LA
OBRA
REDENTORA DE
CRISTO
Dada la caída de la humanidad en la culpa, eran posibles tres maneras de
ser liberados de la pena:
La Redención es una obra querida y prevista por Dios desde toda la eternidad.
1.
DE LA ESCLAVITUD DEL
DEMONIO.
·
II Pd 2, 19-22: Les prometen libertad, mientras que ellos
son esclavos de la corrupción, pues uno queda esclavo de aquel que le vence.
Porque si, después de haberse alejado de la impureza del mundo por el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se enredan nuevamente en
ella y son vencidos, su postrera situación resulta peor que la primera. Pues más
les hubiera valido no haber conocido el camino de la justicia que, una vez
conocido, volverse atrás del santo precepto que le fue transmitido. Les ha
sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: «el perro vuelve a su vómito» y «la
puerca lavada, a revolcarse en el cieno».
·
I Jn 5, 19: Sabemos que somos
de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno. El mundo está bajo el poder del maligno, que es el Príncipe de este
mundo (Cfr. Jn 14, 30)
2.
DEL
PECADO.
Por los textos aducidos, podemos comprobar que el pecado separa de Dios, porque se opone radicalmente a su santidad infinita.
Como por el pecado entró la muerte
en el mundo, Cristo viene a librarnos de este mundo perverso.
Nótese que viene el Hijo como Redentor para hacernos hijos de
Dios, para darnos la filiación adoptiva:
Viene el que es imagen de Dios invisible para que se pueda restablecer en nosotros la imagen de Dios ( Cfr. Gn 1, 27) desfigurada por el pecado.
1.
Un hombre y una mujer: Gn 3,
15: Enemistad
pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la
cabeza mientras acechas tú su calcañar.
2.
Obediencia frente a
desobediencia:
· Rom 5, 19: En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos.
3. Humildad frente a
soberbia:
4. La esclavitud del pecado frente a
la libertad de los hijos de Dios:
Redención es, ante todo, liberación del
pecado.
El
P. Alfredo Sáenz S.J. expresa unas ideas a este respecto que resultan muy
interesantes:
Si
Dios nos ha creado para darse a nosotros en un intercambio de amor, fue
necesario que nos creara libres, de modo que libremente eligiéramos amarle como
a un padre. En latín la palabra «liber» significa «libre» e «hijo». La libertad
es la condición del amor, y el amor es la única razón de ser de nuestra
libertad. Es en nombre de la verdadera libertad y del verdadero amor que los
santos llegaron a ser lo que son, del mismo modo que es en nombre de la
libertad, pero de la falsa, y en nombre del amor, pero del amor engañoso, por lo
que se cometen todas las arbitrariedades individuales y sociales.
Al
término de los Ejercicios Espirituales nos ha dejado San Ignacio una plegaria
donde se expresa cabalmente la oblación enamorada que el hombre puede hacer de
sí mismo: «Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, todo mi haber y mi
poseer. Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo devuelvo». Son dos decisiones,
la del padre y la del hijo, que se encuentran y se fusionan.
La
Teología de la Liberación:
Con
este nombre se designa una corriente promovida por algunos teólogos. En
referencia a ella la Congregación para la Doctrina de la Fe promulgó dos
instrucciones: Libertatis Nuntius y Libertatis Conscientia donde
se expone el pensamiento de aquellos teólogos y el juicio crítico que merecen.
La expresión «teología de la liberación» es de por sí aceptable, porque el
Evangelio de Cristo es un mensaje de libertad y una fuerza de liberación. Pero
esta liberación es, ante todo, liberación de la esclavitud radical del pecado,
en orden a alcanzar la libertad de los hijos de Dios. A partir de allí, cabe
hablar de la conveniencia de liberarse de múltiples esclavitudes de orden
cultural, económico, político y social, que en última instancia derivan del
pecado. No lo consideran así los cultores de aquella reciente «teología». Lo
primero que señala el Cardenal Ratzinger, autor de ambas Instrucciones, es que
en dicha corriente se advierte una inmanentización del cristianismo. Algunos de
sus cultores no parten de los datos de la Revelación sino de la opción marxista.
De este modo, también ellos acaban por encerrarse en la inmanencia, tan típica
del marxismo, confundiendo por ejemplo la historia profana con la
sagrada.
Observa,
asimismo, que propician una cierta horizontalización de las virtudes teologales.
Siguen hablando de fe, pero entendida como fidelidad a la historia; de
esperanza, pero como confianza en el futuro; de caridad, pero como opción por
los pobres, a través de la lucha de clases. El rechazo de esta postura no
significa desinteresarse del orden temporal, al contrario. Sólo aplicando la
Doctrina Social de la Iglesia, iremos hacia una liberación auténtica, la
liberación del pecado, y consiguientemente de todo el orden temporal. No será
Marx quien salve el mundo. Ni será el capitalismo liberal o el globalismo quien
lo salvará. Sólo Cristo tiene la clave de la salvación, y la Iglesia por El
fundada. Solo la verdad nos hará libres.
Magisterio
de la Iglesia:
1.
Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis Nuntius, X, nº
5:
«La nueva hermenéutica inscrita en las teologías de la liberación conduce a una
relectura esencialmente política de la Escritura. Por tanto se da mayor
importancia al acontecimiento del Exodo en cuanto que es liberación de la
esclavitud política. Se propone igualmente una lectura política del Magnificat.
El error no está aquí en prestarle atención a una dimensión política de los
relatos bíblicos. Está en hacer de esta dimensión la dimensión principal y
exclusiva, que conduce a una lectura reductora de la Escritura»; nº 6:
«Igualmente, se sitúa en la perspectiva de un mesianismo temporal, el cual es
una de las expresiones más radicales de la secularización del Reino de Dios, y
de su absorción en la inmanencia de la historia humana»
2.
Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis Conscientia, nº
3:
«Cristo, por medio de su cruz y resurrección, ha realizado nuestra redención que
es la liberación en su sentido más profundo, ya que ésta nos ha liberado del mal
más radical, es decir, del pecado y del poder de la muerte».
3.
Juan
Pablo II, Veritatis Splendor, nº 85: «Concretamente,
en Jesús crucificado la Iglesia encuentra la respuesta al interrogante que
atormenta hoy a tantos hombres: cómo puede la obediencia a las normas morales
universales e inmutables respetar la unicidad e irrepetibilidad de la persona y
no atentar a su libertad y dignidad. La Iglesia hace suya la conciencia que el
apóstol Pablo tenía de la misión recibida: ´Me envió Cristo (...) a predicar el
Evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo (...);
nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad
para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un
Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios´ (1 Cor. 1, 17, 23-24) Cristo
crucificado revela el significado auténtico de la libertad, lo vive plenamente
en el don total de sí y llama a los discípulos a tomar parte en su misma
libertad»
Esta
GUÍA-RESUMEN Nº 20 fue publicada en el
Boletín Semanal AICA Nº 2337 del 3 de
OCTUBRE de 2001)
CRISTO
NOS REDIME CON TODOS LOS ACTOS DE SU VIDA
Pero el punto culminante de la obra redentora de Cristo es su Pasión,
seguida de su glorificación.
Nótese que la humanidad muerta por el pecado, debía morir al pecado y
resucitar a nueva vida. Por eso Cristo, Cabeza de la Humanidad redimida, muere
por el pecado de los hombres que toma sobre sí (Cfr. Jn 1, 29:
Al día siguiente ve a Jesús
venir hacia él y dice: He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo.) y
resucita para nuestra justificación, o sea, para devolvernos la vida de la
gracia.
Por eso también dice San Pablo que si Cristo no
resucitó, vana es nuestra fe y todavía estamos en nuestros pecados: I Cor 15,
14 y 17(Y si no resucitó Cristo,
vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe. Y somos convictos de
falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a
Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan. Porque si los
muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra
fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados).
Cristo viene a destruir las obras del diablo: I
Jn 3, 8 (Quien comete el
pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se
manifestó para deshacer las obras del Diablo).
LA REDENCIÓN ES OBRA DEL AMOR
No defendiéndole de sus enemigos.
LA REDENCIÓN ES:
Por la misma razón no hay salvación más que en
Cristo: Hc 4, 12: Porque no hay bajo el cielo
otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos
LO QUE CRISTO MERECE PARA LOS HOMBRES
1.
EL PERDÓN DEL
PECADO:
·
Ef 1, 7:
En él tenemos por medio de
su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su
gracia
·
Col 1, 13-14:
Él nos libró del
poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien
tenemos la redención: el perdón de los pecados.
2.
EL PERDÓN DE
LA PENA DEBIDA AL PECADO:
·
Rom 8, 1:
Por
consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo
Jesús.
El Concilio de Trento interpreta este texto
precisamente en el sentido del perdón de la pena (Sesión V, Can
5 [1]).
3.
TODAS LAS
GRACIAS (Tanto la gracia
santificante como las gracias actuales y la gloria
eterna)
· Ef 1, 3.5 y 7-8: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad........ En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia
LO QUE CRISTO MERECE PARA SÍ
Porque Cristo se humilló, sacrificando su
dignidad:
MERECIÓ la Resurrección, padeciendo dolor y muerte
que no merecía.
MERECIÓ la Ascensión, siendo sepultado y bajando a
los infiernos.
MERECIÓ estar a la derecha del Padre, sufriendo
toda clase de oprobios.
MERECIÓ ser juez de vivos y muertos, siendo
entregado a potestades enemigas (Cfr. Jn 19, 11).
(Summa Theol. III, q. 49, a
6)
LA
PASIÓN, MUERTE Y GLORIFICACIÓN DE CRISTO constituyen EL MISTERIO PASCUAL
que el cristiano debe vivir a través de toda su existencia terrenal con una vida
nueva.
El paralelismo entre la Pascua judía y la Pascua cristiana es bien notable. En ambas hay la salida de la esclavitud a la libertad. La liberación obrada por la Pascua judía es tipo y figura de la verdadera libertad que nos mereció Cristo con su Pasión, Muerte y Resurrección.
SE VIVE LA PASCUA:
1.
Rom 6,
4-6 (Fuimos, pues, con
él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo
fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así
también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa
con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una
resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con
él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser
esclavos del pecado.) y Rom 6,
11-13: Así también vosotros,
consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. No reine,
pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus
apetencias. Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio
del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos
retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de justicia al servicio de
Dios. Cada vez que
se sale del pecado (aun el venial) y se sube más alto en la vida
espiritual.
2.
Jn 8,
34-36: Jesús les respondió: «En
verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo Y el esclavo
no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si,
pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres.);
I Pd 4, 1-3: Ya que Cristo padeció en la
carne, armaos también vosotros de este mismo pensamiento: quien padece en la
carne, ha roto con el pecado, para vivir ya el tiempo que le quede en la carne,
no según las pasiones humanas, sino según la voluntad de Dios. Ya es bastante el
tiempo que habéis pasado obrando conforme al querer de los gentiles, viviendo en
desenfrenos, liviandades, crápulas, orgías, embriagueces y en cultos ilícitos a
los ídolos. Cada vez que se crece en la libertad
de los hijos de Dios, es decir: que nos hacemos libres para amar a nuestros
enemigos y para superar nuestros defectos.
3.
I Pd 2,
1-2: (Rechazad, por
tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de
maledicencias. Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin
de que, por ella, crezcáis para la salvación); Ef 4, 14-16 (Para que no
seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de
doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce
engañosamente al error, antes bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en
todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo recibe
trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas que llevan la nutrición
según la actividad propia de cada una de las partes, realizando así el
crecimiento del cuerpo para su edificación en el
amor.) ; II Pd 3, 18:
Creced,
pues, en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador,
Jesucristo.
A él la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. Cada vez que Cristo crece en el
alma
ES DECIR: cada vez que se corresponde a una gracia
actual (Cfr. I Cor 15, 10)
POR TANTO, cada vez que se recibe con las debidas
disposiciones un Sacramento, sobre todo la Eucaristía y la Penitencia. (Cfr. Jn
6, 57)
DE UN MODO ESPECIAL, cada vez que participamos en la Santa Misa: (Cfr. I Cor 11, 26)
4.
Jn 6, 51-54:
Yo soy el pan vivo, bajado
del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo
le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» Discutían entre sí los judíos
y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En
verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último
día. Es decir, al pasar a la vida eterna y al
resucitar el cuerpo. Por eso son bienaventurados los que mueren en el Señor,
en unión vital con Cristo (Cfr. Ap 14, 13: Luego
oí una voz que decía desde el cielo: «Escribe: Dichosos los muertos que mueren
en el Señor. Desde ahora, sí - dice el Espíritu -, que descansen de sus fatigas,
porque sus obras los acompañan.»)
5.
También forma parte de este
vivir el misterio pascual, el conquistar almas para Cristo y contribuir a que
Cristo crezca en los demás; esto es propiamente edificar, o sea construir, el
Cuerpo Místico de Cristo. Por eso San Pablo insiste mucho en el
deber de la mutua edificación, o sea en el deber de ayudarnos mutuamente a
crecer en Cristo
·
Rom 14, 19: Procuremos, por
tanto, lo que fomente la paz y la mutua edificación y Rom 15, 2: Que cada uno de nosotros
trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su
edificación
·
Ef 4, 29:
No salga de vuestra boca
palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y
hacer el bien a los que os escuchen.
· I Tes 5, 11: Por esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros, como ya lo hacéis.
EL MISTERIO
PASCUAL tiene su plena consumación en la PARUSÍA; que consiste en el triunfo
glorioso y definitivo de Cristo y de todos los suyos:
De ahí
también el deseo ardiente de los que han comprendido lo que este triunfo
significa:
AHORA debemos preparar este triunfo eterno de Cristo con nuestra
creciente santificación y el apostolado.
POR ESO:
Será
conveniente recordar los párrafos que en el Catecismo de la Iglesia Católica
encontramos con referencia a este tema (Cfr. N° 595 - 618) y tener en consideración
ciertas afirmaciones que San Pío X condenó a principios del siglo XX en su
decreto contra los errores del Modernismo Lamentabili sine exitu. Como
este documento no es tan accesible lo traemos a colación para facilitar el
estudio del mismo, del que juzgamos se pueden obtener muchas consecuencias. Como
se trata de exponer los errores para condenarlos, el Papa los expone con pasmosa
claridad, para que no haya lugar a dudas.
San Pío X,
Lamentabili sine exitu
27.
La divinidad de Jesucristo no se prueba por los Evangelios; sino que es un dogma
que la conciencia cristiana derivó de la noción del
Mesías.
28.
Jesús, cuando ejercía su ministerio, no hablaba con el fin de enseñar que El era
el Mesías, ni sus milagros tendían a demostrarlo.
29.
Puede concederse que el Cristo, que presenta la historia, es muy inferior al
Cristo que es objeto de la fe.
30.
En todos los textos evangélicos el nombre de Hijo de Dios equivale solamente al
nombre de Mesías; pero de ningún modo significa que Cristo sea verdadero y
natural Hijo de Dios.
31.
La doctrina sobre Cristo, que nos enseñan Pablo, Juan y los Concilios de Nicea,
de Efeso y Calcedonia, no es la que Jesús enseñó, sino la que sobre Jesús
concibió la conciencia cristiana.
32.
El sentido natural de los textos evangélicos es inconciliable con lo que
nuestros teólogos enseñan sobre la conciencia y ciencia infalible de
Jesucristo.
33.
Para todo el que no se guía por opiniones preconcebidas es evidente que o Jesús
enseña un error al hablar sobre el próximo advenimiento del Mesías, o que la
mayor parte de su doctrina, contenida en los Evangelios sinópticos, carece de
autenticidad.
34.
El crítico no puede atribuir a Cristo ciencia ilimitada, sino en una hipótesis
inconcebible históricamente y que repugna con el sentido moral, a saber: que
Cristo, como hombre, tenía la ciencia de Dios y que, sin embargo, no quiso
comunicar ni a sus discípulos ni a la posteridad el conocimiento de tantas
cosas.
35.
Cristo no siempre tuvo conciencia de su dignidad
mesiánica.
36.
La resurrección del Salvador no es propiamente un hecho de orden histórico, sino
un hecho de orden puramente sobrenatural, ni demostrado ni demostrable, que la
conciencia cristiana derivó poco a poco de otros
hechos.
37.
La fe en la resurrección de Cristo, en su origen, se refería no tanto al hecho
mismo de la resurrección cuanto a la vida inmortal de Cristo junto a
Dios.
38.
La doctrina de la muerte expiatoria de Cristo no es evangélica, sino solamente
paulina.
[1]
Traemos
para la consulta el texto íntegro de la Sesión V, can 5 del Concilio de Trento:
“Si alguno niega que se perdona el reato del pecado original por la gracia de
nuestro Señor Jesucristo que se confiere en el bautismo; o afirma que no se
quita todo lo que es propia y verdaderamente pecado; sino dice, que este
solamente se rae, o deja de imputarse; sea excomulgado. Dios por cierto nada
aborrece en los que han renacido; pues cesa absolutamente la condenación
respecto de aquellos, que sepultados en realidad por el bautismo con Jesucristo
en la muerte, no viven según la carne, sino que despojados del hombre viejo, y
vestidos del nuevo, que está creado según Dios, pasan a ser inocentes, sin
mancha, puros, sin culpa, y amigos de Dios, sus herederos y partícipes con
Jesucristo de la herencia de Dios; de manera que nada puede retardarles su
entrada en el cielo. Confiesa no obstante, y cree este santo Concilio, que queda
en los bautizados, la concupiscencia, o fomes, que como dejada para ejercicio,
no puede dañar a los que no consienten, y la resisten varonilmente con la gracia
de Jesucristo: por el contrario, aquel será coronado que legítimamente peleare.
La santa Sínodo declara, que la Iglesia católica jamás ha entendido que esta
concupiscencia, llamada alguna vez pecado por el Apóstol san Pablo, tenga este
nombre, porque sea verdadera y propiamente pecado en los renacidos por el
bautismo; sino porque dimana del pecado, e inclina a él. Si alguno sintiese lo
contrario; sea excomulgado. Declara no obstante el mismo santo Concilio, que no
es su intención comprender en este decreto, en que se trata del pecado original,
a la bienaventurada, e inmaculada virgen María, madre de Dios; sino que se
observen las constituciones del Papa Sixto IV de feliz memoria, las mismas que
renueva; bajo las penas contenidas en las mismas
constituciones.”