Tema 27:
Santa MARÍA
Madre de Dios
LO QUE LA FE CATÓLICA CREE ACERCA DE MARÍA SE FUNDA EN LO QUE CREE ACERCA DE CRISTO, PERO LO QUE ENSEÑA SOBRE MARÍA ILUMINA A SU VEZ LA FE EN CRISTO (CIC 487)
508 De la
descendencia de Eva, Dios eligió a la Virgen María para ser la Madre de su
Hijo. Ella, "llena de gracia", es "el fruto excelente de la
redención" (SC 103); desde el primer instante de su concepción, fue
totalmente preservada de la mancha del pecado original y permaneció pura de
todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
509 María es
verdaderamente "Madre de Dios" porque es la madre del Hijo eterno de
Dios hecho hombre, que es Dios mismo.
510 María "fue
Virgen al concebir a su Hijo, Virgen al parir, Virgen durante el embarazo,
Virgen después del parto, Virgen siempre" (S. Agustín, serm. 186, 1):
Ella, con todo su ser, es "la esclava del Señor" (Lc 1, 38).
511 La Virgen María
"colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los
hombres" (LG 56). Ella pronunció su "fiat" "loco totius
humanae naturae" ("ocupando el lugar de toda la naturaleza
humana") (Santo Tomás, s.th. 3, 30, 1 ): Por su obediencia, Ella se
convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes.
La
Virgen María es la Señora llena de gracia y virtudes,
concebida
sin pecado, que es Madre de Dios y Madre nuestra,
y está
en el cielo en cuerpo y alma.
María es la madre de Jesucristo, pues ella le
dio un cuerpo humano. Pero como Jesucristo, además de ser hombre, es Dios,
María Santísima es también Madre de Dios.
Ocurre lo mismo que si a uno le hacen alcalde.
Su madre sería la madre del alcalde. Ella no le ha dado la alcaldía, pero por
haberle dado el cuerpo es su madre, y al ser su madre es madre de todo lo que
es él: madre del alcalde.
Pero la Virgen es Madre de Dios todavía con más
razón; porque Jesucristo es Dios desde el momento de su concepción, por lo
tanto lo que nace de María es Dios, y por lo mismo María es Madre de Dios.
Gal 4,
4:
QUE MARÍA ES MADRE DE
DIOS ES DOGMA DE FE.
Fue definido en el Concilio de Éfeso en el año
431.
Jesús fue concebido, no por obra de varón, sino
milagrosamente, por virtud del Espíritu Santo.
Los desposorios entre
los judíos equivalían a nuestra boda, aunque no eran nupcias definitivas. Si
después de los desposorios ella era infiel a su marido se la consideraba
adúltera, y si éste moría, a ella se la consideraba viuda. Los desposorios
judíos suponían un compromiso tan real que el prometido se llamaba ya «marido».
Aunque María no vivía
todavía con San José, ya era su legítima esposa. Por eso el ángel llama a María
esposa.
El teólogo protestante
de fama internacional Max Thurian[1],
recientemente convertido al catolicismo, dice que los que niegan la concepción
virginal de Cristo no son fieles a la Biblia: «La virginidad de María
constituye un indudable dato objetivo del texto del Nuevo Testamento».
Dios formó en las
entrañas purísimas de María Santísima un cuerpo como el nuestro y creó un alma
como la nuestra. A este Ser Humano, en el instante de su concepción, se unió el
Hijo de Dios, es decir, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, y así el
que era Hijo de Dios quedó hecho Hombre sin dejar de ser Dios. Éste es el
misterio de la Encarnación.
Ya en la genealogía
del Evangelio de San Mateo se dice siempre: Fulano engendró a Zutano, y al
llegar a José no dice que engendró a Jesús, sino que dice; «Jacob engendró a
José, esposo de María, de la que nació Jesús» (Cfr. Mt 1, 16). Y San
Lucas dice de Jesús «que se pensaba que era hijo de José» (Cfr. Lc 3,
23), dando a entender que en la realidad no lo era en el sentido que la
gente creía.
Las mismas dudas de
José confirman la concepción virginal de María, pues cuando él vio las señales
externas del embarazo de su mujer, sabiendo que aquello no era suyo, pues él
no había hecho nada para dejarla embarazada, le entraron tremendas dudas ante
lo que sus ojos le evidenciaban y la virtud que él conocía de María. Al no
poder armonizar las dos cosas, estaba en una duda angustiosa hasta que el
ángel le tranquilizó afirmándole que lo de su mujer era obra del Espíritu
Santo.
¿Cómo puede ser María la madre de Dios, si Dios ya existía antes de que
ella naciera?
En el diccionario encontramos que "madre" es la mujer que
engendra. Se dice que es madre del que ella engendró. Si aceptamos que María es
madre de Jesús y que Él es Dios, entonces María es Madre de Dios.
No se debe confundir entre el tiempo y la eternidad. María, obviamente,
no fue madre del Hijo eternamente. Ella comienza a ser Madre de Dios cuando el
Hijo Eterno quiso entrar en el tiempo y hacerse hombre como nosotros. Para
hacerse hombre quiso tener madre.
·
Gál 4, 4: "al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo la Ley". Dios se hizo hombre sin dejar de
ser Dios, por ende María es madre de Jesús, Dios y hombre verdadero.
Entonces, María es Madre de Dios, no porque lo haya engendrado en la
eternidad sino porque lo engendró hace más de 2000 años en la Encarnación. Dios
no necesitaba una madre pero la quiso tener para acercarse a nosotros con
infinito amor. Dios es el único que pudo escoger a su madre y, para consternación
de algunos y gozo de otros, escogió a la Santísima Virgen María quién es y será
siempre la Madre de Dios.
Cuando la Virgen María visitó a su prima Isabel, ésta, movida por el
Espíritu Santo le llamó "Madre de mi Señor". El Señor a quien se
refiere no puede ser otro sino Dios. (Cfr. Lucas 1, 39-45).
La verdad de que María es Madre de Dios es parte de la fe de todos los
cristianos ortodoxos (de doctrina recta). Fue proclamada dogmáticamente en el
Concilio de Efeso, en el año 431 y es el primer dogma Mariano.
Antecedentes de la controversia sobre la maternidad divina de
María Santísima:
Los errores de Nestorio
En el siglo V, Nestorio, Patriarca de Constantinopla afirmaba los
siguientes errores:
1. Que hay dos personas distintas en Jesús, una divina y otra humana.
2. Sus dos naturalezas no estaban unidas.
3. Por lo tanto, María no es la Madre de Dios pues es solamente la Madre de
Jesús hombre.
4. Jesús nació de María solo como hombre y más tarde "asumió" la
divinidad, y por eso decimos que Jesús es Dios.
Vemos que estos errores de Nestorio, al negar que María es Madre de
Dios, niegan también que Jesús fuera una persona divina.
La doctrina referente a María está totalmente ligada a la doctrina
referente a Cristo. Confundir una es confundir la otra. Cuando la Iglesia
defiende la maternidad divina de María esta defendiendo la verdad de que, su
hijo, Jesucristo es una persona divina.
En esta batalla doctrinal, San Cirilo, Obispo de Alejandría, jugó un
papel muy importante en clarificar la posición de nuestra fe en contra de la
herejía de Nestorio. En el año 430, el Papa Celestino I en un concilio en Roma,
condenó la doctrina de Nestorio y comisionó a S. Cirilo para que iniciara una
serie de correspondencias donde se presentara la verdad.
Concilio de Efeso
En el año 431, se llevó a cabo el Concilio de Efeso donde se proclamó
oficialmente que María es Madre de Dios.
"Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay una sola
persona, la segunda persona de la Santísima Trinidad. María no es solo madre de
la naturaleza, del cuerpo pero también de la persona quien es Dios desde toda
la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien
desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente
madre del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a una persona,
Jesucristo, quien es ambos Dios y hombre, entonces Ella es la Madre de
Dios" (Concilio de Efeso)
La ortodoxia (doctrina recta) enseña:
María
es Madre de Dios. Este es el principal de todos los dogmas Marianos, y la raíz
y fundamento de la dignidad singularísima de la Virgen María.
El dogma de María Madre de Dios contiene dos
verdades:
1. María
es verdaderamente madre: Esto significa que ella contribuyó en todo
en la formación de la naturaleza humana de Cristo, como toda madre contribuye a
la formación del hijo de sus entrañas.
El
origen Divino de Cristo no le proviene de María. Pero al ser Cristo una persona
de naturalezas divina y humana. María es tanto madre del hombre como Madre del
Dios. María es Madre de Dios, porque es Madre de Cristo quien es Dios hombre.
La
misión maternal de María es mencionada desde los primeros credos de la Iglesia.
En el Credo de los Apóstoles: "Creo en Dios Padre todopoderoso y en
Jesucristo su único hijo, nuestro Señor que nació de la Virgen María".
El
título Madre de Dios era utilizado desde las primeras oraciones cristianas. En
el Concilio de Efeso, se canonizo el título Theotokos, que significa Madre de
Dios. A partir de ese momento la divina maternidad constituyó un título único
de señorío y gloria para la Madre de Dios encarnado. La Theotokos es
considerada, representada e invocada como la reina y señora por ser Madre del
Rey y del Señor.
Más
tarde también fue proclamada y profundizada por otros concilios universales,
como el de Calcedonia(451) y el segundo de Constantinopla (553).
El Papa Pío XI reafirmó el dogma en la Encíclica Lux Veritatis (1931).
La Madre de Dios en el CV II: este concilio replantea en todo el alcance de su
riqueza teológica en el más importante de sus documentos, Constitución
dogmática sobre la Iglesia, (Lumen Gentium). En este documento se ve la
maternidad divina de María en dos aspectos:
1.
La maternidad divina en el misterio de Cristo.
2.
La maternidad divina en el misterio de la Iglesia.
"Y, ciertamente, desde los tiempos mas antiguos, la Sta. Virgen es
venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles suplicantes
se acogen en todos sus peligros y necesidades.... Y las diversas formas de
piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los
limites de la sana doctrina, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo por
razón del cual son todas las cosas, sea mejor conocido, amado, glorificado, y
que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos" (LG #66)
En el
Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI (1968): "Creemos que la
Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo
encarnado, Dios y salvador nuestro"
En 1984
consagra Juan Pablo II el mundo entero al Inmaculado Corazón de María, a través
de toda la oración de consagración repite: "Recurrimos a tu protección,
Santa Madre de Dios"
María
por ser Madre de Dios transciende en dignidad a todas las criaturas, hombres y
ángeles, ya que la dignidad de la criatura está en su cercanía con Dios. Y
María es la mas cercana a la Trinidad. Madre del Hijo, Hija del Padre y Esposa
del Espíritu.
"El Conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre María, será
siempre la llave exacta de la comprensión del misterio de Cristo y de la
Iglesia"
"Y la Madre de Dios es mía, porque Cristo es mío" (S. Juan de la
Cruz)
María, Madre de Dios
(Catequesis
del Papa durante la audiencia general del miércoles 27 de noviembre de 1996 )
1. La contemplación del misterio del
nacimiento del Salvador ha impulsado al pueblo cristiano no sólo a dirigirse a
la Virgen santísima como a la Madre de Jesús, sino también a reconocerla como
Madre de Dios. Esa verdad fue profundizada y percibida, ya desde los primeros
siglos de la era cristiana, como parte integrante del patrimonio de la fe de la
Iglesia, hasta el punto de que fue proclamada solemnemente en el año 431 por el
concilio de Éfeso.
En la primera comunidad cristiana, mientras crece entre los discípulos la conciencia
de que Jesús es el Hijo de Dios, resulta cada vez más claro que María es la Theotokos,
la Madre de Dios. Se trata de un título que no aparece explícitamente en
los textos evangélicos, aunque en ellos se habla de la «Madre de Jesús» y se
afirma que él es Dios (Jn 20, 28, cf. 5, 18, 10, 30. 33). Por lo
demás, presentan a María como Madre del Emmanuel, que significa Dios con
nosotros (cf. Mt 1, 2223).
Ya en el siglo III, como se deduce de un antiguo testimonio escrito, los
cristianos de Egipto se dirigían a María con esta oración: «Bajo tu amparo nos
acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados;
líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita» (Liturgia de
las Horas). En este antiguo testimonio aparece por primera vez de
forma explícita la expresión Theotokos, «Madre de Dios».
En la mitología pagana a menudo alguna diosa
era presentada como madre de algún dios. Por ejemplo, Zeus, dios supremo, tenía
por madre a la diosa Rea. Ese contexto facilitó, tal vez, en los cristianos el
uso del título Theotokos, «Madre de Dios», para la madre de Jesús. Con
todo, conviene notar que este título no existía, sino que fue creado por los
cristianos para expresar una fe que no tenía nada que ver con la mitología
pagana, la fe en la concepción virginal, en el seno de María, de Aquel que era
desde siempre el Verbo eterno de Dios.
2. En el siglo IV, el termino Theotokos
ya se usa con frecuencia tanto en Oriente como en Occidente. La piedad y la
teología se refieren cada vez mas a menudo a ese termino, que ya había entrado
a formar parte del patrimonio de fe de la Iglesia.
Por ello se comprende el gran movimiento de
protesta que surgió en el siglo V cuando Nestorio puso en duda la legitimidad
del título «Madre de Dios». En efecto, al pretender considerar a María sólo
como madre del hombre Jesús, sostenía que sólo era correcta doctrinalmente la
expresión «Madre de Cristo». Lo que indujo a Nestorio a ese error fue la
dificultad que sentía para admitir la unidad de la persona de Cristo y su
interpretación errónea de la distinción entre las dos naturalezas -divina y
humana- presentes en él.
El concilio de Éfeso, en el año 431, condenó
sus tesis y, al afirmar la subsistencia de la naturaleza divina y de la
naturaleza humana en la única persona del Hijo, proclamó a María Madre de Dios.
3. Las dificultades y las objeciones
planteadas por Nestorio nos brindan la ocasión de hacer algunas reflexiones
útiles para comprender e interpretar correctamente ese titulo. La expresión Theotokos,
que literalmente significa «la que ha engendrado a Dios», a primera vista puede
resultar sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una
criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara:
la maternidad divina de María se refiere solo a la generación humana del Hijo
de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde
siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa
generación eterna María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace dos
mil años, tomó nuestra naturaleza humana y entonces María lo concibió y lo dio
a luz.
Así pues, al proclamar a María «Madre de
Dios», la Iglesia desea afirmar que ella es la «Madre del Verbo encarnado, que
es Dios». Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino
únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la
naturaleza humana.
La maternidad es una relación entre persona
y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que
sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello, María al haber
engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que es persona
divina, es Madre de Dios.
4. Cuando proclama a María «Madre de Dios»,
la Iglesia profesa con una única expresión su fe en el Hijo y en la Madre. Esta
unión aparece ya en el concilio de Éfeso; con la definición de la maternidad
divina de María los padres querían poner de relieve su fe en la divinidad de
Cristo. A pesar de las objeciones, antiguas y recientes, sobre la oportunidad
de reconocer a María ese título, los cristianos de todos los tiempos,
interpretando correctamente el significado de esa maternidad, la han convertido
en expresión privilegiada de su fe en la divinidad de Cristo y de su amor a la
Virgen.
En la Theotokos la Iglesia, por una
parte, encuentra la garantía de la realidad de la Encarnación, porque, como
afirma san Agustín, «si la Madre fuera ficticia, sería ficticia también la
carne (...) y serían ficticias también las cicatrices de la resurrección» (Tract.
in Ev. Ioannis, 8, 67). Y, por otra, contempla con asombro y celebra con
veneración la inmensa grandeza que confirió a María Aquel que quiso ser hijo
suyo. La expresión «Madre de Dios» nos dirige al Verbo de Dios, que en la
Encarnación asumió la humildad de la condición humana para elevar al hombre a
la filiación divina. Pero ese título, a la luz de la sublime dignidad concedida
a la Virgen de Nazaret, proclama también la nobleza de la mujer y su altísima
vocación. En efecto, Dios trata a María como persona libre y responsable y no
realiza la encarnación de su Hijo sino después de haber obtenido su
consentimiento.
Siguiendo el ejemplo de los antiguos
cristianos de Egipto, los fieles se encomiendan a Aquella que, siendo Madre de
Dios, puede obtener de su Hijo divino las gracias de la liberación de los
peligros y de la salvación eterna.
LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE
MARÍA.
El hecho de que María Santísima haya sido preservada del pecado
original desde el primer instante de su concepción, en el seno de su madre
Santa Ana, es lo que queremos expresar al decir «Inmaculada
Concepción».
El gran español Bartolomé Esteban Murillo, recogiendo la devoción que
en este país se tenía a la Inmaculada Concepción muchos años antes de ser
definida, pintó sus cuadros de la Virgen Inmaculada, trescientos años antes de
la definición dogmática. Y este mismo pueblo español cantaba con entusiasmo,
expresando así el pensamiento teológico de Duns Scoto:
Quiso y no pudo, no es Dios.
Pudo y no quiso, no es Hijo.
Digamos pues que pudo y quiso[2].
El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de
1854, en su bula Ineffabilis Deus.
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene
que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa
original en el primer instante de su concepción por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús
Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y
constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)
La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana.
María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre. Es decir María es la "llena de gracia" desde su concepción. Cuando hablamos de la Inmaculada Concepción no se trata de la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado.
La Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, como tampoco menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los Apóstoles. La palabra "Trinidad", por ejemplo, no aparece en la Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se interpreta correctamente a la luz de la Tradición Apostólica. Pero sí que contiene la enseñanza:
Se trata del primer pasaje que contiene la promesa de la redención menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el pecado. Solo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un redentor. Junto a El se manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.
El ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen
María «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.». Las palabras en
español "Llena de gracia" no hace justicia al texto griego original
que es "kecaritwmenh" y significa una singular abundancia de gracia, un estado
sobrenatural del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no
"prueba" la Inmaculada Concepción de María si lo sugiere.
Los Padres de la Iglesia
Los Padres se referían a la Virgen María como la Segunda Eva (cf. I Cor. 15:22), pues ella desató el nudo causado por la primera Eva.
San Justino (Dialog. cum Tryphone, 100),
San
Ireneo (Contra Haereses, III, xxii, 4),
Tertuliano (De carne Christi, xvii),
Julius Firm cus Maternus (De errore profan. relig xxvi),
San Cirilo de Jerusalén (Catecheses,
xii, 29),
San Epifanio (Hæres., lxxviii, 18),
Theodoto de Ancyra (Or. in S. Deip n. 11), and Sedulius (Carmen paschale, II,
28).
También se refieren a la Virgen Santísima como la absolutamente pura
(San Agustín y otros). La iglesia Oriental ha llamado a María Santísima la
"toda santa"
María es libre de pecado por los méritos de Cristo Salvador. Es por El que ella es preservada del pecado. Ella, por ser una de nuestra raza humana, aunque no tenía pecado, necesitaba salvación, que solo viene de Cristo. Pero Ella singularmente recibe por adelantado los méritos salvíficos de Cristo. La causa de este don: El poder y omnipotencia de Dios.
Razón: La maternidad divina. Dios quiso prepararse un lugar puro donde su hijo se encarnara.
Frutos:
Argumentos de los
hermanos separados
La Inmaculada Concepción de María no contradice la enseñanza Paulina en
Rm 3:23 sobre la realidad pecadora de la humanidad en general, la cual estaba
encerrada en el pecado y lejos de Dios hasta la venida del Salvador. San Pablo
enseña que Cristo nos libera del pecado y nos une a Dios (Cf. Efesios 2:5). María
es la primera.
2. Según algunos hermanos separados, María
reconoce que ella era pecadora y que necesitó ser rescatada por la gracia de
Dios (Lc 1, 28, 47).
Que María se declarara pecadora es falso. Que ella se declarara salvada
por Dios es verdadero. En Lc 1:48 ella reconoce que fue salvada. ¿De qué? Del
dominio del pecado, por gracia de Dios. Pero para eso no tuvo que llegar a
pecar. Dios la salvó preservándola del pecado.
El
dogma de la Inmaculada Concepción de María no niega que ella fue salvada por Jesús.
En María las gracias de Cristo se aplicaron ya desde el momento de su
concepción. El hecho de que Jesús no hubiese aún nacido no presenta obstáculo
pues las gracias de Jesús no tienen barreras de tiempo y se aplicaron
anticipadamente en su Madre. Para Dios nada es imposible.
Anexo: La voz del Papa Juan Pablo II
La Inmaculada
Concepción
(
Durante la audiencia general del miércoles 29 de mayo de 1996 )
1. En la reflexión
doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena de gracia, como
hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo
VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su
existencia. Ella inaugura así la nueva creación.
Además del relato
lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así
llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la
verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua
versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas
representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.
Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto
hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino
su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María
sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción
bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la
descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación
de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la
gracia del Hijo.
2. En el mismo
texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por
una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una
hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si
consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la
enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta
de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.
A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío
XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la
Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la
santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber
sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre
ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por
más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición
primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más
bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).
La absoluta
enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en
María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya
desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva
sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del
pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio,
realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto
de su obra redentora.
3. El apelativo llena
de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad
especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo
de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el
Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que
implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los
hombres.
Como testimonio
bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también
el capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol»
(Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la
comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado.
Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una
individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir
a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo
referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol
con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer-comunidad está descrita
con los rasgos de la mujer-Madre de Jesús.
Caracterizada por
su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con
el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre
de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma
traspasada por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la
comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de
sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo
grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.
Estas imágenes,
aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción,
pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena
a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.
Por ultimo, el
Apocalipsis invita a reconocer mas particularmente la dimensión eclesial de la
personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la
Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una
gracia singular.
A esas
afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio
para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse
los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.
El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido
de mujer» (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san
Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que
«el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5,
12. 18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia
católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se
encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por
propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza
humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo
admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Co
5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundo el
pecado» (Rm 5, 20).
Estas afirmaciones
no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad
pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se
completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable
en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.
San Ireneo
presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa
la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la
salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que
Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera
así más apta para cooperar en la redención.
El pecado, que
como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel
colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en
virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es
totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.
[1] MAX THURIAN: María, Madre del Señor y
Figura de la Iglesia. pgs. 435. Ed. Hechos y Dichos. Zaragoza 1966
[2] Quiso y no pudo, no es Dios. ¿No pudo Dios hacer
Inmaculada a la Virgen? Si no pudo, no es Dios. Dios lo puede todo. Es
Omnipotente. Dios puede todo lo que no es absurdo, lo que no es contradictorio.
Dios no puede hacer un círculo cuadrado. O es círculo o es cuadrado. Como privar a la Virgen del pecado original
no es un absurdo, es un privilegio, Dios puede hacerlo. Puede hacerlo. Pudo
y no quiso, no es Hijo. ¿Pudo hacer a su madre Inmaculada y no quiso
hacerlo? ¿No quiso dotar a su Madre de ese don, de verse privada del pecado
original? ¿Pudo privar a su Madre de esa mancha de Satanás y no quiso? No es
Hijo. Digamos pues que pudo y quiso.