Todas las metafísicas erróneas tienen su origen en una mala
interpretación de la naturaleza debida a una equivocada utilización
de las facultades cognoscitivas.
La más primitiva y burda de estas equivocaciones
es la confusión de la imaginación y la inteligencia.
Es propia de las más antiguas filosofías:
"Demócrito, como los antiguos materialistas, no establecieron
diferencia entre el entendimiento y el sentido".(*)
Dice San Agustín contra Fausto:
"Vosotros, los maniqueos, con este vuestro corazón, incapaz de pensar
nada fuera de las imágenes corporales, no alcanzáis a entender";
(*)
ya Santo Tomás nos advierte de que la causa de error está en esto:
"cuando alguien toma las imágenes como si fueran las mismas cosas
incurre en falsedad".(*)
"Entre nosotros, las equivocaciones provienen precisamente de la
fantasía, que nos impulsa a adherirnos a las imágenes de las cosas
como si fueran realidades".(*)
(*) Suma Teológica I q84 a6
(*) Suma Teológica III q31 a4 s2
(*) Suma Teológica I q17 a2 s2
(*) Suma Teológica I q54 a5 s
Pero tampoco el pensamiento contemporáneo está libre de esa
confusión;
Es muy frecuente que en el momento en que un joven
comienza sus balbuceos filosóficos, leyendo un libro de divulgación
científica, o escuchando a un profesor inepto o comodón, se encuentre con
una frase como ésta:
"Todo está formado por átomos y éstos por partículas que llevan carga
positiva, negativa o neutra". Sigue después un dibujo, una imagen vale
más que mil palabras, se dice; en este momento, el lector o los
alumnos, imaginan la verdadera realidad de las cosas como aquello que
ven en la figura, y dan más fe a esa imagen arbitraria del dibujante o
profesor, que a lo que, a partir de entonces verán con sus propios ojos.
Las mentes de la juventud que asimilan estas teorías, quedan
esterilizadas filosóficamente porque las imágenes que se toman como la
realidad de la cosa son típicamente dos:
o bien consisten en los corpúsculos de Demócrito, burda mezcla del
monismo estático de Parménides con el vacío, como solución para
posibilitar el movimiento; o bien en las ondas, que recuerdan el fluir sin
sujeto, propio de Heráclito. Esto último se cumple en las teorías
electromagnéticas que presentan los campos eléctrico y magnético
como efecto, uno del movimiento del otro sin verdadero sujeto real
del movimiento.
El Padre Ramón Orlandis S.J. decía
que las dos únicas posibles salidas erróneas para el que no
entendiera la doctrina de Aristóteles y Santo Tomás, del acto participado
por la potencia, eran el monismo estático de Parménides o el dinamismo
de Heráclito, es decir las concepciones que se fomentan actualmente con
las teorías de las partículas y las de las ondas.
Aclarará mucho lo que sigue este ejemplo;
podemos simplificar la geografía de una comarca con el modelo de un plano;
en él se cumplen las mismas leyes geométricas que en la realidad:
la distancia más corta entre dos puntos es la linea recta; los cuadrados
levantados sobre las hipotenusas tienen la misma área que la suma de
los levantados sobre los catetos de los triángulos rectángulos;
también nos sirve para trasladar afirmaciones del plano a la realidad:
si entre dos puntos del plano hay doble distancia que entre otros dos,
eso mismo ocurre entre los cuatro puntos correspondientes de la realidad.
Imaginemos que tenemos dibujado un plano completo:
carreteras, ríos, casas, líneas eléctricas etc. Pues bien, por más que
contemplemos un plano de una comarca desconocida, nunca podemos
adivinar la sensación que nos producirá el llegar a la comarca y ver
la belleza de su paisaje tal como es; un plano nunca parecerá la
realidad.
Sucede muchas veces que si las diferentes altitudes sobre el nivel
del mar de un mapa, se pintan con colores verdes o marrones de diferente
luminosidad, llegamos a un sitio esperando encontrar prados y hallamos
páramos, o trigales cuando hay bosque.
Lo realmente importante es entender aquí que el paisaje arbitrario que imaginamos al ver un plano de un lugar nunca visitado, casi no tiene nada que ver con la realidad que allí existe; pues bien, ese es el error de casi todos los científicos, incluso los más importantes, desde el renacimiento hasta muy entrado el siglo XX.
Prueba de la falsedad de lo urdido por la imaginación sobre las
abstracciones matemáticas, es el fracaso de los modelos a lo largo
de la historia; el caso más patente, reconocido por todos los
científicos actuales, es el de la vieja teoría del "calórico".
El proceso mental que tiene lugar en el quehacer
científico es el siguiente:
de una atenta observación del mundo que aparece patente a nuestra
sensibilidad, se sospecha la existencia de una relación cuantitativa,
siempre constante, entre una serie de medidas tomadas sobre los
componentes de un sistema identificable de alguna manera en distintos
lugares y tiempos. Por ejemplo:
si se tiene un litro de agua a punto de hervir y otro a punto de congelar
y se mezclan, se hallará, midiendo sus temperaturas con un termómetro
de dilatación lineal, que la temperatura de la mezcla es la media de
las otras dos.
Se concibe seguidamente un modelo que podría ser imaginar que existe
un fluido, que históricamente se llamó "calórico", que está mezclado
con los cuerpos calientes, cuya densidad determina la temperatura de
los mismos, y que, en nuestro caso, al mezclar los dos litros de agua,
se reparte de manera que la temperatura resultante es el promedio de las
de los dos litros de agua separados; he utilizado a propósito este ejemplo,
para hacer ver la futilidad del modelo, con una hipótesis que modernamente,
la misma ciencia se ha encargado de despreciar, como debemos hacer con
todos los modelos, incluso con los que la ciencia todavía utiliza.
En 1798, Benjamín Thompson, Conde de Rumford, viendo fabricar cañones, observó que no parecía haber límite en el calor emitido por un cuerpo frotado; en este caso eran los propios cañones, al ser taladrados; el calor que salía era tanto, que no podía estar dentro; el calor no podía ser un fluido y el "calórico" dejó de existir.
Es muy interesante seguir en los libros de historia de la ciencia
los diversos experimentos que han llevado a asegurar categóricamente en
qué consiste la realidad de la luz. Así en 1803, Thomas Young (1773 - 1829)
descubre los fenómenos de interferencia entre rayos luminosos, y como sólo
pueden interferir las ondas, deduce con seguridad, y es creído por todos,
que la luz es la vibración de algo.
Pero en 1905, Alberto Einstein, interpretó el efecto fotoeléctrico
de manera que se deduce la naturaleza corpuscular de la luz, en
contraposición con la teoría ondulatoria, mereciendo el Premio Nobel de
Física precisamente por esto, no por su famosa teoría de la relatividad.
No hay que darle vueltas; no se descansa hasta que se renuncia a
"imaginar" qué es lo que realmente sucede en lo que se llaman "comprobaciones
experimentales".
En 1925, el príncipe Louis Victor de Broglie, nombrado secretario perpetuo
de la Academia de Ciencias francesa en 1942, publicó su tesis doctoral que
le valió el premio Nobel. La ambivalencia inimaginable entre corpúsculo
y onda se extiende a todos los ámbitos de la física microscópica. La
imaginación que intente representarse el modelo contemporáneo de la
realidad física, quedará perpleja.
Lo que claramente se tenía como fenómeno ondulatorio, es decir la
luz, empezó a presentar características corpusculares, y lo que se había
tomado como definitivamente corpuscular, el electrón, por ejemplo,
empezó a presentar características ondulatorias, al poderse difractar como los
rayos de luz. Un desafío para la inteligencia, por ser imposible de
imaginar.
Así quedan las mentes curadas del materialismo ingenuo que intenta
descubrir la realidad de las cosas con la imaginación, confundiéndola
con la inteligencia, y que ha sido el error de muchos, desde Demócrito
a los actuales materialistas, que no saben salir del simplismo que
supone aceptar sin crítica las falsas aseveraciones de los textos de
divulgación científica o las explicaciones de los malos profesores que
se han puesto a enseñar lo que todavía no han aprendido.
La imposibilidad de representación imaginativa de algunos modelos contemporáneos, es un alivio para el peligro que la representación constituía. El no poder imaginar el modelo onda - corpúsculo, y la perplejidad ante el fracaso del modelo espacio - temporal clásico, son dos fuentes de luz para volver al camino del ser; la imaginación se ve perdida y no puede entrometerse. Los científicos modernos están más atentos para conservar las abstracciones en su pureza inicial.
Gracias a los últimos progresos científicos resulta, hoy día, menor
el peligro de confundir la imagen con la idea, revistiendo de cualidades
sensitivas arbitrarias, las abstracciones fisicomatemáticas; pero a esto
sólo llegan los más dotados; la divulgación científica y la enseñanza
básica pueden continuar indefinidamente haciendo daño, en contra de los
criterios de los grandes físicos.
Los que ya no confunden la imagen con la idea, tienen, en cambio,
el peligro de que el afán de pureza en la abstracción matemática los lleve
a caer en errores pitagóricos, es decir, a dar existencia sustancial
a los mismos números, a hipostasiarlos.
Este error puede popularizarse ahora más fácilmente gracias a la imposibilidad de imaginar el modelo onda corpúsculo, pero incluso antes de que existiera la mecánica cuántica, ya algunos científicos se inclinaban hacia desviaciones pitagóricas. Sirvan de muestra estas palabras de Heinrich Herz, el descubridor de la ondas de radio: "Uno no puede escapar al sentimiento de que las fórmulas matemáticas tienen una existencia independiente e inteligencia propia, de que son más sabias que nosotros, más sabias incluso que sus decubridores, que obtenemos de ellas más de lo que hemos puesto". Realmente simpre ha estado Pitágoras presente: "Siento que todo lo de la naturaleza y el gracioso cielo está puesto en símbolos en la geometría".
Se ha escrito también que a partir de que el hombre reconoció no ser su
planeta el centro del universo, dió entrada a cristianísimos sentimientos
de humildad en su corazón;
"La idea geocéntrica estaba acorde con el sentimiento orgulloso del hombre
renacentista que se suponía hijo predilecto de Dios".
(*)
(*) Galileo, un Hombre contra el Tiempo. Hector Anaya. Revista de Geografía Universal. Sept. 1977 pag. 316
Desde luego que el hombre renacentista no fue el primero en creerse
hijo predilecto de Dios, sinó que esto es así desde toda la historia de
la religión judeocristiana, pero es que además,
rotundamente, no fue humildad cristiana dejar de creer que todo giraba
alrededor del hombre, porque la cosmología medieval creía que todo
giraba alrededor del centro como quien domina a lo inferior; decir
que la Tierra no era el centro, para algunos, era lo mismo que quererse
quitar a Dios de encima.
Si el cambio del geocentrismo por el heliocentrismo es el comienzo
del renacimiento, éste es hijo del orgullo; y de un orgullo que lejos de
reconocerse hijo predilecto de Dios, intenta hacerse Dios mismo, como
veremos ahora. No veo mejor manera para decir lo que quiero, que
citar estos párrafos de Rafael Gambra:
(*)
"El modo de ser de los seres que pueden o no existir,
cuya esencia no conlleva la existencia, es lo que los filósofos
llamaron contingencia. Todos los seres de la naturaleza son contingentes.
El concepto de contingente se opone al de necesario. Un ser necesario
sería aquel cuya esencia fuera existir, aquel en que la existencia
no fuera un algo exterior a su ser, llovido un día sobre él y desaparecido
otro, sino algo insito en su propio ser. La filosofía cristiana, y la
Aristotélica también, atribuyeron ese modo de ser necesario a Dios.
Dios es el ser por sí, los demás seres son por otro, por un acto
exterior a su propio ser. El concepto de contingencia es correlativo
con el de necesidad y conduce a él. Así, el descubrir la contingencia
en los seres de la naturaleza era el argumento clásico para demostrar
que ha de existir un ser necesario o Dios.
Pues bien, la filosofía moderna, obedeciendo secretamente a ese impulso
hostil al teocentrismo, es decir, a la concepción religiosa del universo,
pretendió trasladar a esa condición de ser necesario, desde Dios al mundo
en que vivimos. No es que adjudicase la necesidad a cada una de las cosas
reales existentes,
ya que esto pugna con la experiencia, pero sí al mundo universo
considerado como unidad. Nosotros vemos unas cosas como necesarias y
otras como contingentes. Un teorema matemático, si lo he comprendido, me
aparece como algo necesario porque se refiere a relaciones
entre esencias. Así afirmo yo, por ejemplo, que "los ángulos de un
triángulo valen (necesariamente) dos rectos", de forma
tal que cosa distinta sería contradictoria, impensable. En cambio, las
cosas existentes en la naturaleza o acaecidas en el tiempo me
aparecen como contingentes. Así afirmo que "las partes del mundo son
cinco" o que "Napoleón venció en Ratisbona", pero concibiendo que bien
podría ser o haber sido de otra manera, lo que no hubiera entrañado
contradicción alguna. Según la concepción racionalista, la contingencia
no es algo real, sinó un defecto de nuestro modo de ver las cosas, de
nuestra capacidad de conocer. En un conocimiento adecuado, perfecto,
de las cosas de la naturaleza, éstas se verían tan necesarias como
cualquier proposición matemática. Porque el universo es en sí necesario,
tiene una estructura racional y su clave se halla escrita en signos
matemáticos. Laplace acertó a expresar esta tesis general del racionalismo
de forma muy gráfica:
"Si una inteligencia humana potenciada, dice, llegase a conocer el
estado y funcionamiento de todos loa átomos que componen el Universo, éste
le aparecería con la claridad de un teorema matemático:
el futuro sería para ella predecible y el pasado deductible". Es decir,
para el racionalismo la realidad no se halla asentada sobre unos datos
creados contingentes, es decir, que podrían ser otros diferentes; ni en
su desenvolvimiento hay tampoco contingencia, indeterminación o azar,
sino que la existencia es un desarrollo necesario, algo de naturaleza
racional que, conocido en sí mismo, se identifica con su propia
esencia. La realidad no es una cosa contingente que recibió la
existencia y necesita de un ser necesario como causa, sino que, en su
ser total, es un ser necesario, algo que descansa en sí mismo
y se explica por sí".
(*)
(*)
Historia Sencilla de la Filosofía. Rafael Gambra. Rialp. pag. 180 y 181
(*)
Historia Sencilla de la Filosofía. Rafael Gambra. Rialp. pag. 180 y 181
Realmente los hombres del renacimiento piensan que "el universo
es en sí necesario, tiene una estructura racional, y su clave se halla
escrita en signos matemáticos; en enero de 1641 Galileo escribía a
Liceti:
"Las figuras geométricas y entidades matemáticas que ya Platón
había reconocido como elementos primeros de la estructura de la
realidad de las cosas, éstas son las letras que componen
el libro de la filosofía que es la naturaleza". Hay en la
literatura científica multitud de citas como ésta, o incluso más exageradas,
que llegan a destilar un manifiesto panteismo geométrico. En
"Harmonice Mundi", obra que completó Kepler en 1618 dice:
"La geometría existía antes que la creación, es coeterna con la mente
de Dios, es Dios mismo (qué existe en Dios que no sea Dios mismo);
la geometría proveyó a Dios con un modelo para la creación, y fue
implantada en el hombre junto con la semejanza de Dios, no introducida
en su mente a través de los ojos".(*)
El descubridor de las ondas de radio, Heinrich Herz, sin duda heredero
de Kepler, escribe:
"El que ve la geometría ve a Dios, porque la geometría fue el
arquetipo para la creación, y como en Dios todo es lo mismo, el que
ve la geometría, lo ve todo en El".(*)
(*) Harmonice Mundi. Kepler. Lib. IV cap. I
(*) The Sleepwalkers. Arthur Koetsler. Pelikan Book. pag 104
La misma teoría de la relatividad general es un intento de reducir
la física a geometría. En efecto, Hans G. Ohanian, en su libro
"Gravitation and Space Time",
(*)
reemplaza el término
«relatividad general» por «geometrodynamics», que toma de Wheeler, que
en su obra "Geometrodynamics"(*) dice:
"No hay nada en el mundo excepto el espacio curvo vacío. Materia, cargas,
electromagnetismo y otros campos son manifestaciones de la curvatura
del espacio. La física es geometría".
(*) Gravitation and Space Time. G. Ohanian. Norton & Company.New York, London 1976
(*) Geometrodynamics. Wheeler. Academic Press. New York 1962, p. 225
Las antiguas civilizaciones
veían la historia como consecuencias de las acciones de los
movimientos de los astros; la física de Newton describe la ley de
esos movimientos; Kant afirma que es el hombre el que impone la ley
a los astros; el hombre se hace providente. Dice Laplace:
"El futuro es predecible y el pasado deductible"; el hombre se hace
eterno.
Nuestra civilización ha tomado siempre el conocomiento de la necesidad del cumplimiento de las leyes físicas como un acto de sabiduría y, sin embargo, como señalaba José Ma Petit en su conferencia "Libertad y Determinismo" pronunciada con ocasión de la XXIV Reunión de Amigos de la Ciudad Católica, el 1 de noviembre de 1985, ni el mismo Platón pensaba así, pues en el Timeo contrapone precisamente la necesidad y la inteligencia en la formación del mundo. Volveremos sobre esto más adelante.
Werner Heisenberg en 1927 formula el Principio de Indeterminación.
El viejo sueño de Laplace, del científico profeta que conociendo el estado de
movimiento y situación de todas las partículas del universo sería capaz
de profetizar todo el porvenir, ha terminado. El sabio no podría ni empezar
sus cálculos.(*)
No se pueden tomar los datos del problema; toda precisión en la posición
implica un error inevitable en el movimiento y viceversa; de nuevo la
imaginación queda perpleja; y esto no por defecto de la manera de
medir, sino porque la realidad concreta se escapa y no se deja encuadrar
en un modelo que suponga la posibilidad de eludir el principio de indeterminación
de Heisenberg. Los modelos fisicomatemáticos no son objetivables
ontológicamente.
(*) La Doble Faz del Mundo Físico. Desiderio Papp. Espasa-Calpe. pag. 154
Ahora, el principio de indeterminación de Heisenberg, y los experimentos que llevan a él, demuestran que la última realidad de las cosas no obedece a la ley matemática que el hombre pueda concebir. La realidad se escapa y con plena libertad obedece sólo a Dios. La física no puede determinar su objeto; y no es que las cosas no estén de ninguna manera, sino que es falsa la manera de plantearse el problema como lo hacen los deterministas y probabilistas.
El mayor orgullo de la filosofía moderna ha sido cuestionar la
misma posibilidad del conocimiento; aplicar
el "método científico" al estudio del mismo proceder del espiritu
humano. Pero esto lo han hecho hombres cuya actividad científica
no estaba libre de los dos errores que hemos explicado:
la confusión de la imagen con la idea, o la hipostización de los
números.
Locke, fundador del empirismo inglés, intenta buscar un
"mecanismo imaginable" mediante el cual sea posible al espiritu
"contactar con lo de fuera", que es la manera de afrontar el
problema del conocimiento de todos aquellos que no lo solucionan;
buscar un "mecanismo imaginable" es participar de los dos dichos errores.
Si se pretende "imaginar" se confunde la imagen con la idea;
Locke llama a los colores ideas. Si, por otro lado, se busca un
"mecanismo" es porque la idea racionalista subyace en la mente.
La definición de mecanismo es:
"Un dispositivo cuya conducta está completamente determinada por reglas
que gobiernan la transición de sus estados".(*)
(*) Mathematical Foundations of Programming. 7.2 IBM Addison Wesley. 1980
Este racionalismo, la hipostización de los números, la voluntad
de matematización universal, llega a Kant a través de Wolf. La
confusión de la imagen con la idea, el empirismo irracionalista, el
fracaso de encontrar el "mecanismo imaginable" que haga comprender
la posibilidad de que una mente tome contacto con lo de fuera, llega
a Kant a través de Hume, que, según él, le hace "despertar del sueño
dogmático".
Con el empirismo, el racionalismo se viene abajo, pero es
tan seductor que Kant intenta salvarlo, y para ello trata de encontrar
una solución al problema siguiente:
¨Cómo es posible que la ciencia tenga razón, si es imposible al
científico encontrar razones para nada?
Kant encuentra una aparente solución que tiene mucho éxito porque
parece que soluciona el problema tanto si se entiende bien como si se
entiende mal. La manera más simplista de entenderla enfada a los más
puristas Kantianos, pero mucha gente lo entiende así, lo cual
populariza a Kant más de lo que hubiera sido si se requiriera entenderlo
bien para alcanzar una solución al problema de la posibilidad de la
universalidad de la leyes científicas.
Esta manera simplista consiste en pensar así:
todos vemos la realidad exterior decodificada por decodificadores
iguales para todos los hombres y que hacen que cualquier consecuencia
que saquemos de lo que vemos decodificado según cierta regla,
tenga que ser cierto, porque la consecuencia sacada, también vendrá
decodificada por los mismos decodificadores.
Los kantianos puristas dirían que las facultades cognoscitivas del
hombre no son un sistema de decodificadores, sino que el hombre es un
codificador de la realidad que le envuelve. El resultado es el mismo:
el hombre no puede percibir códigos inválidos; he ahí por qué la
ciencia es universal.
Esta solución de Kant consiste en pensar que el hombre filtra las señales del universo que le rodea de manera que cuando saca consecuencias de los datos recibidos, éstas siguen funcionando, son ciertas, porque el sistema de filtrado hace que sea congruente todo lo que pasa por el filtro.
El fracaso del modelo fisicomatemático del calórico no tiene otra
importancia que la de servir de ejemplar de la poca consideración que
se debe a estos modelos; hoy día hace sonreir a cualquiera el pensar
que hubo un tiempo en el que se atribuía "entidad" al calórico.
En cambio hay modelos, cuyo fracaso tiene importantes repercusiones
en filosofía, precisamente porque la crisis de la filosofía tiene su
origen en la aceptación sin crítica de dichos modelos por parte de
filósofos mal formados. Ya hemos visto el fracaso de los modelos
corpuscular y ondulatorio con la física cuántica; el fracaso del
modelo mecanicista determinista con el principio de indeterminación de
Heisenberg; vamos a ver ahora el fracaso del modelo espacio temporal
clásico.
Hemos dicho que Kant creyó hallar solución a todos sus problemas
diciendo que la causa de que los hombres pudieran acertar y predecir
con verdad el resultado de las experiencias físicas, y, por tanto,
proyectar la creatividad de la técnica hacia nuevas y progresivas
realizaciones, era que, a pesar de que no podían llegar al
conocimeinto de la realidad, ésta se presentaba siempre a la sensibilidad
humana filtrada por las formas a priori que eran el espacio y el
tiempo.
Pues bien, tres años más tarde de que León XIII recordara a todos
los pensadores la existencia de Santo Tomás en su encíclica "Aeterni
Patris", se realizó un experimento cuyo resultado está en contradicción
con todos aquellos que pensaban que los experimentos tienen que verse
filtrados por el tiempo y el espacio como formas intuitivas a priori
de la sensibilidad; precisamente el resultado del experimento no es el
que la sensibilidad espera de los condicionantes espaciales que
está acostumbrada a manejar, y conocido el resultado de dicho
experimento, es incapaz de imaginar sensiblemente cómo puede ser que
dicho resultado experimental sea el que es.
En 1881 A. A. Michelson y E. W. Morley realizaron en Cleveland
su famoso experimento que dio pie a la teoría de la relatividad
restringida y que fue la causa del profundo desconcierto que los
aprioristas soportan a no ser que ignoren voluntariamente este
experimento. El fracaso de lo "previsto" es ininteligible para el
apriorismo.
Luego las aseveraciones de Kant, acerca de la intuición
del espacio y el tiempo y de todas las percepciones a través de ellos,
no están de acuerdo con los últimos hallazgos de la fisicomatemática,
cuya certeza tomó él por fundamento. Según Kant las facultades
cognoscitivas no pueden percibir incongruencias en las leyes
geométricas y cinemáticas del espacio y el tiempo, por ejemplo;
pues bien, el experimento de Michelson - Morley, base para la
teoría de la relatividad de Einstein es una incongruencia para la
percepción de la sensibilidad y la imaginación.
Hoy Kant ya no sirve. El daño que ha hecho habrá de ser
reparado, pero ya no hará más. Al menos a los que mantengan el tono
de su espiritu lo suficientemente tenso para no dejarse arrastrar por
la decadencia de la civilización, y sean capaces de entender los últimos
hallazgos de la física:
la relatividad, los cuantos y la complementaridad.
Si Kant no sirve habrá que buscar una nueva explicación al hecho de que las teorías científicas funcionen universalmente.
Para buscar una nueva solución al problema de la universalidad de las
leyes fisicomatemáticas, recordemos en primer lugar que el principio de
la cantidad es la materia y que las medidas se efectúan siempre entre
cantidades. Como la materia es lo más común, ya que entra en composición
con toda naturaleza corpórea y además las formas superiores conservan
virtualmente todas las propiedades naturales de las formas subsumidas
inferiores, las leyes fisicomatemáticas
se cumplen independientemente del nivel ontológico de las formas que en
cada caso comuniquen el ser a las sustancias que intervienen en el
fenómeno;
Por eso Arquímedes descubrió su principio al experimentar el empuje que imprimía
el agua de su baño a su propio cuerpo humano.
Cuanto más se aproxime a la materia, más universalidad alcanza la
ley física que se invente o se descubra; como para su cumplimiento, la
forma no se considera para nada, puede ignorarse y de hecho se ignora,
con lo que resulta
que toda la ciencia fisicomatemática es irremediablemente materialista.
El materialismo no consiste sólo en ignorar la realidad del espiritu,
sino en prescindir hasta de la forma sustancial de la sal cuando se la corrompe
en una cuba electrolítica.
El espiritu racionalista, que se complace en la universalidad de las
leyes fisicomatemáticas, intenta alcanzar la misma materia, (que es principio
de la cantidad, que funda las relaciones de proporción,(*) que
son las leyes físicas), como la verdadera realidad de las cosas a través
de sus deducciones matemáticas hechas a partir de abstracciones realizadas
sobre la misma materia.
(*) Suma Teológica I q28 a4c
Al no conseguirlo queda en tensión hacia lo que llama
"Ignotum X" es decir, desconocido. Dice Kant en los Prolegómenos:(*)
"Si los objetos de los sentidos los consideramos justamente como
puros fenómenos, confesamos por esto igualmente, que en el fondo de
ellos está una cosa en sí misma, aunqué no conozcamos cómo es en sí,
sino solamente su manifestación".
(*) Prolegómenos. Kant. Aguilar pag. 127
Pues bien, la materia prima de Aristóteles es el Ignotum X de
Kant, pero el primero, al saberla initeligible no olvida el ser y lo
busca donde está; enseña a andar por la linea del ACTO.
Las soluciones realmente filosóficas de los problemas cosmológicos hay que buscarlas por la linea del acto; del ser, del bien y la verdad. Del mar de la mentira materialista sólo se puede salir al impulso del viento del espíritu.
La cosmología medieval distinguía en el universo dos regiones con
características bien diferenciadas:
la esfera sublunar que contenía las sustancias que están sujetas a la
corrupción debido a la contrariedad de las cuatro cualidades frío,
calor, sequedad y humedad; y la región celeste, poblada de cuerpos
incorruptibles, sin rugosidades, perfectos en su esfericidad y en todos
sus atributos.
En la región sublunar, los cuerpos se desplazaban debido a la tendencia
que tenían los elementos de que estaban compuestos a ocupar su lugar
propio; fuera de éste estaban desplazados, inacabados, apeteciendo su
perfección completa, que conseguían al alcanzarlo. El lugar central
e inferior era el propio de la tierra, elemento frío y seco; sobre ella
se situaba el agua, cuyas cualidades eran la frialdad y la humedad;
encima el aire, que era caliente y húmedo; y, por fin, la parte más
alta correspondía al fuego, cálido y seco.
En la región celeste, la materia de los cuerpos era distinta;
la forma de los cuerpos celestes colmaba totalmente la potencialidad de
su materia, por lo que no les quedaba posibilidad de ningún cambio fuera de
la rotación circular de las esferas.
Sin los medios tecnológicos que permiten mediciones precisas y
variedad de puntos de vista interplanetarios, el modelo astronómico
medieval de la región celeste se mantenía muy próximo a las primeras e
inmediatas percepciones y apariencias que se dan al mirar al cielo.
Concebían el sistema del mundo como formado por un conjunto de
esferas concéntricas y cristalinas, es decir transparentes, en cada una
de las cuales se situaba un planeta; la tierra ocupaba el centro, la
primera esfera era la de la luna, seguían los planetas con el Sol
entre las esferas de Venus y Marte, y todo quedaba encerrado y
terminado por la esfera de las estrellas fijas. Los ejes de cada
esfera se alojaban en la que la envolvía inmediatamente y se pensaban
orientados de manera que los astros, vistos desde la tierra, reproducían
con sus movimientos las apariencias de la realidad.
Como las esferas no tenían que conseguir ninguna forma para su perfeccionamiento, puesto que su materia tenía toda su potencialidad colmada y, además, las rotaciones no tienen propiamente fin, los movimientos celestes no podían obedecer a una forma natural y, por tanto, su causa tenía que atribuirse a las sustancias separadas de la materia, es decir los ángeles, que, por su inteligencia, podía concebir un fin del movimiento y, por su poder, las impulsaban para conseguirlo. El fin era completar el número de los elegidos, ya que, al mover los cielos, provocaban los cambios de las estaciones y todo lo que se requiere en la tierra para la vida de los hombres.
Durante la Edad Media, esta poética y sugerente síntesis cosmológica,
se explicaba en todas las cátedras y se seguía en todas las escuelas;
tenía su base científica en el "Almagesto", obra de Claudio Ptolomeo,
astrónomo griego del siglo II, que murió en Alejandría hacia el año
178; su sistema estuvo en boga hasta el siglo XV.
A partir del siglo XVI, los hombres que realmente
representaron un progreso en cuanto al
hallazgo de verdaderas leyes fisicomatemáticas fueron Tycho Brahe,
Kepler y Newton, llevando a cabo un ímprobo y genial trabajo de
observación, ordenación y síntesis.
Tycho Brahe vive de 1545 a 1601. Hizo el catálogo de las estrellas
visibles a simple vista y anotó sus posiciones. Confeccionó, por tanto,
las primeras tablas astronómicas.
Tycho Brahe era danés, de familia noble. No aceptó la obra
de Copérnico. Estudió leyes en la universidad de Copenhague. Concebía la
tierra en el centro del universo, el sol giraba alrededor de ella y
todos los demás cuerpos celestes alrededor del sol. Contó con la ayuda de
Federico II de Dinamarca, por lo que pudo estar desde 1576 hasta 1592 en
Uranieborg ("castillo de los cielos"), donde llegó a medir sin ayuda
óptica hasta el minuto de arco entre las visuales de las estrellas. Al
morir Federico II en 1592, fue expulsado de allí. Sostenido por Rodolfo
II de Bohemia, trabajó en un observatorio de Praga ayudado por Kepler.
Por ello las tablas se publicaron con el nombre de "Rudolfinas". Con los
datos de estas tablas solamente, Kepler descubre y comprueba sus tres
famosas leyes.
Nacido prematuramente, Juan Kepler vive entre 1571 y 1630. Delicado
de la vista, pobre y enfermo. Enseñaba astronomía en Tubinga cuando tropezó
con las ideas de Copérnico. Estaba profundamente convencido de que
encontraría sencillas leyes geométricas a partir de las observaciones de
Tycho Brahe.
En 1609, Kepler, publica sus dos primeras leyes y la tercera en 1619:
El genio que redujo estas leyes al problema mecánico
equivalente al lanzamiento de una piedra fue Isaac Newton. Este eminente
físico es el primer hombre capaz de concebir un modelo fisicomatemático,
fundado en las leyes de inercia y de la
gravitación, con el
que será posible calcular la posición de astros nunca vistos. Su obra
fundamental, publicada en 1687, escrita durante los dos años anteriores
se titula precisamente "Philosophie Naturalis Principia Mathematica". Lo
aportado por Newton permite deducir matemáticamente las leyes de Kepler.
Si todo lo movía
el cielo, y el hombre ya tenía la clave del cielo, se hacía el
rey del universo.
Newton muere en 1727 en Kensigton. La siembra ha terminado.
Con él surge la llamada física clásica que se desarrollará durante
los siglos XVIII y XIX. Esta física, llamada clásica,
no es la medieval, sinó la que
comienza a partir de Newton.
No obstante el siglo XX, es desde el principio, la historia de la crisis total de esta nueva física. ¨Se hará justicia con la física de Aristóteles?.
Para entrar de lleno en la esencia del fenómeno de la caida de los
graves, hemos de introducir una teoría ontológica de la gravitación, cosa
que no se ha hecho todavía, ni pudo hacer el mismo Newton:
"Lo que yo llamo atracción puede tener lugar por impulso o por
otros medios desconocidos para mí. Uso esta palabra aquí sólo para
significar en general cualquier fuerza, mediante la cual los cuerpos
tienden unos hacia los otros, cualquiera que sea su causa. Debemos
aprender de la naturaleza qué cuerpos se atren mutuamente, y cuáles
son las leyes y propiedades de la atracción, antes de investigar la causa
por la que se produce la gravitación".(*)
(*) Cuestiones propuestas al final de la Optica. Issac Newton. Selección. Austral 334.
La gravitación es una tentencia natural; las tendencias naturales,
según la filosofía aristotélica, son manifestación de la apetencia
de las formas de los elementos hacia su lugar propio, en donde consiguen
la plena satisfacción de la potencialidad de su materia.
Hoy sabemos, por el análisis espectral de la luz llegada del sol
y las estrellas, por el análisis de los astrolitos caidos a la tierra,
por el de muestras tomadas de la luna y traidas aquí, y por los
laboratorios de análisis químico automáticos de que están dotadas
aeronaves no tripuladas que se han posado en otros planetas del
sistema solar, que tierra, agua, aire y fuego no son elementos y que
no tienen lugar (ubi) propio en el universo, ni esos antiguos elementos
ni los que hoy día se consideran como tales, ni cualquier sustancia
química.
Sin embargo, podemos decir que las formas minerales no colman
tampoco totalmente la potencialidad de su materia, ya que cualquier
sustancia química que consideremos tiene todavía potencia para ser
subsumida por otras formas en una reacción química o nuclear; así el
cloro puede formar cloruro sódico y el hidrógeno puede dar elementos
más pesados por fusión nuclear.
Pues bien, el resultado de la suma de las tendencias de cada parte
de materia a formar sustancias con el resto de materia del universo es
lo que la técnica llama gravitación.
Así se comprende la fórmula de Einstein:
Ya San Agustín había dicho:
"Los pesos son como los amores de los cuerpos";
(*)
y Aristóteles:
"El bien es lo que todas las cosas apetecen";
(*)
las tendencias naturales son el resultado de la tendencia a la perfección
de los cuerpos; tanto para la cosmología medieval como para la
contemporánea; basta esta idea para poder sustituir mentalmente los
ejemplos que pone Santo Tomás refiriéndose a la apetencia de los
cuerpos por sus lugares propios, por otros que se refieran, no a su
lugar propio (ubi), sinó a la configuración espacial perfecta de
todos los cuerpos según su especie (situs). Si se hace así, el
ámbito de aplicabilidad de su filosofía recupera las dimensiones
cósmicas que merece la verdad.
(*) La Ciudad de Dios. Libro 9, cap. 28
(*) Suma Teológica. I q6 a2 d2
Por tanto la, apetencia de todas las sustancias por las demás formas, es la causa ontológica de la gravitación.
El principio de inercia se toma como origen histórico y base
fundamental de la mecánica, e incluso de la física moderna:
"¨Cómo explicar el movimiento de las esferas celestes?. No hay que
olvidar que entonces se ignoraba la idea básica de la mecánica moderna,
el principio de inercia (un cuerpo en movimiento uniforme no necesita
ninguna fuerza para continuar moviéndose de la misma manera). El
movimiento del complejo sistema necesitaba un motor permanente; por tanto,
había que suponer un primer motor (Dios) que anima todo el sistema
del mundo por una acción que comunica directamente a la primera esfera,
el cielo de las estrellas fijas".(*)
"Con el derrumbamiento de la representación cósmica y teológica de
la causalidad, y con la negación de toda animación del universo, la
nueva ciencia tuvo que buscar la explicación causal al nivel de
los cuerpos mismos; sus movimientos no habían de ser explicados ya por
una causa extraña, era una realidad que se conservaba en ellos
(principio de conservación de la cantidad de movimiento, principio de
inercia); su energía propia se bastaba a sí misma. Del mismo modo el
movimiento local uniforme (aquel que, para los antiguos representaba
el tipo mismo del cambio), fue considerado muy pronto no ya como un
cambio real que necesitaba fuera de sí mismo la explicación, sino
como un simple estado de los cuerpos como lo es el reposo.
Como consecuencia de todo ello, la causalidad perdió su sentido
metafísico".(*)
(*) Filosofía de la Naturaleza. Aubert. Herder. pag.82
(*) Filosofía de la Naturaleza. Aubert. Herder. pag.144
Sin embargo, mirando bien las cosas, la "inercia" es
simplemente el nombre dado a un hecho, no su fundamento ontológico.
No se puede aceptar que principios ontológicos como los que
siguen, hayan sido "superados" por una mera ficción fisicomatemática.
"Todo lo que se mueve es movido por otro".(*)
(*) Suma Teológica 1 q2 a3
"Todo lo que se mueve, se mueve por algún fin; por
lo que, alcanzado el fin último, ya no se
moverá".(*)
(*) Suma Teológica 1 q2 a2 d2
El tema es importante porque
precisamente uno de estos principios es premisa para una vía de
demostración de la existencia de Dios:
la del motor inmóvil.
¨Por qué sigue moviéndose el péndulo al llegar a la parte baja de
su movimiento, si es lo que siempre apetece?. ¨Cuál es la causa
ontológica de la inercia?.
El renacimiento revolucionario en el campo científico y cosmológico empieza a tener algo que ofrecer cuando, al expresar fisicomatemáticamente el principio de inercia
F = m . ay la ley de la gravitación universal
m . m F = G.------- d2es capaz de predecir la posición de los astros aun sin haberlos visto antes, con sólo saber la influencia que ejerce un cuerpo celeste nunca visto sobre los demás; el hombre desmitifica el cielo, se hace con su clave y con ella encuentra un nuevo fundamento para soñar con dominarlo todo. Este estado de cosas permite además ridiculizar aquella filosofía según la cual el señor de todo es Dios, y la nueva concepción se avendrá muy bien con el liberalismo, que confunde la voluntad humana con la divina, y con el idealismo que da a la mente humana atributos divinos al hacerla creadora. Con todo ello la caida en el evolucionismo más radical y materialista es inevitable.
La ridiculización es posible porque la cosmología medieval
había aplicado mal los principios ontológicos del movimiento; y lo hizo
mal porque los aplicó directamente a aquello que los había sugerido:
los movimientos del cielo y la caida y ascenso de los cuerpos graves y
ligeros, es decir a lo que primeramente se presenta a la sensibilidad
humana. Pero no es que las apariencias engañen, sinó todo lo
contrario.
Como obra de un gran artista, las apariencias sensibles son
sugerentes de la verdadera realidad ontológica, por analogía
intrínseca, pero también, a veces,
metafóricamente, y de una manera bellísima por cierto. Por ello
fueron verdaderos aquellos principios ontológicos y por lo mismo se
pueden entender correctamente todas las alusiones de la Suma
Teológica a la física medieval si se interpretan, al menos,
metafóricamente.
Ahora bien para salvar plenamente la verdad de los principios
ontológicos del movimiento no tenemos más que aplicarlos correctamente
según los datos que ha aportado la ciencia hasta nuestros días; estos
datos son que todos los cuerpos astronómicos están constituidos por
las mismas sustancias químicas; que no hay lugar (ubi) privilegiado
en el cosmos para ninguna sustancia corporal; y que todas las sustancias
minerales tienen una estructura espacial (situs) determinada entre sus
partes, a la que tienden y en la que reposan.
Cada cuerpo mantiene su estado de movimiento si no interviene
ninguna fuerza corporal, es decir mientras no se manifiesten las
tendencias a la configuración espacial perfecta (situs) de las sustancias
que intervienen en el fenómeno; para entender esto hay que pensar en la
gravitación como el resultado conjunto de todas las tendencias
corporales de cada cuerpo concreto hacia la configuración perfecta de
todas las sustancias posibles. La materia de los cuerpos no tiene colmada
toda su potencialidad, y le queda apetencia por todas las otras formas,
que alcanza aproximándose y uniéndose a las demás sustancias;
y no hay que buscar sujeto aislado de esta apetencia, porque la materia
prima informe no tiene exitencia actual; esta apetencia la tienen los
cuerpos debido a su materia.
Las manifestaciones elásticas y eléctricas
son eso mismo pero cuando predominan las solicitudes y afinidades
de sustancias concretas, hacia la configuración perfecta de una
sustancia específica, por estar más próxima su formación. Las fuerzas
magnéticas son en realidad eléctricas, ya que cualquier campo magnético
se convierte en eléctrico con tal de aplicar convenientemente la
teoría de la relatividad de Einstein a la composición de velocidades
de todas las partes que intervienen en el sistema.(*)
(*) Lectures on Physics. Feynman. Addison-Wesley.
Todas las referencias de la Suma Teológica a los apetitos naturales
que mueven los cuerpos graves y ligeros pueden entenderse
metafóricamente; pero si se quiere sustituir el ejemplo puesto por
Santo Tomás, por otro más conforme con las concepciones
fisicomatemáticas modernas, se pueden utilizar los fenómenos elásticos.
Por ejemplo, el siguiente texto:
"Si el principio del movimiento celeste es sólo la naturaleza, sin
aprehensión alguna, tal principio tendría que ser la forma del cuerpo
celeste, como pasa entre los elementos; pues aunque las formas simples
no sean motores, son, no obstante, principios de movimiento, porque tras
ellas siguen los movimientos naturales como todas las demás propiedades
naturales. Pero es imposible que el movimiento celeste siga a la forma
del cuerpo celeste como a un principio activo. Pues la forma es
principio del movimiento local cuando a un cuerpo le corresponde por ella
tal lugar, hacia el cual se mueve en virtud de que su forma tiende a él;
y entonces, como lo engendra, la forma se llama motor, como vemos que el
fuego tiende hacia arriba en virtud de su forma. Más por razón de la
forma, no corresponde al cuerpo celeste el estar en este lugar o en
aquel. Luego el principio del movimiento celeste no es sólo la
naturaleza. En consecuencia deberá ser algo que mueva por
aprehensión".(*)
(*) Suma Contra los Gentiles. L 3, cap. 23
Podría transcribirse asi:
"Si el principio del movimiento
inercial fuera sólo la naturaleza, sin
aprehensión alguna, tal principio tendría que ser alguna forma,
como pasa entre los elementos; pues aunque las formas de las sustancias
químicas
no sean motores, son, no obstante, principios de movimiento, porque tras
ellas siguen los movimientos naturales como todas las demás propiedades
naturales. Pero es imposible que el movimiento inercial siga a una forma
de cuerpo como a un principio activo. Pues la forma es
principio del movimiento local cuando
a alguna parte de un cuerpo le corresponde por ella
tal lugar relativamente a las demás partes, hacia el cual se mueve en
virtud de que su forma tiende a él;
y entonces, como lo engendra, la forma se llama motor, como vemos que la
parte de hidrógeno tiende a situarse a 0,965 Angstrom de la parte
de oxígeno en virtud de la forma del agua.
Más por razón de la
forma, no corresponde a lo que se mueve inercialmente el estar
en este lugar o en
aquel. Luego el principio del movimiento inercial no es sólo la
naturaleza. En consecuencia deberá ser algo que mueva por
aprehensión".
Si en la concepción de Santo Tomás, una esfera celeste en
movimiento giratorio tenía que ser movida por una sustancia
espiritual inteligente, porque ninguna perfección natural era
alcanzada, por no haber posición privilegiada en ninguna de las
que sucesivamente va adquiriendo la esfera en su movimiento, y como
eso mismo sucede en el giro de una peonza, que ahora decimos que
mantiene el movimiento por inercia, se ha de concluir que el
impulso de los cuerpos se mantiene también por la acción de la
sustancia inteligente, con lo que la concepción ontológica
medieval sigue siendo cierta y aplicable. El movimiento, como cierto
acto que es, tiene que ser conservado continuamente como el ser.
"Newton no ha decubierto por qué cae la piedra, ni por qué los
planetas obedecen a las leyes de Kepler. Mostró que la caida de la
piedra y el movimiento elíptico de los planetas son fenómenos del
mismo tipo".(*)
Por eso se habría caido en la misma interpretación materialista del cosmos
que ahora se tiene en las escuelas, si, durante la edad media,
se hubiera dicho que las
esferas celestes mantenían el movimiento por inercia.
(*) Historia y Filosofía de la Ciencia. L.W.H. Hull p.228. Ariel
Y por lo mismo, hoy, podemos y debemos tener la audaz osadía
de decir que la misma causa ontológica que movía las esferas
medievales, es la causa de la inercia de todos los movimientos uniformes.
Es sabida la
gran dificultad que encontraba la filosofía aristotélica para explicar
la permanencia del movimiento en la flecha lanzada por el
arquero.(*)
Los forzados argumentos utilizados no hubieran sido necesarios
si se hubiese caido en la cuenta de que aquello mismo que pensaba para
explicar ontológicamente el movimiento del cielo era aplicable al tiro
de la piedra o de la flecha.
(*) ibidem pag. 190
De igual modo que se ha ensalzado la teoría de
Newton porque reducía el movimiento celeste al problema del lanzamiento
de un proyectil,
(*)
podemos decir que ontológicamente el
tiro de la flecha se explica por la teoría peripatética del
movimiento celeste, lo que eleva el problema al orden de lo espiritual
e inteligible.
(*) The Sleepwalkers. Koetsler. Pelikan Book. pag. 513
Como Dios es el único que puede infundir formas en la materia prima,
(*)
y la tendencia natural o fuerza corporal la
produce el mismo que engendra la forma, las tensiones naturales son
divinas y el movimiento cósmico, que la fisicomatemática atribuye a
la inercia, es angélico; el ángel, por el poder de su acto, puede
mover los cuerpos, realizando aquella ambición utópica de la ciencia
ficción que consiste en mover los cuerpos con el pensamiento.
(*) Suma Teológica 1 q65 a4 sc
Las formas que son acto de cuerpo, lo son de una materia concreta,
y por tanto no pueden ser causa de movimiento relativo de su cantidad
respecto a la cantidad de otros cuerpos; un sistema no puede generarse
fuerza a sí mismo, se dice en mecánica. Una forma que mueva en relación
a otros cuerpos ha de ser separada de la materia, y por tanto
inteligente. Las formas corporales sólo pueden mover las partes hacia
el "situs" correspondiente a la especie de que se trate; cada especie
tiene su figura.
Diremos, pues, que la causa de la inercia son los ángeles, como
se decía que eran la causa de los giros de las esferas celestes; las
fuerzas corporales no hacen más que complementar el movimiento que
imprime a la materia la sustancia inteligente separada, y por esto
hay tanto orden en el resultado de ambas acciones, la de las formas
corporales y la de las sustancias espirituales separadas:
porque uno de los factores es inteligente.
Todas las jerarquías angélicas pueden intervenir en el movimiento
del mundo corpóreo, complementando cada ángel el movimiento que imprimen
los demás, como lo hacen hasta las mismas formas de los cuerpos,
cooperando así todos, en perfecta concordia, a la armonía del universo.
Cuanto más poderosa es una causa, su influencia alcanza mayor
profundidad ontológica; por eso el movimiento inercial causado por
sustancias separadas tiene por sujeto algo muy próximo a las
entrañas materiales.
No solamente el hombre es social por naturaleza. Todo el universo
es social; ninguno de los seres materiales podría existir sin el ámbito
que le proporcionan los demás. Por eso no es raro que todos los
ángeles, en admirable concordia y armonía, muevan el universo
material con el fin de cumplir la historia de la salvación de los
elegidos.
El movimiento de lo corpóreo es el que imprimen
una sustancia o varias sustancias espiriruales
separadas, las cuales consideran el universo material
como un sistema único.
Todo el sistema de movimientos es complementado por la acción de las
formas corpóreas que provocan las fuerzas elásticas, electromagnéticas
y la indigencia de la materia que provoca las fuerzas gravitatorias.
La sustancia intelectual que mueve el cosmos no se ve condicionada
por la ley de inercia, ni por ninguna ley fisicomatemática, sino que
estas leyes más bien resultan de una abstracción o separación
fisicomatemática hecha sobre el resultado del gobierno que ejerce la
sustancia intelectual.
Dios, al mover el universo, no se sujeta a ninguna ley. Las leyes físicas
que decimos que se cumplen siempre, son abstraidas por la mente humana al
considerar las materialidades cuantificadas de los movimientos reales.
Dice Bertrand Russell en "The Scientific Outlook":
"Parece probable que cualquier mundo, no importa cual, podría ser
elevado por un matemático de suficiente habilidad, dentro del alcance
de leyes generales". El hombre, ni descubre la ley, ni la impone a la
naturaleza; la abstrae o separa de las condiciones materiales que
hacen posible incluso la medida del "acto" por lo que de él participa
la potencia material.
Las evaluaciones energéticas, y por tanto la posibilidad de pensar en
la magnitud "energía", surgen al dividir un sistema en movimiento en dos
partes, pensando una de las mitades como sustituible por otro sistema
descomponible fácilmente en partes iguales. Por ejemplo, el calor emitido
por un conjunto de estufas eléctricas conectadas a una red alimentada
por un grupo de generadores movidos por turbinas impulsadas por un salto
hidráulico, puede computarse midiendo el número de litros que caen por
el salto de agua. Entonces puede "medirse" el "poder" de la primera
parte, por el número de sistemas unitarios que se equilibran dinámicamente
con su movimiento. El concepto de energía surge de poder formar distintos
"trenes de cosas" para incluirlos frente al movimiento natural. El pensar
en uno solo de los semisistemas y atribuir la causa del movimiento
a la "fuerza", es el subterfugio para eludir la necesidad de una causa
extrínseca del movimiento del universo y no pensar en todo el sistema
como móvil en potencia movido por un acto exterior.
En cambio, el considerar el acto exterior, evitaría toda la
perplejidad del alumno cuando empiezan a decirle que "a toda fuerza
se le opone otra igual y contraria" y por tanto se le hace difícil
comprender cómo así puede producirse movimiento.
Quien tenga experiencia en la enseñanza de la física en los primeros
años sabrá qué quiero decir.
El principio de acción y reacción
puede ayudar a hacer ver que las llamadas "fuerzas físicas" no son
la causa del movimiento local. El sistema físico es movido por un
motor extrínseco, siempre que se considere un sistema cerrado con
movimientos periódicos.
Los condenados y los demonios son arrastrados por el fuego; en vez
de dominar su espiritu a la materia, ésta les domina impulsada por
el resto de sustancias espirituales y corporales.
Toda la jerarquía angélica, con delicado y suave movimiento,
esculpe la figura de este mundo con una potente caricia.
En un principio, hace unos quince mil millones de años,
"la tierra estaba confusa y vacía".(*) Todo el universo
yacía caído sobre sí mismo en un abismo gravitacional sin vida, ni
movimiento, ni energía de ninguna clase. Sí, verdaderamente
"las tinieblas cubrían la haz del
abismo".(*) Cada parte del mundo era
simultáneamente aplastante y aplastada. La
creación no hubiera podido salir de este estado por sí sola, pero
"el espiritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las
aguas".(*)
(*) Génesis 1, 2.
"Y dijo Dios:
«haya luz», y hubo luz".(*)
Y hubo tanta luz que, según el modelo cosmogónico corriente, aceptado
ya por todos los científicos con muy ligeras variantes, este núcleo
cósmico se infló de manera que no pudo reconocerse en él, durante
los primeros momentos de la inflaión nada más que luz. Era la época
dominada por la radiación.
A temperaturas suficientemente altas no hay más que luz.
Una partícula que hubiera sería inmediatamente deshecha.
De esta luz primera han encontrado hace
pocos años Penzias y Wilson, en los laboratorios de la Bell Telephone,
investigando el ruido de antenas, el resto de su eco, en lo que se
llama el fondo de radiación cósmica, y que ha sido el espaldarazo
definitivo para la teoría llamada del «big bang»
del Abate Lemaitre.(*)
(*) Génesis 1, 3.
(*) Los tres primeros minutos del universo. S. Weinberg.
Alianza Editorial.
El estallido se produce
precisamente porque Dios y los ángeles imprimen su energía a aquel
monstruoso y colosal conglomerado de materia confusa y vacía.
Las inteligencias comienzan a mover aquella masa para modelar con ella
el decorado de la historia. Las tendencias que Dios ha impreso en la
materia para que apetezca sus multiples posibilidades de realización
ontológica, se complementan con el movimiento con el que agitan los
ángeles la masa cósmica y se produce el ámbito ecológico de este
mundo en que vivimos.
El espectáculo es algo colosal; es fuente
de inspiración de artistas y pasmo de quienes lo consideran. Para
dar idea de lo que quiero decir podríamos recordar aquellas escenas
de la película «Fantasía» del inigualable Walt Disney, cuando
describe cómo pudo ser el aspecto de la tierra en aquella época
de la extinción de loa dinosaurios. Algunos reportajes filmados
sobre la actividad volcánica, sobre todo de noche, o ciertas pinturas
de arte cosmicista no dejan ver más que por una pequeña rendija
algo de lo que se debe imaginar para una composición de lugar
suficiente.
Platón en el Timeo tiene unas frases geniales que podemos
concordar muy estrechamente, tanto con el Géneis como con el modelo
cosmogónico corriente de la ciencia moderna. Dice Platón:
"El mundo es el resultado de la acción combinada
de la necesidad y de la inteligencia.
La inteligencia dominó al punto
a la necesidad consiguiendo persuadirla de que era necesario producir
del modo más perfecto cuantas cosas nacían. La necesidad cedió a los
sabios consejos de la inteligencia y, de este modo fué constituido
este mundo desde su principio".(*)
(*)
Platón. Timeo. Ediciones Ibéricas, Madrid. pag. 238.
La lectura del Génesis resultaría placentera al mismo Platón, pues
unos párrafos más abajo dice:
"Invoquemos a la Divinidad, que nos ha guiado hasta aquí antes
de proseguir, con objeto de que ella nos guíe en esta averiguación tan
ardua y desacostumbrada, hacia doctrinas verosímiles, evitándonos
consideraciones absurdas e
incoherentes".(*)
(*)
Platón. Timeo. Ediciones Ibéricas, Madrid. pag. 239.
Sí, verdaderamente, como se está asegurando cada vez más
entre los científicos que no tienen prejuicios antiteistas, no se
hubiese llegado a la figura ecológica de este mundo, sin un
gobierno providencial que llevase a la materia ciega, que es la
que cumple las leyes fisicoquímicas «necesarias», a una disposición
tal como la actual que permite la vida de esquimales cerca de los
polos sin imposibilitar la población de la franja ecuatorial de
nuestro globo.
A este respecto se puede recordar aquí lo que decía Sir Arthur
Eddington, físico inglés que capitaneó las expediciones que
en Brasil y Australia hicieron las mediciones
de la desviación de los rayos de luz de las estrellas por parte
del sol durante
el eclipse total de
sol de 1919 y que llevaron a la confirmación de la
teoría generalizada de
Einstein.
Digo esto para que se vea que se trata de un gran físico
moderno, que conocía las últimas teorías físicas de los libros y
que además podía llevar a la práctica precisas mediciones en
difíciles circunstancias.
Pues bien, dice Eddington que ve tan difícil que se den las
condiciones de habitabilidad de un planeta que no cree que haya
en el cielo otro astro habitado como la tierra.(*)
Me diréis ¡Son tantas las estrellas!. Pues ya de un plumazo hemos de
eliminar nada menos que dos terceras partes de ellas si queremos
contar las candidatas a tener planetas habitados a su alrededor.
Dos tercios del ejército estelar están formados por estrellas dobles
o múltiples,
que hacen imposible la una a la otra el tener un cuerpo habitable
en órbita. No es este el momento de explicarlo con detalles, pero
así iríamos eliminando estrellas hasta ver lo improbable que es un
sistema solar, una tierra con oxígeno, nitrógeno y agua en proporciones
aptas para la vida, un sol de tal temperatura y tamaño con una tierra
a la distancia apropiada con una inclinación tan bien puesta de su
eje respecto a la eclíptica.
A esta concepción, que cada vez tiene más adeptos entre los científicos
se le llama «principio antrópico».(*)
(*) The Nature of the Physical World. Cap. X
(*)
El Creyente ante la Ciencia. Manuel María Carreira S. J. Cuadernos BAC no 57, pag. 26.
Por eso podemos decir con verdad que el mundo se formó así:
Dios y sus ángeles celebraron la creación del cosmos
con un gran castillo de fuegos artificiales, aunque los pirotécnicos
no fueron hombres, que todavía no existían, pues de las cenizas
de sus chispas se formó el Edén, y del limo de éste el primer hombre.
Para las eternidades divinas y los evos angélicos
un millón de años es como un minuto de una noche de verbena.
Después del primer estallido se reunían las cenizas formando
las estrellas que danzaban todas juntas y hacían ruedas de
fuego y nebulosas espirales,
y se colapsaban y explotaban de nuevo en supernovas y todo con la
ligereza de la ingravidez de lo que no pesa hacia otros mundos porque
no los hay.
Y entonces, uno de los ángeles cogió delicadamente la bola de la tierra con sus manos
y envolviéndola con una larga trenza hecha con sus tirabuzones de oro,
la lanzó como un niño a una peonza y la dejó rodando sobre sí y alrededor
del sol, con su eje inclinado 23 grados y medio. Así los árboles
podrán dejar caer sus hojas viejas en otoño, sostener la nieve en
invierno, reverdecer sus retoños en primavera y dar sus jugosos frutos en
verano, porque sólo así podrá haber verano, otoño, invierno y
primavera.
Así se entiende la armonía ecológica de todos los sistemas que
son ámbito apropiado para la vida vegetal y animal; la belleza de
una noche estrellada, de una puesta de sol, de una costa brava o de un
riachuelo lleno de vida y de sonrisas.
Con esta concepción es muy hermoso
y verdadero pensar de nuevo estas verdades, que por cierto están en
contradicción con los sistemas sociopolíticos actuales:
"Como la naturaleza obra para conseguir un fin en virtud de la
dirección de algún agente superior, en lo mismo que hace la
naturaleza interviene Dios como causa primera".(*)
(*) Suma Teológica 1 q2 a3 s2
"La providencia divina se vale de intermediarios, pues gobierna
los seres inferiores por medio de los superiores, pero no porque
sea insuficiente su poder, sino porque es tanta su bondad, que
comunica a la criaturas la prerrogativa
de su causalidad".(*)
(*) Suma Teológica 1 q22 a3
"En el gobierno de las cosas reina cierto orden; las cosas
inferiores son regidas por las superiores".(*)
(*) San Agustín. III de Trinitate c4.
"La acción de la criatura irracional no se atribuye únicamente a
ella, sino principalmente a Dios, que gobierna y mueve todas
las cosas".(*)
(*) Suma Teológica 2-2 q90 a3
"Dice el Apóstol, Rom 13,1 que cuanto existe ha sido ordenado a
Dios. Y enseña Dionisio que el orden de la divinidad es gobernar
las cosas inferiores por las medias".(*)
(*) Suma Teológica 2-2 q172 a2
Dice San Isidoro:
"Las potestades estorban que las cualidades contrarias arruinen la
economía del universo".
Y cobran sentido de nuevo, y no sólo como poéticas metáforas, aquellas
sentencias de los grandes monumentos de la literatura universal, como
lo de que "Es el amor, quien mueve el sol y las demás estrellas", con
que Dante termina la Divina Comedia.
Nunca el espiritu materialista descubrirá la verdadera causa de
lo que él llama inercia; no hay dato posible mensurable en el mundo de
lo corpóreo que le pueda revelar la potencia ontológica espiritual
que está del otro lado de lo palpable y medible. Es posible que exista
una jerarquía de entidades espirituales, cada una complementando el
movimiento que inteligentemente imprimen las sutancias superiores,
hasta las formas corpóreas que cooperan a su manera, a determinar la
concreción última del movimiento mediante lo que la física llama
"fuerzas" y que son las tendencias naturales a las configuraciones
perfectas de cada sustancia, todo ello armonizado
por las mentes que imprimen los primeros movimientos, principalmente
la de Dios, motor inmóvil de todo y amado por todos a su manera,
a cuya alabanza, reverencia y servicio,(*) se mueve todo lo que vive en
el cielo y en la tierra, hasta que se complete el número de los
elegidos que al fin, como dice San Agustín al terminar
"La Ciudad de Dios" descansarán; descansarán y verán, verán y amarán,
amarán y alabarán.(*)
(*) San Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales. Principio y Fundamento.
Apostolado de la Prensa. Madrid. 1962
(*) San Agustín. La Ciudad de Dios. Libro XXII, cap. 30, ap. 5
Han pasado más de 30 años desde que empecé a escribir estos trabajos. Si empezara ahora quizás los haría haciendo énfasis en lo que voy a decir aquí.
En mi página de síntesis he puesto:
![]() ![]() ![]() ![]() ![]() |
Materia y forma son como madre e hija, y de sus amores vienen todas las energías, porque todo se parece a la Santísima Trinidad |
![]() ![]() ![]() ![]() ![]() |
"Vemos en los cuerpos físicos que la inclinación que tienen al ser no la tienen
en virtud de algo añadido a su esencia, sino en virtud de la materia, que apetece
el ser antes de tenerlo, y en virtud de la forma, que lo mantiene una vez que
existen".
|
Ahora hemos aprendido que el universo empezó con una "inflación", que es el espacio inter galáctico el que se extiende, que hay porcentajes importantísimos de materia y energía oscuras.
Tanto a la mirada teológica como a la cosmológica le parece lo mismo estar leyendo el principio del Génesis o un tratado moderno de cosmología.
Lo inercial viene de fuera, es espiritual, incluso en el electromagnetismo; como en los astros. Lo que viene de fuera es luz instantánea en todo el universo. Esa luz provoca vibraciones y ondas. Los cambios materiales por roturas que se producen según los grados de libertad esperan la ondas. Esas sí que viajan a velocidad "c". Pero la luz aquella de Génesis 1,3: "Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz", esa abarca el universo entero en todo instante.
Póngase usted donde quiera. Ahí tuvo lugar el big bang. Lo que ha ocurrido es que las fuerzas de retención de las formas infundidas por Dios en el ser de las materias, ha "inflado" (dicho así para usar la terminología en uso) sus alrededores y ahora casi lo ha perdido todo de vista.
Pero si mira bien, verá que allá a lo lejos, el anhelo de los cuerpos por alcanzar la actualidad de su potencialidad no alcanzada, los agruma en nebulosas, galaxias y estrellas, que se derrumban sobre sí mismas y, con el tiempo, estallan, para poblar los espacios de piedras preciosas, para ensamblar maravillosos ámbitos ecológicos, con cuerpos vivos que los habiten, y hasta que los entiendan.
Y todo esto no sucede así porque Dios corrija excepcionalmente esporádicas desviaciones de unas leyes determinantes, como dijo Newton, sino porque su providencia lo gobierna todo continuamente. Las "leyes" más bien nos las hacemos nosotros sobre lo que se nos da regalado, hecho de la nada.
Mire a su alrededor, alabe al Creador y agradézcale la herencia que le ofrece por segunda vez, si se deja redimir y regenerar.
Email para Manuel María Domenech Izquierdo |
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