Santa Teresita, el P. Castellani, San Agustín y nosotros
Después del fuerte impacto que ha causado en mi la lectura del libro "San
Agustín y nosotros" del P. Leonardo Castellani, que ha hecho en mi espíritu la
unidad, he revivido los "Consejos y recuerdos" de Santa Teresita del Niño Jesús
en el convento carmelitano de la Sagada Famila de Tiana (Barcelona), uno de los
144 lugares de las 49 diócesis que han tenido el gozo de recibir las reliquias
de la joven Doctora de la Iglesia durante su visita a España en diciembre del
2003.
El caminito y el amor de Teresita me han parecido el desprecio
de uno mismo y el amor de Dios que San Agustín pone como fundamentos
de la Ciudad de Dios y la humildad y el respeto a lo divino que el
P. Castellani pone como valores de la tradición frente a las soberbia del
"pienso, luego existo" y la reducción de Dios a una idea, que el
sabio jesuita identifica como la radical traición de la revolución
antropocéntrica. Lutero se atrevió a pensar lo que quiso de lo que Dios le
revelaba, y Descartes a pensar que era lo que quería, pues deducía su existencia
de su pensamiento. La diosa razón juzgando la Verdad y la realidad.
En su libro, el P. Castellani nos explica que vivimos una época semejante a la
que vivió San Agustín, que se caracteriza por las ansias de destruir y olvidar
toda la tradición, por una parte, y el empeño en guardar lo que tenemos, por la
otra. Dice que San Agustín se dio cuenta de que un mundo se venía abajo y fue no
sólo el titán que lo guardó, sino además el ingeniero de la nueva
civilización. Proclama que hoy se necesitan agustines vivos y actuantes y
que si Europa no se convierte el anticristo se habrá descarado, aunque esto no
es muy terrible, porque después del anticristo, viene Cristo y que
hemos de alegrarnos porque se cumplan las profecías y el Evangelio diga la
verdad.
También dice el P. Castellani, que nuestra época ha vuelto a la interioridad, al yo, y que
la compleja ontología del conocimiento humano da lugar a una especial soberbia,
la de los que piensan que existen, pero no lo saben, y a una madura humildad de
los que saborean la propia contingencia recibiéndose del Padre viviendo como
hijos, como ha expresado magistralmente el P. Horacio Bojorge. Soberbia en
Descartes y sus secuaces y humildad en San Agustín, que podemos aprender en sus
Confesiones.
Reducido Dios a una idea circunscrita dentro de nuestra mente cartesiana, nos va
bien o nos va mal. Si nos va bien nos ensoberbecemos como Hegel (contra quien
reaccionó Kirkegord), haciendo grande la bola de nuestra mente. Si nos va mal,
nos desesperamos como Sartre y decimos que todo es nada, haciendo más pequeña
que nosotros la bola del dios falso. ¡Hay del que caiga en manos de un
ensoberbecido o desesperado de éstos!.
Ensoberbecidos o desesperados, lo mismo da, se está en el desprecio de
Dios y el amor de uno mismo, que funda la ciudad del diablo, que lucha con
la de Dios serpenteando por el camino de la historia.
Sólo desde la humilldad del caminito, que ve la desproporción sin
proporción entre Dios y nosotros, se puede alcanzar la salvación graciosa del
Amor Misericordioso, correspondido con ser el amor en el corazón de la
Iglesia.
Por eso es Teresita santa para nuestros tiempos, la más grande de éstos,
dijo el Papa Pío XI, y ha sido proclamada Doctora de la Iglesia
| Manuel María Domenech Izquierdo |
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"Pienso en particular a santa Teresita de Lisieux, que como monja carmelita tomó el nombre de Teresa del Niño Jesús y del Santo Rostro. Ella —que es también doctora de la Iglesia— ha sabido vivir y dar testimonio de esa «infancia espiritual» que se asimila precisamente meditando, siguiendo la escuela de la Virgen María, la humildad de Dios que por nosotros se ha hecho pequeño. Esto es un gran misterio, ¡Dios es humilde! Nosotros, que somos orgullosos, llenos de vanidad, y nos creemos una gran cosa… ¡no somos nada! Él es grande, es humilde y se hace niño. ¡Esto es un verdadero misterio! Dios es humilde. ¡Esto es hermoso!".
(Papa Francisco, audiencia 30 de diciembre del 2015)
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