San Agustín (artista de la memoria) Santo Tomás (artista del entendimiento) Beato RamónLlull (artista de la voluntad)

"In re praesenti quod sibi est mens,
memoria sine absurditate dicenda est".
(De Trinitate XIV, XI)

Página de San Agustín


«Tocar con el corazón, esto es creer» SS Papa Francisco, "Lumen Fidei", n. 31
«Tangere autem corde, hoc est credere». San Agustín, Sermo 229/L, 2: PLS 2, 576:

Audiencias del Papa Benedicto XVI


No sé cómo encarecer la lectura del libro "San Agustín y nosotros" del P. Leonardo Castellani S.J., tanto para entender vitalmente a San Agustín como la peculiaridad de la época que vivimos.

Lo distribuye la Editorial Nueva Hispanidad.

Para ver lo que quiero decir, su capítulo VI, "La Verdad" está en la red en la dirección: http://www.hjg.com.ar/txt/lc/agust_6.html


El P. Castellani, en "San Agustín y nosotros", dice que necesitamos a San Agustín, porque vivió una época semejante a la nuestra y por su interioridad.

Nos explica que San Agustín vivió en el momento en que el mundo greco-romano se venía abajo y supo ser el arquitecto de la civilización europea. Hoy, diría él, estamos dudando en poner o no poner lo de la cristiandad en la constitución europea...

Que la traición que pugna por olvidar las raíces cristianas y la civilización misma empieza en Descartes, el Judas, dice él, con su "pienso, luego existo", y que este desvío culmina en Hegel.

Que Soren Kirkegord (así le llama él) reaccionó frente a este girar la filosofía alrededor del pensamiento, para poder volver a girar entorno al ser, como había sido antes.

Que lo que está claro para nosotros es la percepción de la existencia. Lo que San Agustín llama "la memoria del presente".

El P. Castellani admira a Kirkegord porque desenmascara el engaño del mal del "pienso, luego existo", llevado a sus últimas consecuencias por Hegel. Nos dice que hay dos existencialismos: el ortodoxo, el de Kirkegord, y el malo, todos los demás, que no tienen nada que ver con el primero.

Que Santo Tomás razona, pero razona después de ver. Que San Agustín ve y que Suarez razona para ver.

Que hay dos demostraciones de la existencia de Dios: una desde el interior que se funda en la verdad, y otra mirando al exterior que son las cinco vías.

Que San Agustín no deja de insistir en que "si el entendimiento humano hace, de alguna manera, la verdad, el alma es inmortal, y que si hay algo superior a la razón humana, como la verdad que la juzga, Dios existe".

Que, en estos tiempos apocalípticos, la meditada lectura del libro X de "Las Confesiones" puede salvarnos de los escepticismos y relativismos que no nos dejan vivir.

Somos personas, es decir sustancias individuales de naturaleza racional. Nos individualiza la materia y nos especifica la racionalidad.

La pura potencialidad intelectual del espíritu humano y, a la vez, su poder de hacer de alguna manera la verdad, pueden llevar a la humildad, como en el caso de San Agustín, o a la soberbia, como a Descartes. A la humildad del "amor a Dios y el desprecio de uno mismo" o a la soberbia "del amor a uno mismo y el desprecio de Dios". Esos son precisamente "los dos amores en que se fundan las dos ciudades", cuya lucha constituye la historia.

El capítulo VIII del libro termina con estas palabras: ¡Vive el Señor, en cuya presencia estoy, que si Europa y el Mundo Occidental no se convierten a Dios y siguen la marcha de la Gran Apostasía, que estamos maduros para el Anticristo! Habrá que alegrarse, porque detrás del Anticristo viene Cristo. -¿Por qué hemos de afligirnos de que el Evangelio diga la verdad? ¿Por qué hemos de afligirnos de que se cumplan las profecías? Por eso la mejor lectura después de "San Agustín y nosotros" es "El Apokalipsis de San Juan", también del P. Castellani, que él consideraba el mejor de los suyos.


Textos y Enlaces

De "Las Confesiones" Libro XI Capítulo IV

"Tú, Señor, hiciste todas las cosas, las cuales
existen porque existes, son hermosas porque eres hermoso, y son buenas porque eres bueno,
pero
ni de tal modo existen, ni de tal modo son hermosas, ni de tal modo son buenas,
como Tú, su Creador, en cuya comparación
ni existen, ni son hermosas, ni son buenas".

Ver: "Tabla de Tríadas"


Texto Ejemplar Impresionante

"Si de los Gobiernos quitamos la justicia, ¿en qué se convierten sino en bandas de ladrones a gran escala? Y estas bandas, ¿qué son sino reinos en pequeño? Son un grupo de hombres, se rigen por un jefe, se comprometen en pacto mutuo, reparten el botín según la ley por ellos aceptada. Supongamos que a esta cuadrilla se le van sumando nuevos grupos de bandidos y llega a crecer hasta ocupar posiciones, establecer cuarteles, tomar ciudades y someter pueblos: abiertamente se autodenomina reino, título que a todas luces le confiere no la ambición depuesta, sino la impunidad lograda. Con toda finura y profundidad le respondió al célebre Alejandro Magno un pirata caído prisionero. El rey en persona le preguntó: «¿Qué te parece tener el mar sometido al pillaje?». «Lo mismo que a ti -respondió- el tener el mundo entero. Sólo que a mí, como trabajo con una ruin galera, me llaman bandido, y a ti, por hacerlo con toda una flota, te llaman emperador»".
La Ciudad de Dios, L.IV, C.IV

Este es el texto citado por SS. el Papa Benedicto XVI en su Discurso al Bundestag el 22 de septiembre del 2011.

"«Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?», dijo en cierta ocasión San Agustín. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra él; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y llevarlo hasta el borde del abismo".


El descanso es en la albanza El cosmos es para la liturgia

"Grande eres Señor, y muy digno de alabanza; eres grande y poderoso, tu sabiduría no tiene medida. Y hombre, parte de tu creación, desea alabarte; el hombre, quearrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado,y la convicción de que tú resistes a los soberbios. Y, con todo, el hombre, parte de tu creación, desea alabarte. De ti proviene esta atracción a tu alabanza, porque nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti."
(San Agustín, Confesiones, Libro1, 1, 1-2,2;5, 5:CSEL 33, 1-5)


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