces, consideraba como lengua culta el
griego. Ahí palpamos de modo directo, una intervención especial de
Dios.
En las Sagradas Escrituras hay muchas profecías acerca de Jesucristo. Vamos a ir analizándolas poco a poco y vamos a descubrir todo lo que estaba anunciado acerca del Mesías que tenía que venir.
La
primera profecía se encuentra en las primeras páginas del Génesis. Se trata del
pasaje que muchos escrituristas han denominado:
PROTOEVANGELIO.
Apenas cae la Humanidad en el pecado ya promete Dios un Redentor, hijo de una mujer enemiga absoluta del demonio, que aplastará la cabeza de la serpiente.
Pasarán milenios y Dios anuncia una bendición para el género
humano.
Esta
bendición se refiere a la redención (Cfr. Gal 3,
16: “Pues bien, las promesas
fueron dirigidas a Abraham y a su descendencia. No dice: «y a los
descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es
decir, a Cristo.”). Por tanto se
predice que el Mesías será descendiente de Abraham. Precisamente Dios elige a
Abraham y su descendencia para preparar el camino al Mesías y darlo al
mundo.
De Abraham pasa
la promesa mesiánica a Isaac y a Jacob.
De
Jacob, a Judá.
En esta última profecía además
Dios anuncia que de la tribu de Judá saldrán reyes que conservarán el cetro
hasta que venga el Mesías, es decir que cuando éste venga los descendientes de
Judá, habrán perdido el cetro y entonces vendrá “Aquel a quien pertenece de
derecho la realeza y a quien deben obediencia las naciones”, es decir, el
Mesías.
Aún
concreta Dios más y anuncia que pertenecerá a la familia de
David.
El
reino de David es estable para siempre gracias al Mesías, tal como dice el ángel
a la Virgen: Lc 1, 32-33:
El
será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono
de David, su padre. Reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no
tendrá fin. También los
evangelios llaman a Cristo “hijo de David”:
Mc
10, 46-48
Llegan
a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran
muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto
al camino. Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más:
«¡Hijo de David, ten compasión de mi!
Es
importante que destaquemos el detalle: en la Biblia se llaman padres e hijos a
cualquier grado de parentesco, en línea ascendente o descendente. Al parentesco
en línea colateral –tíos, sobrinos, primos, etc.- se llaman
hermanos.
Los
profetas incluso llegan a llamar a David al Mesías:
Y eso
que el rey David había muerto unos cinco siglos antes que el profeta Ezequiel.
Si éste promete que el pueblo será gobernado por David es porque David, además
de ser padre del Mesías, es tipo y figura de él.
Será
interesante leer también las genealogías de Cristo:
NACERÁ
DE UNA VIRGEN EN BELÉN:
El
Evangelio de San Mateo nos dice que esta profecía se cumplió en la concepción
virginal de Cristo. Eso quiere decir que Dios anunció, con ocho siglos de
antelación, la concepción y el nacimiento virginal de Cristo. NOTESE que es el
mismo sujeto (la Virgen) quien concibe y da a luz. (Mt. 1,
20-22:
Así lo tenía planeado,
cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de
David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es
del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque
él salvará a su pueblo de sus pecados.»Todo esto sucedió para que se cumpliese
el oráculo del Señor por medio del profeta.)
Contemporáneo de
Isaías es Miqueas. Éste predice que el que ha de ser el rey de Israel, es decir,
el Mesías, nacerá en Belén. Cuando los Magos de Oriente llegan a Jerusalén se
acercan hasta el palacio del rey Herodes para preguntarle que dónde estaba
anunciado que nacería el Mesías. Los sabios de Israel consultan las profecías y
encuentran este pasaje de Miqueas, dándoles como lugar seguro del nacimiento del
Salvador en Belén y hacia ese lugar se dirigen los Magos. Allí encuentran a
Jesús en los brazos de su Madre y, postrándose, le adoran. (Cfr.
Mt 2,
1-6:
Nacido Jesús en Belén de
Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se
presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha
nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.»En
oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos
los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del
lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea,
porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no
eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un
caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.») Los judíos
habían entendido muy bien esta profecía.
Isaías,
en esta profecía, atribuye a este Niño que va a nacer virginalmente, atributos
divinos: Lleva en sus hombros el señorío, en el sentido mesiánico de la
palabra, desde ahora y hasta siempre; es decir, eternamente. Es Dios y
reina sobre el trono de David...
¿Qué ser humano puede hacer esto? Sólo Dios es eterno. Por consiguiente
ese Niño que ha de nacer es Dios.
Parece que de por sí este
texto no dice nada. Debemos tener en cuenta que se está refiriendo al Mesías,
como lo refieren los primeros versículos del Salmo. Pero también debemos ahondar
en la escritura porque Ella misma nos autentifica la verdad de esta profecía. En
Hb 5, 1-6 (Porque todo Sumo Sacerdote
es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que
se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede
sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él
envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los
pecados propios igual que por los del pueblo. Y nadie se arroga tal dignidad,
sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se
apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo
mío eres tú; yo te he engendrado hoy.
Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a
semejanza de Melquisedec.) se refiere a
este texto claramente para expresar que Cristo es el único sacerdote que, como
Hijo de Dios hecho hombre, ofrece el sacrificio de sí mismo para redención del
mundo. Ampliaremos este punto cuando estudiemos el tema del sacrificio de la Santa Misa
Como estamos viendo, poco a poco, a través de los siglos, Dios fue
anunciando qué y quién sería el Mesías. Sobre todo la misión del Mesías. En
Dt 18, 15-18 (Yahveh tu Dios suscitará, de
en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis. Es
exactamente lo que tú pediste a Yahveh tu Dios en el Horeb, el día de la
Asamblea, diciendo: «Para no morir, no volveré a escuchar la voz de Yahveh mi
Dios, ni miraré más a este gran fuego». Y Yahveh me dijo a mí: «Bien está lo que
han dicho. Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a
ti, pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le
mande.)
se anuncia la institución del profetismo. Es decir que
el pueblo de Israel va a gozar por un privilegio especial de Dios, señalándole
entre los demás pueblos, y hasta la venida de Cristo, con una serie de hombres
inspirados por Dios que será para ellos lo que es actualmente para nosotros el
Magisterio de la Iglesia: una voz que les va guiando por los caminos del Señor.
Pero en Hc 3, 19-23 (Arrepentíos,
pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del
Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido
destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la
restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas.
Moisés efectivamente dijo: El Señor Dios os suscitará un profeta como yo de
entre vuestros hermanos; escuchadle todo cuanto os diga. Todo el que no escuche
a ese profeta, sea exterminado
del pueblo.),
San Pedro cita este texto del Deuteronomio y lo aplica a Cristo. En Cristo
culmina el profetismo. Más claramente lo anuncia en Hb 1,
1-2:
“Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por
medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del
Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los
mundos”. El punto culminante del mensaje que Dios nos
da lo tenemos en Cristo y en su Evangelio.
Todo esto nos indica cuan en serio hay que tomar las palabras de Cristo.
Cierta vez le preguntaron a Juan el Bautista si Él era el Profeta, pero afirmó
que venía detrás de Él (Cfr. Jn 1, 21-27: Y le preguntaron: «¿Qué,
pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No lo soy.» - «¿Eres tú el profeta?» Respondió:
«No.» Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los
que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Dijo él: «Yo soy voz del que clama
en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.»
Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no
eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?» les respondió: «Yo bautizo con agua:
pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí,
a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.» ) Las palabras de Cristo no son
vanas, vienen del Padre (Cfr. Jn 12, 49-50: porque yo no he hablado por
mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que
decir y hablar, y yo sé que su
mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha
dicho a mí) Para
nosotros es absolutamente decisivo realizar todo lo que Cristo nos dice en el
Evangelio. No podemos acomodarlo a nuestra mezquina manera de ser, sino que
hemos de vivirlo tal cual, y eso es lo que más nos cuesta: asemejar nuestra
voluntad a la suya. No podemos
acomodar el mensaje de Cristo ni tacharlo de exagerado. Es como es y como Dios
quiere y Él que nos ha creado nos quiere así. El Evangelio hay que vivirlo tal
cual es y no hay otro camino. Es una consecuencia que se desprende claramente
del hecho de que Cristo es el único Maestro, el único que enseña con seguridad
el camino que lleva a nuestra plena “realización”. El que no lleva a la práctica
las palabras de Cristo en el Evangelio, pues lamentablemente “la ira de Dios
pesa sobre él” (Cfr. Hb 10, 26-31: Porque si voluntariamente
pecamos después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, ya no
queda sacrificio por los pecados, sino la terrible espera del juicio y la furia
del fuego pronto a devorar a los rebeldes. Si alguno viola la Ley de Moisés es
condenado a muerte sin compasión, por la declaración de dos o tres testigos.
¿Cuánto más grave castigo pensáis que merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios, y
tuvo como profana la sangre de la Alianza que le santificó, y ultrajó al
Espíritu de la gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; yo daré
lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Es tremendo caer en la
manos de Dios vivo! - Jn 3, 36: El que cree en el
Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino
que la cólera de Dios permanece sobre él). “La ira de Dios” en la Biblia es
la condenación. Por tanto, según eso, el que no se esfuerce por vivir según el
Evangelio va por el camino de la condenación. No es que esté ya condenado, puede
hacer marchar atrás, pero va por el camino de la condenación
eterna.
Comparando lo
que dice este Salmo con I Cor 15, 25 (Porque debe él reinar hasta
que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies),vemos que
efectivamente Dios predice que el Mesías será Rey.
Cristo mismo se
proclama Rey (Cfr. Jn 18, 33-37: Entonces Pilato entró de
nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»
Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de
mí?» Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes
te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este
mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no
fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres
Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para
esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la
verdad, escucha mi voz.»)
Por
esta razón por la que a Cristo se le llama el primogénito. Tengamos presente que
Cristo es el primogénito del Padre celestial.
Como
primogénito del Padre comparte en todo la autoridad del Padre (Cfr. Col 1,
18: El es también la Cabeza del
Cuerpo, de la Iglesia: El es el Principio, el Primogénito de entre los muertos,
para que sea él el primero en todo) Y
como Primogénito de la Virgen es el
Sumo Sacerdote que se inmola para redención del mundo (Cfr. Hb 10, 4-10:
“pues es imposible que
sangre de toros y machos cabríos borre pecados. Por eso, al entrar en este
mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo.
Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí
que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu
voluntad! Dice primero: Sacrificios
y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te
agradaron - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley - entonces - añade -: He
aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el
segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación
de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo”.). Por tanto
consta claramente en el Antiguo Testamento que el Mesías será SACERDOTE,
PROFETA Y REY.
Es obligado
corroborar esta profecía de Isaías con Mt 4, 13-16: Y
dejando Nazareth, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de
Zabulón y Neftalí; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: ¡Tierra
de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los
gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que
habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido.
Para entender este
texto debemos acudir a otro: Mt 11, 2-5: Juan,
que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus
discípulos a decirle: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?»
Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los
cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos
resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva. Juan el Bautista, desde la
cárcel, tiene un momento de duda y manda a sus discípulos para que averigüen si
Jesús es el Mesías que ha de venir. Jesús no le responde afirmativamente, sino
con algo que garantiza su venida: con la verificación de la profecía de Isaías
que en Él se cumple.
Por otra parte, el
mismo Cristo comenta el texto de Is 61, 1-2 (El espíritu del Señor Yahveh
está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a
los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los
cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia
de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que
lloran
) y se
lo aplica a sí mismo (Cfr. Lc 4, 16-21:
Vino a Nazareth, donde se
había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se
levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y
desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del
Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva,
me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos
los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que
acabáis de oír, se ha cumplido hoy.»).
También se predice
la entrada de Jesús en Jerusalén.
Profecía que se
cumplió el Domingo de Ramos: (Cfr. Mt 21, 1-5: Cuando se aproximaron a
Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces envió
Jesús a dos discípulos, diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de
vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella;
desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los
necesita, pero enseguida los devolverá.» Esto sucedió para que se cumpliese el
oráculo del profeta: Decid a la hija de Sión: He aquí que tu Rey viene a ti,
manso y montado en un asna y un pollino, hijo de animal de
yugo.)
El anuncio de la Pasión se halla cifrado en el Salmo 22. Su
lectura pausada nos describe la muerte de un crucificado. Conviene leerlo
despacito a la luz de los relatos de la Pasión de Cristo. Lo primero que vemos
es que sus primeras palabras sin las que pronunció Jesucristo en la cruz. Si
tenemos en cuenta que los judíos no citaban los salmos con los números, éstos se
pusieron después, sino diciendo el primer versículo, comprobamos que Cristo en
la cruz cita en voz alta este Salmo. Lo reza, sin duda para llamar la atención a
los presentes hacia la realización en su persona de la profecía contenida en el
mismo.
SALMO 22 |
EVANGELIO |
2
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡Lejos de mi salvación la
voz de mis rugidos! |
Mt 27,
46: Y alrededor de la
hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto
es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» |
8
todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la
cabeza: |
Mt
27, 39; Mc 15, 29-32; Lc 23, 35-37 |
9
«Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le
ama!» |
Mt 27, 43:
Ha
puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le
quiere; ya que dijo: "Soy Hijo de Dios."» |
19
repártense
entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica. |
Mt 27, 35;
Jn 19, 24: Por eso se dijeron: «No la
rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se
cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a
suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados. |
En
los versículos 7-9 de este Salmo hay una alusión clara a los insultos de los
judíos a Cristo en la cruz. Por su parte los vers. 10-19 son una descripción
exacta de la crucifixión: es clásica la traducción que hace la versión latina de
San Jerónimo, llamada Vulgata: “han taladrado mis manos y mis pies y se pueden
contar todos mis huesos”. Hemos de tener en cuenta que el suplicio de la cruz no
es propio del pueblo judío, mas del romano. Por esa razón, como es algo nuevo y
estamos en tiempos de los Salmos (unos mil años antes de Cristo), no hay
expresiones hebreas que puedan hablar claramente de una crucifixión. Así pues,
el autor del Salmo (atribuido a David) no tenía otra manera de expresar ese
suplicio tan terrible.
El
Capítulo 53 de Isaías también nos habla en su totalidad de la Pasión del Señor.
Vamos a ver ciertas concordancia interesantes para el estudio que nos
proponemos.
ISAÍAS
53 |
EVANGELIOS |
1 ¿Quién dio crédito a nuestra
noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló? 2 Creció
como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía
apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos
estimar. |
Jn
12, 38:
para
que se cumpliera el oráculo pronunciado por el profeta Isaías: Señor,
¿quién dio crédito a nuestras palabras? Y el brazo del Señor, ¿a quién se
le reveló? |
4 ¡Y con todo eran nuestras
dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba!
Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. |
Mt
8, 17: para que se
cumpliera el oráculo del profeta Isaías: El tomó nuestras flaquezas y
cargó con nuestras enfermedades |
7 Fue oprimido, y él
se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al matadero era llevado, y
como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la
boca. |
Mt
26, 63: Pero Jesús seguía
callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos
digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.» |
9 y se puso su
sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo
atropello ni hubo engaño en su boca. |
Mt
27,38; Mt 27, 60 Mc 15, 28; Lc 22, 37 |
Los
apóstoles supieron ver en el Cuarto Cántico del Siervo de Yahvé pronunciado por
Isaías muchas alusiones a la Pasión
y redención del Divino Maestro. Caso claro está en los evangelios como hemos
visto y todavía aún en Jn 1, 29 (Al día siguiente ve a Jesús
venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo.)
donde hay una clara alusión de Is 53, 12 (Por eso le daré su parte
entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se
entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de
muchos, e intercedió por los rebeldes.).
Pero más claro
aparece en la reflexión posterior de las Cartas de San Pablo y de San
Pedro.
Especialmente está anunciada en el Salmo 16, 9-12 (Por eso se me
alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa;
pues no has de abandonar mi alma al seol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa. Me
enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu
derecha, delicias para siempre).
Pues el mismo San Pedro en el día de Pentecostés así lo supo anunciar a la gente
que le escuchaba Hc 2, 22-33 («Israelitas, escuchad estas
palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros con
milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como
vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio
y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por
mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del
Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; porque dice de él David:
Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para
que no vacile. Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y
hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el
Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción. Me has hecho conocer caminos de vida, me
llenarás de gozo con tu rostro. «Hermanos, permitidme que os diga con toda
libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece
entre nosotros hasta el presente. Pero como él era profeta y sabía que Dios le
había asegurado con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su
sangre, vio a lo lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue
abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción. A este Jesús Dios
le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Y exaltado por la diestra
de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que
vosotros veis y oís).
Se
palpa claramente lo que dice San Agustín que en el Antiguo Testamento está
oculto el Nuevo y en el Nuevo manifiesto el Antiguo. Es realmente admirable la
correspondencia entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento.